Por David Narciso

Quizás por orfandad, quizás porque son muchos años sin ganar elecciones, quizás porque los de afuera no sintonizan en la ciudad. Lo cierto es que el peronismo de Rosario tiene las manos relativamente libres para trazar su propio destino, sin necesidad de obedecer jefaturas políticas que digiten armados y listas desde Santa Fe o Buenos Aires.

El escenario es inédito desde ese punto de vista y les permite a algunos soñar con la idea de una unidad electoral, por ahora lejana, pero no imposible.

En el armado de la lista de concejales tallarán grupos que vienen del kirchnerismo y otros que hasta hace poco fueron adversarios. El contexto es diferente y permite sentar a todos a la misma mesa, al menos en el arranque de las conversaciones. Unos ya no tienen que subordinarse a directivas y estrategias electorales de la Casa Rosada; otros ya no se sienten “obligados” a diferenciarse del kirchnerismo.

Esa dinámica funcionó hasta 2015. Ahora, podría ser distinto porque los actores locales tienen las manos relativamente sueltas para poner en marcha un proyecto de poder con aspiraciones para 2019.

Manos libres

Si se observa la composición del peronismo provincial, los que mandan son los senadores departamentales en primer lugar; Omar Perotti por ser el candidato de mayor proyección futura; y el foro de intendentes justicialistas. Algunos de estos espacios tienen aliados en Rosario, pero no funcionan como sus jefes, es decir con capacidad de subordinarlos a intereses por fuera de Circunvalación.

Esto deja al rossismo, al Movimiento Evita, La Cámpora, los concejales Carola Nin y Osvaldo Miatello, hoy por hoy los de mayor protagonismo, con la posibilidad de conducir su propio destino. Hay otras patas: sectores sindicales, el aliado Partido del Progreso Social de Héctor Cavallero y lo que se propone armar la diputada provincial Claudia Giaccone.

Hay otro dato que favorece el escenario de unidad: todos reconocen en Roberto Sukerman el candidato mejor posicionado en las encuestas. El ex concejal y ex candidato a intendente en 2015 encabezará una lista, de unidad o no, para volver al Concejo. No le interesa la banca en sí, sino la proyección para la intendencia en 2019. Es su ambición personal, pero acopla a la perfección con las necesidades e intereses del peronismo rosarino, que lleva varias elecciones cediendo su caudal electoral en manos de Héctor Cavallero.

El nombre de María Eugenia Bielsa siempre circula, pero difícilmente sea candidata. No está convencida.

Las dificultades

Siendo en que hay consenso sobre quién debería encabezar la lista, la discusión comienza en el segundo lugar. El rossismo, además de Sukerman como número uno, se adelantó en la jugada y postuló a la actual concejala Norma López como número 2, del mismo sector.

Pero a ese lugar lo pretende el Movimiento Evita en caso de que puedan acordar una alianza. Los Evita admiten que Sukerman ganó las últimas internas, pero como no los dobló en votos, reclaman el segundo lugar para Fernando Rosúa. “Estamos dispuestos a conversar, pero no vamos a bajar nuestra lista para ser número tres o cuatro”, sostienen.

Sukerman sería el primer beneficiado de una lista de unidad, o al menos del armado de un espacio que contenga las principales referencias del PJ rosarino y aliados. Sería una muy aceptable plataforma para lanzarse a la aventura 2019.

Otra pieza suelta es cómo y dónde jugará el espacio de los concejales Osvaldo Miatello y Carola Nin. Posiblemente sin gran inserción territorial como en otros tiempos, ganó protagonismo desde la labor legislativa en el Concejo Municipal. Ahora tiene que refrendarlo con el intento de renovar banca de la ex ministra de Educación.

Tiene dos juegos abiertos: uno dentro del PJ como parte de un armado lo más grande posible y siempre que le reserven un lugar expectante en la lista; y otro por afuera, con sello electoral propio para garantizarse llegar a la elección general sin que aquellos que tienen aparato le corten el camino.

En ese sentido, el diputado Marcelo Gastaldi, jefe político de Nin y Miatello, es uno de los que más opera la idea de juntar cabezas. Cree que es una oportunidad única por la combinación de factores: un oficialismo desgastado y un peronismo con autonomía de decisión, sin jefes políticos fuera de los límites de la ciudad.

El riesgo de la balcanización

La balcanización del peronismo siempre es un riesgo, de ahí la delicada tarea de contener al menos a las referencias más relevantes. Cabe señalar que se puede ser relevante por potencial electoral como por capacidad de daño (es decir drenar votos a través de partidos vecinales, por fuera del PJ).

Resolver el entuerto se presenta dificultoso. Buena parte de los referentes consultados para este artículo ven difícil una lista de unidad, pero aspiran a que si hubiera disputa interna ésta encuadre en un marco de convivencia que evite heridas.

Ese protocolo de convivencia ya se puso en práctica en anteriores elecciones: foto conjunta de los candidatos peronistas al inicio de la campaña, pacto de no agresión y, lo más dificultoso de digerir, el que pierde acompaña.

Por lo pronto, la semana que viene el congreso provincial justicialista tomará decisiones de estrategia electoral que repercutirán sobre Rosario. Todo indica que la mayoría de los 393 congresales rechazará la idea de usar neolemas. Prescindir del PJ para que cada uno vaya a la elección general por su cuenta tiene el propósito de evitar que Agustín Rossi gane la interna o, aún en caso de perderla, que integre la lista de diputados nacionales. Arrancar segregando no parece la mejor receta para un peronismo que busca conseguir votos debajo de las baldosas si quiere ser alternativa de gobierno.