Por David Narciso

Santa Fe presenta una complejidad enorme para el gobierno nacional, y en especial Rosario. Propios y extraños admiten que aquí las encuestas le muestran niveles de aceptación que, sin ser malos, son de los más bajos del país.

Esos mismos sondeos revelan que hay al menos dos percepciones que destacan entre quienes rechazan al gobierno. Una es que “gobiernan para los ricos” y la otra es que para ellos el país se termina en Capital Federal y eventualmente en provincia de Buenos Aires ahora que la gobiernan. Más o menos real, es lo que aparece en esos trabajos de campo.

Así lo ven

Un dirigente del PRO aporta dos datos al análisis. Sostiene que la prensa local aparece en el análisis como una barrera que frena la penetración más rápida que tuvo en otros lugares. “No digo que la prensa sea culpable de nada, sino que objetivamente, dejando de lado mala intención o los mercaderes del periodismo, hay una mirada más crítica sobre el gobierno nacional”, aclara.

Por otro lado, refiere que “Santa Fe es de lo más complejo en el país porque hay un escenario de tercios que impide crecer. A diferencia de otras ciudades grandes, acá existen dos estructuras políticas muy consolidadas (por el socialismo y el justicialismo) que dificultan la penetración”.

Con el grueso de la estructura de la UCR abrazada al Frente Progresista, el PRO no tiene las facilidades que tuvo en otras provincias. Por eso es tan relevante la elección local en Santa Fe ciudad, gobernada por un grupo radical que la ofrenda como cabeza de playa para ganar la provincia dentro de dos años.

También el justicialismo funciona como una barrera. Por lo que se vio hasta ahora, las dos corrientes que disputan las internas a diputado nacional, encabezadas por el kirchnerista Agustín Rossi y Alejandra Rodenas, coinciden en priorizar su rol opositor al “gobierno neoliberal” de Mauricio Macri.

Lo que está en juego

Con todos estos ingredientes, el clima de campaña es lo suficientemente inestable como para aventurar cómo se llegará hasta octubre. La paridad previa de tercios en el escenario electoral pone nerviosos a todos, y no es porque se eligen 9 diputados o los 13 concejales de Rosario. La disputa es por la valoración pública del resultado, que al ser tan parejo con poco puede inclinar la balanza a un lado u otro. El título derrota no le sienta bien ni al gobierno nacional ni al Frente Progresista, por más que no sea definitivo.

Un aspecto es que pasadas estas elecciones, socialistas y PRO tienen que seguir gobernando cada uno en los suyo. Por lo tanto conviene ser lo más riguroso posible para separar sobreactuación de las partes en medio de la campaña, de lo que es el relacionamiento institucional.

Existe un relacionamiento de funcionarios de segundas y terceras líneas que se desenvuelve por carriles que, sin ser el ideal, tampoco es el que aflora cuando en la cúpula estallan rayos y centellas. En todo caso, se atienden el teléfono, discuten proyectos y está habilitado el reunionismo. Según los funcionarios santafesinos y rosarinos, el problema es que hay mucho anuncio y menor nivel de concreción. El PRO ve un plan de obras históricos en Santa Fe. Viven en mundos diferentes.

El candidato

El perfil elegido del primer candidato a diputado no deja dudas de dónde está parado el Frente Progresista en relación al gobierno nacional. El ministro Luis Contigiani fue uno de los nombres que el propio presidente puso sobre la mesa en aquel recordado encuentro a solas con Lifschitz en el que tras 6 meses iniciales de desencuentros decidieron “darle una nueva oportunidad a la relación”, según palabras de Macri.

El PRO vive la postulación de Contigiani como un desafío en la cara. El ministro es, además, un puente entre las islas que cohabitan el Frente Progresista. Arrastra identidad radical de origen, encaja a la perfección en el socialismo, articula con el ex gobernador Antonio Bonfatti y es funcionario clave de Miguel Lifschitz.

Enseñanzas

A todas luces fue un error estratégico que el ministro del Interior espere a la intendenta Fein para hablar de obras públicas con planillas de personal de Rosario y un ramillete de argumentos que usó el concejal PRO Gabriel Chumpitaz en el Concejo cuando se frenó la toma de créditos para obras.

Además que no corresponde auditar personal, el ministro –ya sea exagerada por la prensa como se aduce o no– pareció darle la razón a los que sospechan que la orden de bloquear el crédito externo para Rosario salió de Casa Rosada.

Se suponía que la reunión era porque Nación podría habilitar alguna de las obras que Rosario quería hacer con deuda pagada con dinero propio.

Pareciera que eso no va a ocurrir: Macri tuvo una inmejorable oportunidad el 20 de junio, en un acto hecho a gusto y piaccere por Presidencia. No sólo lo desaprovechó, sino que sembró la discordia tras una inversión de medio millón de pesos en vallas para aislarse de la gente que no estaba rigurosamente invitada. Otra muestra de lo ajeno que le resulta Rosario al gobierno nacional, en este caso por temor a escraches de sectores de izquierda y kirchneristas.

Pasto a las fieras

Entre la exigencia ampliada de papeles que demoró la salida a la calle de la línea Q de trolebuses y el planteo de Frigerio a la intendenta, el gobierno nacional se paró sin que nadie lo obligara en el lugar que más le conviene al Frente Progresista. En el medio no aparece la propuesta de pago de la deuda ordenada por la Corte y en cambio está cuestionada la escala de inversión en relación a otras ciudades y provincias. Demasiada materia prima para los opositores.

Las líneas discursivas estratégicas del Frente Progresista ya están desplegadas y tienen inocultable pátina localista. “Comienza a verse discriminación de Nación con la provincia en obras públicas”, “No nos dan lo que nos corresponde”, “Somos los que vamos a defender a Santa Fe de un proyecto que quiere centralizar decisiones y recursos en Buenos Aires”. No sobresalen por su originalidad, pero suelen dar resultado. Y sobre todo incomodan a quienes defienden a un gobierno nacional con imagen muy porteña y corto de billetera.