Por Carlos Duclos

Posiblemente Cristina Fernández de Kirchner termine presa. Así nomás, como se expresa. Al menos eso es lo que persiguen, de manera proverbial y con absoluto énfasis, algunos grupos de poder a quienes ciertas políticas del kirchnerismo no sólo molestó, sino que provocó golpes que se hicieron sentir. A veces golpes justos, a veces, y probablemente, golpes por interés. No es casualidad, por ejemplo, que ciertos medios sigan ocupando el 70 por ciento de sus espacios con noticias de los posibles delitos cometidos por ex funcionarios K. y allegados a esa esfera del poder, mientras por otra parte silencian los graves problemas que afligen ahora mismo a una gran masa de argentinos.

El lid o cabeza de este comentario puede hacer suponer a alguno, y a priori, una defensa de la gestión pasada, pero no es así. Si la señora ex presidenta, algunos de sus empresarios allegados, o cualquier ex funcionario cometió delitos, pues que el Poder Judicial actúe según corresponda. Lo gravísimo sería que se reemplace justicia por venganza, justicia por acciones viles tendientes a aniquilar políticamente a una fuerza con miras a que no tenga, nunca más, capacidad de acción. Es decir, lo grave y dramático para el ser humano de nuestros días y para los que vendrán, sería que el “poder real” que está detrás de los políticos, quiera eliminar a través de sus agentes no ya a unas figuras políticas, sino  a alternativas de pensamiento que les son molestas en la Patria.

Para comenzar, dígase que los grandes titulares de muchísimos medios en estos últimos minutos sobre la imputación por lavado de dinero a la ex presidenta, son groseras operaciones de prensa que se hacen a sabiendas y con propósitos políticos determinados, o bien para obtención de rating o por ignorancia, porque la verdad sea dicha una imputación no es nada más que eso: una imputación que no supone delito ni sospecha de delito por parte del fiscal o magistrado, hasta tanto lo que se imputa sea debidamente probado. Sin embargo, con los titulares que se ven hoy en los diarios digitales y que sin duda se verán mañana en los diarios de papel, cierto poder ya ha sentenciado. Cierta ética periodística, que debería mantenerse intacta a pesar del mercado y la política, está prostituida.

El asunto es que en este escenario nacional comienza a percibirse un olor a podrido en tantas cosas, que las mentes desapasionadas, que procuran buscar la verdad, se preguntan: ¿será verdad o son  operaciones políticas? ¿Se busca la justicia o son sólo guerras entre “bandas” que se disputan el poder? Pero lo que es mucho más grave, es el interrogante que subyace: ¿pretende acaso el poder real un “enfrentamiento” social de imprevisibles consecuencias para el ser humano común, pero previsible para sus intereses?

A poco que se repasen las noticias de ciertos medios, se advierte como estos hacen de fuelle avivando el fuego del odio, pero no del apaciguamiento de los ánimos. No sería equitativo, por supuesto, no decir que el kirchnerismo, doblegado por sus genes, aportó de lo suyo para hacer de la confrontación, a veces innecesaria y absurda, el caldo de cultivo ideal para que proliferara esta llamada “grieta” que hoy existe en las mesas familiares, en los bares, en los ambientes laborales, en las redes sociales, en el Poder Judicial y en el ámbito político. Grieta que lejos de beneficiar a la sociedad sólo sirve a ciertos reducidos poderes ocultos. La llamada lucha de clases, asimilada por algunos como la lucha contra el otro que piensa distinto, ha sido siempre un fiasco, un fracaso. El presente de muchos países lo demuestra.

Se engañan, por otra parte, aquellos que piensen que la lucha de clases es una lógica del marxismo y sus “derivados”. También el liberalismo y los poderes que lo manipulan la pone en práctica siempre a través de sus agentes.

La señora ex presidenta (de mediocre performance en muchos asuntos durante su gestión), ha sido imputada por el fiscal Marijuán, un hombre hasta donde se sabe honesto y probo, pero que debió excusarse de intervenir en cualquier causa que involucre a la familia Kirchner o ex funcionarios del gobierno anterior, porque son notorias, proverbiales, inocultables, las diferencias que el kirchnerismo ha tenido con él. Esto solo, y en bien de la transparencia y del despeje de toda duda, debería hacer que se abstuviera de participar en la causa.

Y como todo esto, al fin y al cabo, impacta no sólo en la estructura K (hoy enmarañada en traiciones, hipocresías, vendettas y entregas) sino en el peronismo, habrá que ver qué hacen (y cómo) los  dirigentes de esa fuerza política que aún creen que el hombre común, el más desprotegido, es el centro de todo y que todo debe hacerse en función de él.