Los funcionarios del gobierno nacional aúnan sus esfuerzos y estrategias para comunicar que lo peor de la caída en la actividad económica ya pasó y que “se observan síntomas de recuperación de la economía nacional”.

Ese precario análisis macroeconómico, que adolece de fundamentos estadísticos, se ve duramente contrastado con los informes que viene divulgando el INDEC, además de los estudios e investigaciones que elaboran otros centros académicos y de investigación en el país. Los grandes números que el oficialismo suele comunicar como logros parciales de su gestión, distorsionan la percepción sobre inexorable realidad de millones de argentinos que acusan el avisado golpe de un modelo económico regresivo en el que se acentúan las desigualdades.

Un dato más que elocuente de cómo están atravesando esta crisis los sectores de ingreso medio de la población, son las cifras oficiales sobre el consumo en los shoppings y supermercados del país que elabora el INDEC. En efecto, el informe arroja que agosto pasado fue el peor mes del año, ya que si bien las ventas crecieron un 21,2% y 12,6% en los centros de compras y en los shoppings, respectivamente, son peores en comparación con el mismo período del año anterior; así como también considerando el incremento respecto al mes anterior, estas subas fueron las más bajas de todo el año 2016.

Los aumentos deben ser analizados desde el punto de vista real, puesto que están muy por debajo del incremento de precios registrado en el mismo período, lo cual habla de una caída importante respecto a los guarismos del año pasado, y a la permanencia de una evolución negativa en las cantidades comercializadas.

Otro dato que refleja el deterioro en la demanda, es el incremento en las ventas de unidades de menor valor, lo que sumado a una caída de las ventas en términos reales, habla de un cambio en la conducta de consumo por parte de la población en general. El auge de las compras de segundas y terceras marcas es un claro indicador en este sentido.

Estos datos se ven acompañados por otros indicadores que están reflejando una caída en el nivel de actividad, mostrando la contracara realista del discurso prolijamente enunciado por el gobierno de Cambiemos. Por ejemplo, en el mes de setiembre se registró una baja del 1,8% de la demanda eléctrica en todo el país con relación a igual mes del año pasado y uno de los consumos más bajos del año, tal como lo señala el informe de la Fundación para el Desarrollo Eléctrico (Fundelec). Esta caída fue motivada principalmente por usuarios comerciales e industriales que consumieron un -4% y -5,8% menos de energía, respectivamente. En vista de que la demanda residencial mostró un crecimiento de 2,3% no se puede explicar la caída sólo por cuestiones climáticas. De esta forma, la comparación interanual registró un descenso de 1,8%.

Otros rubros fundamentales con caídas importantes en los últimos recientes meses son el de la construcción, línea blanca, acero y automotriz, actividades centrales en la demanda de mano de obra, a lo cual hay que agregar la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, que podría estar superando el 12%, cifra que se reproduce de manera alarmante en el caso de las asignaciones y planes sociales.

Con lo cual, estamos en presencia de un fenómeno abarcador de la realidad productiva del país, que dista mucho de marcar una recuperación económica, lo cual no obsta que algunos sectores, tales como los vinculados a las finanzas, la producción agrícola (granaria) y los grupos económicos con poder para fijar precios de mercado, resulten la excepción a esta regla y festejen con creces el “fin de un modelo populista” y la “vuelta al mundo”.

Si se recuerda el prometido ingreso de capitales producto del shock de confianza que vendría con el cambio de gobierno, y de la recuperación económica que se comenzaría a evidenciar en el segundo semestre, no queda mucho margen para argumentar errores o mala praxis en la aplicación de las medidas, sino la consolidación de un modelo de exclusión que carece de una estrategia de crecimiento con desarrollo justo y equitativo para el conjunto de la población.

Como en otros momentos de la historia económica argentina, la riqueza se pone en movimiento y resulta un elemento crucial en sistema de representación actual, en el que la democracia es la máscara perfecta para ocultar las pretensiones de quienes operan en contra de los intereses del pueblo argentino haciendo que la Argentina sea un país rico para pocos, pero pobre para muchos.