Hay quienes han bautizado el reciente esquema ideado junto al FMI como «Plan Doble Cero». Cero déficit fiscal y cero emisión monetaria. Sin embargo, un nombre más acorde a este plan económico es el de «Plan Primavera II», en honor -funesto honor, por supuesto- a aquel plan económico ideado por Sourrouille y Machinea a mediados de 1988 con el fin de ganar las elecciones de 1989. Aquel plan prometía equilibrio fiscal, se caracterizaba por una enorme brecha entre el dólar al que el Banco Central compraba divisas y al que vendía las mismas. Y para hacer que el «Plan Primavera» dure -hasta su inevitable fracaso y final hiperinflacionario- el Banco Central colocaba las tasas de interés en el 6% mensual, lo que anualizado da el 101,2 %.

¿Y qué tenemos entonces ahora? Un enorme déficit estatal encubierto tras la promesa de un equilibrio fiscal, una diferencia del 30% entre el dólar al que el Banco Central compra y vende divisas y tasas de interés en idéntico nivel del 6% mensual, las que, como arriba se ha dicho, anualizadas llegan al 101,2%.

¿Y por qué al igual que en aquel «Plan Primavera» en la era Alfonsín, este «Plan Primavera II» tiene un déficit fiscal récord en la era del actual presidente Macri? Sencillo: si bien se promete un 0% de déficit del Tesoro para 2019 según lo acordado con el FMI, la suma del déficit financiero, del orden del 3,3% del PBI para el próximo año en concepto de intereses de la deuda del Tesoro y el déficit cuasifiscal llevan el guarismo del déficit estatal total a niveles inauditos en los últimos años. En efecto, la deuda remunerada del BCRA llega a los $773.000 millones al 1 de octubre ($341.000 millones de Lebac, $6.000 millones de pases y $426.000 millones de Leliq). Con el paso de las semanas lo que hoy es deuda en concepto de Lebac se va a transformar en deuda en concepto de Leliq o de Lecap del Tesoro, por lo que este endeudamiento no va a bajar. Y las tasas de interés a las cuales se remuneran estos activos tampoco. Pagar un rendimiento anualizado del 101,2% sobre los 773.000 millones implica generar pasivos monetarios del BCRA, o sea, lisa y llana emisión monetaria, en forma de déficit cuasifiscal nada más y nada menos que de $782.000 millones al año, o sea unos 20.000 millones de dólares, lo que significa un 5% del PBI, lo que sumado al déficit financiero del Tesoro arroja un déficit fiscal consolidado total del 8,3% del PBI. Enorme agujero negro. Y suponiendo cero el déficit operativo. De otra manera hay que sumarlo y también los intereses de las Leliq para restarlo de la base monetaria. Quien dude acerca de que el déficit del Banco Central es déficit de igual categoría que el déficit del Tesoro se equivoca. Quien dude que los pesos generados por déficit cuasifiscal son pesos de igual categoría que los pesos generados por emisión monetaria lisa y llana para financiar al Tesoro también se equivoca. De igual manera que quien piensa que elevar las tasas de interés en los actuales niveles «seca» la plaza financiera se equivoca. Estas tasas no secan nada de nada, dado que se generan pesos a un ritmo febril del 101,2% de la deuda remunerada del Banco Central. Más que «Plan Doble Cero» este es el «Plan 101,2». ¿Déficit fiscal cero? No: déficit fiscal del 8,3% del PBI. ¿Emisión monetaria cero? No: emisión monetaria de tres dígitos anuales de la deuda remunerada del Banco Central.

Como los lectores memoriosos recordarán, el Plan Primavera desembocó en la hiperinflación de 1989. Este plan económico difícilmente tenga el mismo final, siempre y cuando se mantenga una abundante ayuda en dólares del Fondo Monetario. Pero no hay otra salvaguarda. Bien podemos decir entonces que este plan económico «Primavera II» puede desembocar en una muy alta tasa de inflación, sin llegar quizás a una hiper, no bien haya que sacar el pie del acelerador con las tasas de interés y quizás incluso antes dado que este plan económico lejos de combatir la inflación inercial la alimenta, y por varios frentes a la vez.

El Plan Primavera de 1988 concluyó de manera abrupta el 6 de febrero de 1989, fecha «negra», cuando hubo que concluir de apuro con las ventas de dólares del Banco Central cuando se demandó a esa entidad un monto que en una semana excedía con creces los mil millones de dólares, cifra en aquella época gigantesca. Si no hubiera concluido allí, dos frentes de tormenta se habrían acercado y lo hubieran hecho acabar de igual manera: la recaudación tributaria condenada a un descenso brusco en términos reales merced a la recesión que ese plan económico generaba, y los indicadores de solvencia bancaria, condenados a empeorar con tasas de interés estratosféricas. Como se ve, se trata de los mismos factores de alto riesgo que este «Plan Primavera II» -para colmo anunciado en total coincidencia con el equinoccio-posee. Idénticos riesgos. Sin embargo, es posible que el episodio final, al igual que el plan que hizo caer a Alfonsín, no se demore hasta que uno de esos factores actúe como limitante, sino que la propia demanda de dólares que la multiplicación de pasivos monetarios del Banco Central ocasiona (una Leliq es tan emisión como un peso en circulación) le demanden una cantidad de dólares al Banco Central tal que el Fondo diga basta. ¿Y por qué el Fondo deberá decir basta y no las propias autoridades argentinas? Es sencillo de entrever: para aplicar un plan económico así hay que ser un total irresponsable. Y muy difícilmente quienes puedan caer en tal nivel de irresponsabilidad tengan la suficiente agudeza para caer en la cuenta cuán cerca está el abismo.