El apretado triunfo de Mauricio Macri en el balotaje presidencial trastoca la geografía política nacional y de América latina. Un partido relativamente nuevo como el PRO, en alianza con un sector de la UCR, desembarcará en la Casa Rosada con enormes desafíos.

El rumbo que tome la economía jugará un papel preponderante en el porvenir. El kirchnerismo como fuerza nacional tendrá su baño de fuego en la trinchera de la oposición, desde donde, con sus convicciones y capacidad de movilización, promete resistir y custodiar los avances y transformaciones de la última década ante posibles retrocesos.

El piso que alojará al frente Cambiemos para conducir los destinos de la Argentina a partir del 10 de diciembre y por los próximos cuatro años es altísimo, por más que quieran instalar una situación de catástrofe que no es tal. Y esto lo saben los “dos países” bien marcados que dejó la histórica segunda vuelta.

Una parte de los ciudadanos que dio un voto de confianza al jefe de Gobierno porteño espera que el ingeniero cumpla con la palabra empeñada de no dar marcha atrás con derechos conquistados. Las medidas económicas que el presidente electo y su equipo anticiparon siembran dudas.

La autocrítica es buena, saludable, muestra una cuota de humildad. Reflexionar sobre los errores, buscar fallas, reconocer límites y mirar hacia adelante. Si el peronismo se enreda en repartir culpas por la derrota gastará tiempo y retrasará su principal tarea, la de reorganizarse con miras a 2019. No sólo Daniel Scioli carga con la derrota, sino el Frente para la Victoria en su conjunto. El futuro rol de la presidenta Cristina Fernández abre interrogantes. Sergio Massa y José Manuel de la Sota, ni lerdos ni perezosos, se anotan en la pelea por conducir al PJ, que deberá recomponerse siendo oposición.

En Argentina ganó la derecha democrática. Macri hizo una buena elección en las provincias del centro del país (Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Mendoza). Las claves del triunfo fueron las grandes ciudades. El ex presidente de Boca sabe que se impuso por apenas 700 mil votos, que deberá gobernar con el Congreso en contra, donde el peronismo tendrá mayoría en el Senado y será primera minoría en Diputados, y con buena parte de las gobernaciones en manos del PJ, aunque los distritos más poblados, entre ellos Capital Federal y provincia de Buenos Aires, serán amarillos PRO. “La idea es gobernar para todos”, dijo Macri con ánimo de no abrir frentes de batalla por adelantado.

El triunfo de Macri tiene impacto en la provincia de Santa Fe, donde ganó por más de diez puntos. En la elección de gobernador, el PRO, con Miguel Del Sel como candidato, perdió por una uña. El sector del radicalismo local aliado al PRO, con Mario Barletta, y José Corral a la cabeza, que en territorio provincial no sacó los pies del plato del Frente Progresista (FP), empezó a agitar las aguas políticas para correr este armado santafesino a la tienda de Cambiemos, cosa difícil.

El radicalismo macrista de Santa Fe saca pecho y busca ganar lugar dentro del FP y ya se lo hizo saber al gobernador electo, al socialista Miguel Lifschitz, quien había cantado que en el balotaje votaría en blanco porque no había diferencias entre Macri y Scioli. Con el resultado puesto, Lifschitz buscó acercar posiciones con el presidente electo: “Vamos a exigir (a Macri) un trato reparatorio por muchos años de haber sido discriminados”.

Macri, impulsado por los grandes medios de comunicación y el poder económico, supo aglutinar al antikirchnerismo, interpretar un descontento social con el gobierno, sobre todo en capas medias-altas de la población. Después de un discurso de campaña vacío de contenido, llega la hora de los bifes. Para gobernar un país no alcanza con Duranes Barba, marketing, focus groups, globos y bailes. La efectiva campaña del PRO y sus aliados terminó. Desde el 10 de diciembre Macri tendrá que gobernar, tomar decisiones. Pavada de reto le espera a una fuerza novata jugando en la liga mayor. La mitad que votó por la continuidad del proyecto político iniciado en 2003 con Néstor Kirchner, cuando el país resurgió como el ave fénix de entre las cenizas pos crisis 2001, se prepara para asumir su rol de oposición.