Juan José Aranguren, quien desde 2003 ocupaba la presidencia de la petrolera Shell, se despidió de la empresa y la próxima semana comenzará a trabajar activamente en los equipos técnicos de la campaña del precandidato presidencial y jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri.

Tras 24 años de carrera en la empresa, Aranguren llegó a la presidencia de Shell el mismo año en Néstor Kirchner asumió la jefatura del Poder Ejecutivo Nacional.

Dos años más tarde, el 8 de marzo de 2005, y con el barril de petróleo en alza, llegando un valor internacional de U$S 60, Shell decidió unilateralmente romper un acuerdo que el sector mantenía con el gobierno nacional para no modificar los valores de los combustibles, y aumentó sus precios hasta 4%.

La respuesta del Gobierno no se hizo esperar, y 48 horas más tarde, Kirchner pidió públicamente «a los argentinos que hagamos valer el poder del pueblo y nadie le compre nafta, porque las otras empresas no han aumentado», lo cual era cierto porque tanto YPF como Esso y Petrobrás, se habían mantenidos en sus valores, «Hagamos un boicot llamando a la conciencia nacional. Mi deber es defender al pueblo argentino y ponerme al frente del pueblo. A Shell no le tenemos que comprar nada, ni una lata de aceite», dijo el Presidente.

Desde ese momento, las subas de Shell fueron una constante, mientras YPF estuvo en manos de la española Repsol.

A mediados de 2006, la petrolera se negó a importar gasoil para proveer el mercado interno, y en noviembre de ese año comenzó a recibir sanciones millonarias por provocar desabastecimiento a los consumidores argentinos.

Un año más tarde, en agosto de 2007, el entonces secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, pidió ante la Justicia la detención de Aranguren y el resto de los integrantes del directorio local de Shell por violar la Ley de Abastecimiento.

En enero de 2008, ya con Cristina Fernández de Kirchner como presidenta, el Gobierno cerró las exportaciones de combustibles para tratar de que las petroleras retrotrajeran los valores de sus naftas al que estaba vigente en noviembre del año anterior.

Repsol, Petrobras y Esso acordaron bajar sus precios, Shell no lo hizo y recibió una caución de $ 66 millones, tras lo cual redujo los valores, pero Aranguren salió a amenazar con un desabastecimiento.

«Con la reducción de los precios hay más demanda y peor es el abastecimiento», aseguró el ahora asesor en hidrocarburos de Macri.

En marzo de 2010, el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, advirtió que Shell y Petrobras reducían la refinación para provocar una sobredemanda en YPF y presionar por una suba de precios.

«No existe falta de capacidad instalada sino que hay una decisión por parte de esas empresas de refinar menos petróleo para causar este escenario de desabastecimiento», aseguró De Vido.

A comienzos de 2011, y esta vez en sintonía con la monopólica Techint, Shell aumentó los precios de los combustibles mientras que el holding de Paolo Rocca lo hacía con el valor de la chapa.

No fue casualidad, sino que se trató de dos elementos fundamentales para la producción y el transporte: si sube la chapa lo hace también el costo de fabricación de los electrodomésticos, los automóviles, las maquinarias; y si aumenta el combustible, también lo hacen los fletes, que a su vez aumentan los costos producción, pero también el transporte público, y el privado; y se encarece la cosecha por el incremento en el gasoil.

Nuevamente la intervención del Gobierno, con dos resoluciones de la Secretaría de Comercio, echaron para atrás los aumentos.

Los aumentos de Shell y las reacciones del Gobierno tratando de frenar o retrotraer esas subas fueron una constante durante la gestión de Aranguren.

Otro verano, esta vez el de 2014, envolvió una vez más al saliente titular de Shell en una situación polémica: el ejecutivo compró al mediodía del 23 de enero U$S 3,5 millones a título personal.

Lo llamativo es que esa operación se hizo cuando la cotización del dólar era de $ 7,14; en el banco HSBC; pero el empresario ofertó por $ 8,40; lo cual generó un fuerte ruido en el mercado, y terminó por empujar a la devaluación del peso, que ubico a la divisa en $ 8; y provocó nuevamente la intervención del Gobierno para evitar que esta fluctuación terminara golpeando, como sucedía con las subas de los combustibles, en los bolsillos de los argentinos.

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