Por Facundo Díaz D’Alessandro

El escenario geopolítico mundial ofrece hoy, para el observador atávico, un panorama por lo menos confuso, gregario, contradictorio para ciertas nociones o supuestos de antaño que parecen hoy quedar enterrados, lo que puede no ser tan así teniendo en cuenta el resurgimiento de otros conceptos que parecían haber quedado atrás y hoy vuelven a instalarse en las usinas del pensamiento global.

El mundo ha cambiado, está cambiando, y debe ser comprendido en el estado real de las cosas y no en su imaginario.

Las hostilidades, por ahora comerciales y algo diplomáticas, entre Estados Unidos y China, anuncian los inicios de una nueva “guerra fría” que puede extenderse y conformar bandos a un lado y otro, como puede atestiguarse, por ejemplo, con los posicionamientos respecto a la situación de crisis política en Venezuela.

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Argentina, tras un 2018 magro, ingresa en el último año de mandato del gobierno de Mauricio Macri (que irá por la reelección) con una altísima dependencia financiera de Estados Unidos (cuyo gobierno tercia en las decisiones del FMI) así como con cierta dependencia comercial de China, uno de los principales socios del país en ese plano.

Este marco, que sugiere una diplomacia de la cautela y el pragmatismo, precisa el análisis de expertos en materia de relaciones internacionales, y en ese tren Conclusión dialogó con el politólogo, analista y consultor político Marcelo Gullo para intentar echar algo de luz en este escenario inestable, tanto afuera como adentro.

A contramano del supuesto común, que ve en la guerra comercial chino-estadounidense un problema, Gullo sostiene que para el país esto significa una ventana de oportunidad, algo así como “un penal en el último minuto, si lo metes salís campeón, si viene un chambón y patea afuera, 100 años de condena”.  

– ¿Es este un momento de “transición” hacia una “guerra fría” entre China (postura más expansionista) y Estados Unidos (postura más proteccionista)? ¿Cómo repercute aquí?

– Creo que hay enfrentamiento entre China y Estados Unidos, hay que entender lo que eso significa y si eso nos beneficia o nos perjudica. En primer lugar, en el largo plazo creo que nos va a beneficiar mucho; Estados Unidos es un país que se ha desindustrializado, las industrias chinas destruyen trabajo de las industrias norteamericanas. La única manera de enfrentar eso es con proteccionismo económico. Antes Estados Unidos nos criticaba por aplicar ese tipo de medidas; ahora cuando comienzan a aplicarlo ellos para defenderse no van a poder criticarlo más. Primero que nada nos beneficia porque vamos a tener autoridad moral para aplicar medidas proteccionistas porque ellos las aplican, así como subsidios a determinadas industrias.

– Y (defecto bien argentino) con una mirada más cortoplacista, ¿cómo afecta económicamente al país?

– Lejos estoy de creer que es perjudicial, para nosotros es muy beneficioso. Esto no va a llegar a un enfrentamiento armado, nadie se va a suicidar. Son dos potencias que tienen armamento nuclear, hay allí un equilibrio del terror, por el cual ninguna líquida a la otra porque sería liquidarse a sí misma. Está comprobado en la historia, dicho metafóricamente, que cuando hay lío en el centro hay fiesta en la periferia. Se relajan los controles de los grandes poderes mundiales. Ese es el momento oportuno para nosotros, para realizar lo que llamo insubordinación fundante. Es decir rechazar la ideología de dominación, que tiene por un lado el brazo neoliberal y por otro el brazo progresista. A través de la ideología neoliberal destruyen la base material de los pueblos, y a través del progresista, que predica la relatividad de valores, la pos-verdad, no hay idea de trascendencia, y así destruyen la base espiritual. Tenemos que realizar una insuburdinación fundante rechazando ambas.

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– ¿Y sobre qué ejes puede sustentarse esa “insubordinación” que siente las bases para el despegue, de una buena vez, de un desarrollo nacional?

– Dos ejes. Uno cultural, si uno no tiene claro cuál es la gran batalla cultural, como dije antes, y es que la oligarquía financiera internacional tiene estos dos brazos. No puede pasar como hasta ahora, que salimos del progresismo para entrar en el neoliberalismo y viceversa. Es como salir de la sartén para ir a la olla y así. En ambos casos hay siempre destrucción. Debemos tener en claro este horizonte primario, para afirmar una doctrina propia, como explicaron en el pasado otros dirigentes, como Perón. Hablo de una doctrina nacional, popular y cristiana, que rechace por igual al neoliberalismo y al progresismo. Teniendo esto firme puede empezar a pensarse en la practicidad, en cómo vamos a ejecutar un modelo económico de acuerdo a nuestras necesidades y ahí vamos a ver que claramente Argentina tiene todas las condiciones para practicar un neo proteccionismo, no a la antigua, a la Hamilton, ni como se efectuó del 45 al 55, sino selectivo, en áreas estratégicas, lo que nos permita crecer, como pueden ser tecnología de punta, manejo audiovisual. En otras áreas no será necesario. Eso siempre a posteriori de clarificar cuáles son las ideologías de dominación, después será más bien una cuestión metodológica en base a los objetivos de la Nación.

– ¿Cómo pensar al mundo del trabajo en este escenario tan complejo y cambiante, sobre todo desde lo tecnológico, cuando se habla de reemplazo de tareas y desregulación total de las relaciones laborales de cara al futuro?

– Es fundamental que el mundo del trabajo y el movimiento obrero organizado tome conciencia de esto: hay una ofensiva de la oligarquía financiera internacional, tendiente a destruir las organizaciones de trabajadores para imponer la desregulación definitiva, para llegar a una situación parecida a lo que sucedía antes de 1900. Es fundamental la comprensión de esto, el movimiento obrero, que ha sido la columna vertebral del país, tiene la responsabilidad de defender el pensamiento nacional y fomentarlo con sus instituciones y organizaciones, si no se autodefiende a sí mismo no habrá posibilidad de que exista ningún movimiento obrero en una Argentina derrotada cultural y económicamente, que no tenga industria ni pueblo, sólo individuos aislados que crean que pueden salvarse unos de otros independientemente y en solitario, o que estén tan intoxicados por la dominación cultural que no entiendan su cultura y su Nación.

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– El tema del momento en la región, ¿qué opinión le merece la situación de crisis política que vive Venezuela, con un presidente autoproclamado y otro con la legitimidad cuestionada por un sector importante de la sociedad? ¿Qué debe hacerse ante la injerencia extranjera?

– Hay que ser absolutamente claro en esto: no podemos admitir la injerencia extranjera en Venezuela, los problemas de los venezolanos los deben resolver los venezolanos. Eso no quiere decir que (Nicolás) Maduro hizo bien las cosas, evidentemente lo hizo muy mal. Después de la muerte de Chávez, eligió el camino de Cuba, optó por un modelo mas similar al castrismo que al peronismo. Chávez optó también entre esas dos posiciones, entre el pensamiento de Perón y el de Fidel, optó por el castrista, que ha llevado a la actual situación en Venezuela. Es culpa del Gobierno. No es ni más ni menos que decir y admitir la realidad, la catástrofe económica no se debe a ningún bloqueo sino a errores propios del gobierno venezolano. Cuando había dinero para hacerlo, los venezolanos no se industrializaron, no invirtieron la renta petrolera, sino que la dilapidaron. Venezuela es el principal importador mundial de whisky, literalmente se toman la renta petrolera. Distinto es permitir la dominación extranjera.

– ¿Venezuela realizó con Chávez esa insubordinación fundante de la que habla y ahora está desandando ese camino o nunca llegó a realizarse?

– Chávez se da cuenta al final de su vida que había que invertir la renta petrolera en una industrialización del país. Pero no le dio el tiempo, se lo llevó la muerte. Lo de Venezuela, con Chávez, quedó en una insubordinación epidérmica, no medular. Ahora no produce ni papel higiénico ni jabón. Qué revolución se puede hacer, a las 48 horas que te bloquean hay que rendirse. Chávez se da cuenta al final y no le alcanzó la vida. Maduro no quiso, como la mayoría de los venezolanos que nunca entendieron que tenían que industrializarse, creen que se puede vivir de la renta petrolera. Cuando el precio de petróleo cae y te boicotean de afuera estás frito, no te alcanza con eso.