Era junio de 1916. En México la inflación escalaba a un ritmo incesante y desbordaba todo poder adquisitivo. La historia obrera reaccionó ante las urgencias y dijo presente: el Sindicato de Empleados de Comercio formó ese año una comisión, encabezada por Abraham González Jr. como secretario general, para colaborar en la campaña contra los abusos de los comerciantes.

El hecho fue traído al presente por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (Inehrm) en base a material del Instituto Nacional de Antropología e Historia mexicana (Inahmx), que conserva y difunde el patrimonio arqueológico, antropológico e histórico de ese país. El recuerdo actúa inmediatamente en dos sentidos: en primer lugar, marca que los trabajadores se organizan para dar pelea contra la inflación desde hace más de cien años; en segundo, pone en tensión la actualidad y la coloca en el terreno de la comparación.

En este último plano, cabe la pregunta de qué paralelismo puede hacerse entre los sucesos relatados y el caso argentino. Para esto, es necesario realizar un repaso que permita identificar las particularidades de cada escenario. La Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC) tiene un informe abocado al tema. El escrito detalla que, a lo largo de su historia, el país argentino se ha caracterizado por numerosos episodios inflacionarios e hiperinflacionarios, siendo un caso de estudio en distintos puntos del planeta por la frecuencia e intensidad que estos presentaron.

HISTORIA DE LA INFLACIÓN

El texto titulado «Historia de la inflación en Argentina» especifica que durante los últimos 100 años -periodo posterior al ejemplo mexicano nombrado inicialmente-, la tasa inflacionaria promedio fue de 105% anual, con un máximo histórico de 3079% en 1989.

En este informe se presentan gráficos con la variación interanual de precios desde que el Indec posee una serie mensual de precios, como así también la inflación registrada en cada una de las presidencias del período, expresada en términos anualizados, para poder realizar una comparación entre cada presidente. Cabe aclarar que en los períodos de cambio de mandatarios se le asignó la inflación mensual al presidente con mayor cantidad de días gobernados durante ese mes.

Desde el primer dato oficial de precios al consumidor -sigue la CAC- en enero de 1943 hasta la muerte de Perón en julio de 1974, fueron 14 los presidentes argentinos (incluyendo los constitucionales y los de facto). La mayor variación interanual de precios durante este período se registró a mediados de 1959 bajo la presidencia de Arturo Frondizi, con una tasa de inflación que superó el 120%.

Sin embargo, el presidente que experimentó una mayor tasa de inflación promedio durante su período de gobierno fue el presidente de facto Alejandro Lanusse con un 63,4% de inflación anualizada en sus poco más de dos años en el poder. En el extremo opuesto se ubica Héctor José Cámpora, con una inflación anualizada de -30,1%, ya que durante su único mes de gobierno la variación de precios fue de -2,9%.

Los años siguientes al fallecimiento de Perón en 1974 significaron una etapa de profunda inestabilidad económica y social para la Argentina, en un contexto de crisis de la deuda latinoamericana. En términos del nivel de precios, esta conflictividad produjo que en el año 1989 se alcanzara la máxima tasa de inflación del país, bajo la presidencia de Raúl Alfonsín. La variación de precios promedio de ese año fue de 3079%, registrándose también una devaluación histórica (el tipo de cambio registró un aumento de 4771% anual con respecto al dólar). La pérdida de valor de la moneda fue tal que durante este período se realizaron dos cambios de símbolo monetario: en el año 1983 se reemplazó el Peso Ley por el Peso Argentino, y en 1985 este último fue sustituido por el Austral.

El presidente que registró una mayor inflación anualizada durante el período fue Reynaldo Bignone con un 401,7%.

Los años siguientes al fallecimiento de Perón en 1974 significaron una etapa de profunda inestabilidad económica y social para la Argentina, en un contexto de crisis de la deuda latinoamericana. En términos del nivel de precios, esta conflictividad produjo que en el año 1989 se alcanzara la máxima tasa de inflación del país, bajo la presidencia de Raúl Alfonsín. La variación de precios promedio de ese año fue de 3079%, registrándose también una devaluación histórica (el tipo de cambio registró un aumento de 4771% anual con respecto al dólar). La pérdida de valor de la moneda fue tal que durante este período se realizaron dos cambios de símbolo monetario: en el año 1983 se reemplazó el Peso Ley por el Peso Argentino, y en 1985 este último fue sustituido por el Austral.

La recesión de finales de los años noventa se tradujo también en un período de deflación: durante los dos años de la presidencia de Fernando de la Rúa la variación de precios fue negativa, con una tasa anualizada de -1,1%. La devaluación de 2002 impactó en el nivel de precios durante la presidencia de Eduardo Duhalde que tuvo una inflación anualizada de 29,3%. Tras un período de estabilidad de precios, la inflación volvió a ser un tema de preocupación nacional desde 2007, cuando la tasa anual superó el 20%. Estos niveles de inflación (no reflejados en los indicadores oficiales de precios, que fueron sistemáticamente alterados hasta 20154) caracterizaron a la mayor parte de los años de gobierno de Cristina Kirchner.

La administración de Mauricio Macri, enfrentada a los efectos inflacionarios de la unificación cambiaria y la actualización de las tarifas de los servicios públicos (que habían estado virtualmente congeladas durante más de una década), a la fecha no ha conseguido reducir estos guarismos.

De esta manera, tal marca el informe, la inflación ha sido una constante de la historia argentina de las últimas décadas. Salvo períodos excepcionales (el más prolongado fue el de la convertibilidad), la economía argentina registró un nivel inflacionario elevado. Resulta significativo señalar que solo 5 de las 26 presidencias analizadas registraron variaciones de precios menores a los dos dígitos, mientras que en el extremo opuesto, seis presidentes tuvieron inflaciones anuales que alcanzaron los tres dígitos.

«Considerando la persistencia y la magnitud del fenómeno, y los efectos adversos que la inflación tiene en la economía, la búsqueda de una solución debería ser una prioridad para las autoridades públicas y los diversos actores involucrados», concluye la CAC.

¿QUÉ HICIERON LOS TRABAJADORES?

Como bien marcan las conclusiones del mencionado informe y el caso mexicano citado inicialmente, el rol de las autoridades públicas no es el único sobre el que debe caer el foco, sino también debe considerarse a los diversos actores involucrados. El rol de los trabajadores y la organización obrera en cada etapa está finamente conectado a la evolución de problemáticas que afectan al conjunto de la población.

Tal repasa el sitio Chequeado.com, desde 1952 se aplicaron en el país diferentes planes que apuntaban a controlar la suba de precios. En ese año precisamente el presidente Juan Domingo Perón lanzó un Plan de Estabilización en el marco del Segundo Plan Quinquenal con el objetivo de reducir la inflación. El historiador y economista Mario Rapoport -señala el portal- contó en su libro Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003) que el plan fue un éxito en buena medida «por la adhesión al gobierno por parte de los sindicatos y la de los trabajadores en general», razón por la que «el objetivo de contener la inflación fue alcanzado prontamente».

Los periodistas Eduardo Anguita y Daniel Cecchini lo explican de mejor manera en una nota publicada hace dos años, que recuerda un discurso del propio Perón en la Plaza de Mayo en 1953: “Con referencia a los especuladores, ellos son elementos coadyuvantes y cooperantes de esta acción. El gobierno está decidido a hacer cumplir los precios. Y ustedes ven que tan pronto se ha comenzado, y el pueblo ha comenzado a cooperar, los precios han bajado un 25 por ciento. Eso quiere decir que, por lo menos, estaban robando un 25 por ciento. Han de bajar al precio oficial calculado, porque eso les da los beneficios que ellos merecen por su trabajo. No queremos ser injustos con nadie. Ellos tienen derecho a ganar, pero no tienen derecho a robar”.

Más precisamente, corría la tarde del 15 de abril de 1953 y la inflación era uno de los tantos desafíos que enfrentaba en segundo gobierno peronista. Aquí aparece uno de los actores que -como antes se decía- tiene peso cuando marca presencia, pero también a la inversa: la Confederación General del Trabajo (CGT) había convocado a una multitudinaria concentración frente a la Casa Rosada para defender al gobierno y su política económica.

Ante el escenario económico que se transitaba, las medidas de control no demoraron en llegar. «El 4 de abril el gobierno decretó la racionalización de la venta de una serie de productos, la obligación de los almaceneros de vender harina de trigo (que muchos guardaban en sus depósitos para especular con el precio), el aumento de vagones para el transporte de ganado hacia la capital federal para garantizar el abastecimiento de carne, y la fijación de precios máximos para la carne y otros productos de primera necesidad. Por esos días, en una campaña de inspecciones, se había descubierto la existencia de mataderos clandestinos y también la existencia de depósitos con mercadería oculta», detallaron los periodistas.

En ese marco, el apoyo de la CGT era imprescindible para enfrentar la situación, lo que llevó a la convocatoria a la concentración del día 15.

¿Y AHORA?

Con los ejemplos históricos mencionados, solo algunos en un mar de datos y eventos asociados a un tema de tal importancia, cabe la reflexión sobre el rol que ocupa cada actor en la problemática actual, donde la suba de precios acorrala el poder adquisitivo de la población.

Dicha escalada inflacionaria, como se vio, tuvo distintos niveles a lo largo del tiempo y varió dependiendo del accionar de las autoridades, pero también del resto de los actores.

El debate de fondo queda situado sobre el modo en el que los trabajadores actúan y podrían actuar frente a un escenario económico como que el que se atraviesa. Es decir, si es asumido el lugar dentro del elenco protagonista o se define un sitio entre los espectadores. La pregunta está abierta, la discusión posa sobre la mesa y las respuestas aparecerán con el flujo del tiempo.