Por Walter Graziano

Cuando a los mercados una idea se les mete en la cabeza es muy difícil borrarla por más argumentos racionales que se esgriman. Esa es la principal causa por la cual los economistas deberían abstenerse de predicar las erradas teorías del ingeniero ultramatemático Robert Lucas, premio Nobel de Economía en 1995 y padre de la notoriamente (en sentido inglés) célebre “Escuela de las Expectativas Racionales”. Algo de esa irracionalidad siempre presente desde que apareció el coronavirus afecta severamente todos los mercados. Y es que en este caso han ocurrido cosas que no pasaron en las dos grandes pandemias de gripe anteriores de este siglo: la del SARS en 2003 y la de la gripe aviar de 2009. En aquellos casos los titulares de los matutinos eran ocupados por los preparativos de la guerra de Irak en el primer caso, y de los intentos denodados de las principales potencias para sacar a la economía de la recesión iniciada en 2008 por lo cual la gran letalidad del virus H1N1 de aquella época pasó relativamente desapercibida frente a medios de prensa que intentaban por todos los medios “no hacer olas” frente al gran drama recesivo de aquellos años.

En este caso, en cambio, el mucho menos mortal coronavirus –por el cual muy pocos infectados mueren– provoca que auténticos clásicos del fútbol mundial se jueguen a puertas cerradas, se cierren colegios en Italia, haya ciudades enteras en cuarentena en China, donde se cierran puertos y los stocks de barbijos se agoten en la calurosa Argentina, aun cuando hay un solo infectado confirmado y fuera de peligro cómodamente instalado en un confortable sanatorio. Pero ¿por qué eso sería irracional cuando hasta el Papa modifica todas las costumbres para el Ángelus?

Toda esta probable sobreactuación por un virus que parece ser –al menos fuera de China– “de los del montón”, increíblemente parece haber contagiado no solo a mercados financieros y de “commodities” a diestra y siniestra sino hasta a la propia Reserva Federal que baja en dosis de medio punto –magnitud inusual– las ya ultra bajas tasas de interés vigentes lo que a su vez no puede más que retroalimentar las preocupaciones.

La causa es sencilla, dado que la pregunta a efectuarse es: “¿Qué sabe Jerome Powell sobre el coronavirus que nosotros desconocemos?” Y la respuesta es sencilla: probablemente nada. Simplemente, de manera inusual, en la Fed no se infectaron del coronavirus pero sí del virus de la “histeria colectiva” que llevó la tasa de los Bonos del Tesoro norteamericano a 10 años a valores inferiores al 1% anual. Si se nos hubiera dicho hace solo unos meses que Powell iba a actuar como actuó y que las tasas a 10 años iban a estar por debajo del 1% anual hubiéramos concluido que algo gravísimo podría estar ocurriendo en el mundo: una potencial guerra contra Irán, un terremoto de gran magnitud en la falla de San Andrés afectando de manera desesperante a San Francisco o una epidemia mundial con una tasa de mortandad al menos diez veces superior a la del coronavirus. Pero no, el mundo se ha vuelto loco por una gripe que no solo mata mucha menos gente que la recordada gripe aviar de 2009, cuando no se armó ningún pánico colectivo, sino que mata muchísima gente menos que la propia gripe común y silvestre, la llamada “influenza”, que puede ser mortal en más casos que el coronavirus. Pero ocurre que solo quien la padece puede comprender la gran diferencia entre la misma y un simple resfriado. Claro que… ¿quién puede darle prensa a una gripe tan vieja como la humanidad misma?

Con toda esta histeria mundial provocada por el coronavirus –de cuya causa no puede estar ausente el hecho de que Italia (bello país afecto a los telenovelones) sea el principal afectado después de China -a Argentina no le cabe más remedio que adaptarse. Para ser francos lo que hay que pensar es que esta nueva gripe quizás pueda favorecernos mucho más de lo que nos puede perjudicar. Muchos pueden preguntarse cómo puede ser así si la histeria hace bajar el precio de los commodities que Argentina vende al exterior. Sin embargo, es muy probable que la baja en granos y oleaginosas solo sea un factor puntual destinado a corregirse al alza. La causa es sencilla de entender: por más gripe y nuevos casos que aparezcan en China, la gente tiene que seguir comiendo en aquel país. La realidad es que no van a comer menos carne de cerdo –a los cuales alimentan en buena medida con nuestra soja– por el hecho de que esta los afecte, por la sencilla razón de que se sabe perfectamente que esta enfermedad no ha sido originada por los porcinos, los cuales hasta el momento parecen ser mucho más inmunes que los humanos al coronavirus.

Por lo tanto, no sería extraño que a medida que las semanas corran y el coronavirus empiece a desaparecer de los medios –aun cuando quede instalado en la realidad porque las enfermedades no desaparecen de un día para el otro– la potencial baja total que puedan tener nuestros commodities sea compensada con iguales alzas. De todas manera, a los fines de la campaña agrícola 2020 la cosa puede tener una relativa escasa influencia, dado que hay que recordar que uno de los problemas que hoy tienen nuestras autoridades es la baja liquidación de divisas por parte del agro, factor causado en buena medida por el hecho de que la venta de granos fue anticipada en 2019 por los temores a que el actual gobierno imponga mayores retenciones a la exportación. Por lo tanto, esta calamidad mundial afecta todavía menos aún a nuestro agro.

Pero si bien en lo comercial no es pensable –al menos hoy, con los actuales datos- que Argentina sufra un largo y perdurable efecto que haga sufrir su economía, no se puede sustraer al contexto mundial de histeria colectiva que tiende a paralizar severamente la actividad económica. Pero claro, hasta cierto punto. Tomemos por caso la industria sin chimeneas: el turismo. Transitoriamente se ha paralizado muchísimo. Pero… ¿qué países pueden ser turísiticamente beneficiados por esta nueva peste? Para nada el Asia. De ninguna manera los europeos. Tampoco Estados Unidos. Para hacer turismo entonces Sudamérica –en las antípodas de China- parece ser un destino relativamente sano y seguro para aquellos que en el mundo puedan pensar que se acercan los cuatro jinetes del Apocalipsis, que insólitamente parecen ser bastantes.

¿Es de eso de lo que Argentina puede sacar alguna ventaja? No solo de eso. La gran ventaja puede provenir de la renegociación de la deuda. A esos fines el coronavirus parece haber caído como anillo al dedo. Y hasta la notable demora que parece haber en la negociación puede resultar un factor beneficioso si se sabe explotar. Ocurre que en momentos de stress financiero como los actuales los bancos, fondos y grandes casas de inversión no quieren más problemas, los cuales están afectando muchos de sus activos considerados como seguros. Por lo tanto, frente a un problema pequeño y molesto como puede ser el tema de la deuda argentina es más probable que quieran cerrar trato y olvidarse para siempre (o al menos hasta el próximo default) de que aquí compraron bonos a cerca del 100% de paridad que ahora no llegan ni siquiera en muchos casos a valer el 45%. Y es que muchos pueden pensar que el coronavirus es más tóxico que nuestros bonos y Argentina ocupa mucho menos del 1% de las carteras de inversión de activos financieros por lo que después de todo, ¿qué importa canjear bonos a pérdida si “chocan los planetas”? Poco, muy poco. Por eso es el momento adecuado para aprovechar esta tasa de interés de menos del 1% de los Bonos del Tesoro a 10 años, apurarse a renegociar maximizando una baja en la tasa de interés y una prolongación de los plazos todo lo que se pueda siendo flexible con el espinoso tema de la quita en el capital. Después de todo, si se hacen bien las cuentas y hay un buen período de gracia o al menos un muy largo plazo para el repago del capital, los montos anuales de dólares que habrá que desembolsar en concepto de servicios de la deuda van a estar mucho más influenciados por la tasa de interés que se pacte que por los repagos de capital. ¿Y entonces? Entonces parece ser un excelente momento para meter “a todo el mundo adentro” y darle las gracias a la prensa internacional que llenó el aburrido vacío de noticias que ya llevaba meses con las aventuras de este virus, que si de algo carece, es de corona, precisamente.

Fuente: ambito.com

Foto portada: Robert Lucas.