Por Walter Graziano

Durante el fin de semana pasado arreciaron las críticas al Banco Central y hubo fuertes rumores acerca de la posible salida de su presidente, Miguel Pesce. Tras las medidas del fatídico martes 15 en el cual se dispuso un apresurado, poco estudiado, mal concebido y peor instrumentado conjunto de medidas cuyo objetivo parecía ser hacer bajar las cotizaciones de las variantes alternativas del dólar y engrosar el nivel de reservas, esos rumores no eran sin fundamento. Lo cierto es que probablemente ningún estudiante de economía de nivel básico podría considerar que intentando restringir más de lo que ya estaba la salida de dólares del país se podía lograr que los mismos ingresen de manera voluminosa a las arcas del Banco Central.

Pero de lo ilógico se pasó directamente a lo insensato al disponerse que las empresas endeudadas con acreedores del exterior y cuyos vencimientos operan entre septiembre y diciembre de este año comiencen negociaciones “contra reloj” para que le extiendan los vencimientos a un plazo no menor a los dos años de manera forzada. El costo de no lograrlo, es que el BCRA tampoco desembolse el restante 40% de las deudas que vencen en ese período. ¿Qué acreedor va a querer aumentar su posición crediticia con empresas argentinas por más sólidas y bien calificadas que las mismas estuvieran? Si esta medida en particular hasta el momento no ha causado demasiadas complicaciones que se hayan hecho públicas es porque dichas deudas recién empiezan a vencer. Cuando ello ocurra masivamente otro va a ser el cantar. Y ni que hablar de lo que puede ocurrir a inicios de 2021 con las deudas de empresas argentinas que vencen con acreedores del exterior el próximo año. Si el presidente del BCRA ya venía sumamente debilitado por las largas colas de jubilados apenas comenzada la cuarentena y el mal manejo de la política monetaria, el disparatado sistema cambiario adoptado parecía un boleto gratis a los beneficios de una jubilación anticipada.

Y es que no puede extrañar que desde entonces el BCRA no solo no haya podido recuperar reservas sino que por lo contrario haya tenido que salir a vender. ¿Qué otra cosa hubiera podido ocurrir? Es lógico que ello haya pasado y que se pensara en la adopción de más medidas. Por si queda algún distraído, vale recordar que el martes 15 el BCRA dispuso la creación de un sistema cambiario en el que una de las tantas variadas cotizaciones del dólar – más precisamente el “contado con liquidación”, que es el que se intentaba bajar a toda costa – quedaba sin oferta real dado que se dispuso que ese dólar solo podía ser operado por residentes extranjeros. De más está recordar que si hay algunas empresas o particulares dispuestos a vender un puñado de dólares, esos son precisamente personas físicas o jurídicas residentes nacionales, dado que solo residentes argentinos pueden tener la necesidad de aumentar sus tenencias de pesos. Los residentes del exterior en cambio no necesitan tener un solo peso. Por lo contrario, muchos fondos extranjeros que operaban en el mercado local iban a necesitar pasar una buena parte de sus tenencias en moneda nacional a dólares para tomar ganancias -o mejor dicho: pérdidas- y dejar atrás el mal sabor de esta mala experiencia de inversión argentina. Justamente las imprudentes medidas del martes 15 iban en detrimento de que los extranjeros que necesitaran dólares encontraran alguien que se los pudiera vender.

Por lo tanto, así como a muchas empresas del sector público y privado les cabe la culpa de haber incentivado el diseño de inconsistentes medidas como la adoptadas, al BCRA le cabe la dura doble responsabilidad de haber sido blando con ese “lobby” y encima de haber dispuesto normas cuyo previsible final en más pérdidas de reservas del BCRA y más desconfianza de los inversores extranjeros y nacionales en el peso no puede soslayarse.

Sin embargo, sería pecar de tecnicista decir que el directorio del BCRA, entre los que sobresale su presidente, debería dar un paso al costado e intentar que un piadoso manto de olvido se extienda sobre su memoria debido a las desacertadas medidas del martes 15. Eso sería empequeñecer los grandes logros de dicho directorio para gozar de vacaciones anticipadas por tiempo indeterminado. Bien podría decirse que el “summum” del disparate por el cual el actual directorio del Banco Central con su presidente a la cabeza van a pasar a la historia ocurrió hace meses, cuando comenzó la cuarentena.

En esa ocasión se dispuso el desacertado cierre de los bancos. Y cuando se los reabrió se establecieron duras restricciones para el retiro de pesos de las entidades financieras. El argumento que se usó en aquella época fue que no se quería aglomeraciones en los bancos que pudieran provocar contagios. Esas palabras no sonaban convincentes en boca de quien solo días antes había dejado crecer largas colas de jubilados a la intemperie cuando comenzaban los fríos del otoño. Pero los dislates y contradicciones no acabaron con ese contrasentido. Ocurre que el presidente del Banco Central -emulando al exministro Cavallo en sus buenos tiempos- salió a decir barbaridades acerca de quienes decíamos que estaba sembrando la semilla de una “remake” del corralito bancario de 2001 con el fin presunto de evitar una suba en el valor del dólar. Y eso era lo que realmente Pesce intentaba ocultar con su supuesta y teatral indignación.

Prueba convincente de que la medida fue un grave error es que ese , y otros dislates provocaron la rápida suba de los dólares “blue”, CCL y MEP que de cotizar tranquilos alrededor de $80 se fueran a los inquietantes niveles de $140 solo en pocas semanas. No era la nueva costumbre del uso del barbijo lo que produjo esa suba, dado que cuarentenas había en todas partes del mundo y no por eso las monedas de diversos países se derretían contra el dólar. Tampoco era la emisión monetaria, que en marzo era abismalmente inferior.

Lo cierto es que a más de siete meses después de instaurada la nueva jaula bancaria en la que duermen nuestros pobres pesos, continúan las duras restricciones para la extracción de los mismos de los bancos. Solo pueden extraerse de los cajeros automáticos en dosis homeopáticas o con la autorización expresa de funcionarios de cada banco, aunque igualmente con duros limitantes. Pregunta: ¿Teníamos o no teníamos razón quienes opinábamos que Miguel Pesce y su gente estaban creando un nuevo “corralito” bancario para los pesos?

Fíjese el lector en esta doble situación paradojal en las que nos coloca el Banco Central:

La moneda que es de curso legal y forzoso en el país, o sea el peso, solo puede extraerse en un solo día en magnitudes superiores al equivalente a unos doscientos miserables dólares – la mitad de lo cuesta, o mejor dicho costaba, una noche en un hotel cuatro estrellas de Buenos Aires sin desayuno – con previa autorización de unos pocos funcionarios bancarios, que nos toman examen y escudriñan las causas de los retiros, mientras que la moneda considerada como refugio de narcotraficacantes, secuestradores y traficantes de armas por el propio Miguel Pesce, o sea el dólar, se puede depositar y retirar de manera totalmente ilimitada de las entidades financieras.

La moneda que se permite depositar y retirar libremente en cualquier momento de cualquier banco, por cualquier monto, como por un tubo, casi con “alfombra roja” – o sea, el dólar – tiene su libre compraventa absolutamente prohibida al punto de constituir un delito.

De locos. Ni en las épocas de la hiperinflación hubo en Argentina un directorio tan incoherente en el Banco Central como este. ¿Cómo es esto de que la moneda que se puede sacar ilimitadamente de los bancos tiene su libre compraventa prohibida? ¿ Cómo es aquello de que todos los precios de la economía deben estar obligatoriamente en una moneda con grandes restricciones para circular libremente? Este directorio del Banco Central logró lo que nadie pudo. Pudo dar vuelta la genial y recordada frase del general Perón y transformarla en “¿Alguno de ustedes alguna vez vio un peso?”

Fuente: ambito.com