Por Gabriel Profiti

La eliminación total del arancel del 35% para la importación de notebooks y tablets comenzará a regir en forma inminente, con la intención oficial de convertirla en punta de lanza del nuevo
modelo económico y expandirla a otros sectores.

El razonamiento del Gobierno en este punto es el siguiente:

– En 2016 se vendieron unas 2,5 millones de notebooks y tablets en la Argentina.

– Con arancel cero, deberían abaratarse sensiblemente. Hoy cuestan el doble que en Chile y bajo la nueva modalidad se situarían solo 20% más que del otro lado de Los Andes, calculan en una de las principales oficinas de la Casa Rosada.

– El nuevo esquema hará que no se fabriquen/ensamblen más en el país, pero se duplicarían las ventas a 5 millones de unidades.

– Si la ecuación se cumple, al final del camino habrá unos 15 mil puestos de trabajo más de los que hay hoy. En vez de fabricar laptops habrá más distribuidores, técnicos y vendedores. El caso más sonoro, el de los fabricantes locales de Banghó, todo indica que pasarán a brindar servicio técnico de máquinas importadas.

«Si sale como esperamos, lo vamos a aplicar a otros sectores. Estamos convencidos, pero lo iremos haciendo con gradualismo», aseguró una figura central del equipo económico.

El plan abre interrogantes, empezando porque parte de estimaciones que no son compartidas por fuentes de la industria tanto en el diagnóstico como en las perspectivas.

Además, será implementado luego del paso en falso del programa Precios Transparentes, que -al menos en su puesta en marcha- se cumplió muy limitadamente y terminó tackleando el consumo.

«La Argentina siempre tuvo una industria protegida y durante el kirchnerismo estuvo ultraprotegida. El resultado es un costo laboral alto con un poder adquisitivo bajo, porque el trabajador paga mucho más caro distintos productos en el país que afuera», señalaron en el Gobierno.

En pocas palabras, la industria que no es competitiva debe reconvertirse. Por eso el plan oficial incluye un menú de acuerdos con distintos sectores -ya firmaron los petroleros de Vaca Muerta y las automotrices- para mejorar la productividad.

El Gobierno también se apresta a enviar al Congreso una nueva ley de «compre nacional» destinada a privilegiar a industriales locales en las contrataciones públicas, entre otras medidas.

Además, los ministros de Trabajo, Jorge Triaca, y Producción, Francisco Cabrera, trabajan con empresarios y gremialistas de «sectores sensibles» como textiles, mecánicos, ceramistas y zapateros, para mejorar sus balances.
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Empleo industrial
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El esquema macrista parte también de una realidad: los empleos industriales perdieron su peso en la mayoría de los países desarrollados, en favor del crecimiento del sector de servicios.

Uno de los cerebros económicos del Gobierno suele mostrar una planilla que indica cómo cayó en países centrales el peso de las manufacturas en el porcentaje total de empleos desde 1975 a 2015.

En Alemania esa proporción se redujo del 33% al 22%; en el Reino Unido de 33% a 10%; en Japón 26%-18%; en Francia 31%-14% y en Estados Unidos 22%-9%, según un estudio realizado por el «think tank» Bruegel con sede en Bruselas.

En esa lista no está Australia, nación convertida en espejo y guía para el macrismo, a partir del éxito de su modelo de apertura comercial y reconversión industrial.

Los empleos industriales en la Argentina actualmente representan el 20% de la masa laboral. En unos años, según el Gobierno, ese porcentaje será menor, pero la desocupación debería bajar, siguiendo el recorrido de los países desarrollados.

Esa radiografía comenzó a exhibirse en los últimos datos de empleo: crecieron los puestos formales pero cayeron en la industria.

El gráfico de Bruegel exhibido en la Casa de Gobierno forma parte de un trabajo realizado a partir de la decisión del presidente estadounidense Trump de tomar medidas para cerrar su economía y favorecer a la industria nacional.

El debate está instalado. Trump ganó las elecciones con un discurso nacionalista -«Estados Unidos primero» era el eslogan- afincado en el interior, que se sintió postergado por haberse
convertido en la góndola de productos made in resto del mundo.

Los analistas de Bruegel condenan severamente el giro estadounidense y consideran que será contraproducente. Pero también hay voces del otro lado de la cuerda.

Es interesante ver una pieza periodística multimedia del sitio PBS Newshour (http://www.pbs.org/newshour/updates/can-president-trump-bring-back-manufacturing-jobs/), cuyo título es «Puede el presidente Trump devolver los puestos de la industria manufacturera».

El video hace eje en la ciudad de Erie, del estado de Pennsylvania, que quedó convertida prácticamente en un páramo por el cierre de las industrias.

El debate incluye otra arista en Estados Unidos: los empleos industriales son mejores pagos que los del sector de servicios (dentro de una economía protegida).

Es probable que se instale aquí también, en la medida en que distintas plantas bajen sus persianas.