Con el discurso que dio el presidente Mauricio Macri el pasado miércoles 16 de mayo, en oportunidad de los acontecimientos que dejaron en evidencia la vulnerabilidad de la economía argentina frente a los movimientos especulativos de capitales, quedó expuesta la delicada situación en la que se encuentra el país.

Lejos de llevar tranquilidad, el presidente ratificó con sus propios dichos las malas noticias sobre las que se venía especulando desde los primeros días de su gobierno. Fue claro y contundente al decir que la marcha y dirección de la política económica argentina responde a la decisión “del mundo” y que no hay margen para ninguna otra medida que no sea “achicar el déficit fiscal”.

La frase fue clara y no dio lugar a dudas. El presidente dijo “el mundo ha decidido”, y se refería a las exigencias que ponen las corporaciones financieras internacionales, a través de sus organismos y voceros formales, para que la Argentina acelere la aplicación de un ajuste fiscal aún más grande del que se venía implementando.

En rigor de verdad, lo que le preocupa “al mundo” es la disponibilidad de recursos que el país necesita para atender sus compromisos internacionales, de tal manera que pueda garantizar la toma de ganancias de las operaciones a las que el gobierno argentino le invitó a realizar. Está claro que esta preocupación está totalmente apartada de cualquier tipo de apoyo a una estrategia de desarrollo nacional soberano que le permita al país hacer uso eficiente de sus recursos para que todos sus habitantes puedan vivir con modestia, pero con dignidad.

Con la ayuda de los periodistas habilitados para hacer preguntas (sólo algunas sonsas y de notable superficialidad) el presidente no tuvo reparos en utilizar todo tipo de argumentos (incluyendo las falacias de siempre) para validar la pretensión de estos grupos especuladores y abonar la idea de que no hay otra solución posible para los argentinos.

Después de varios días de incertidumbre, pérdida de reservas, especulación y profundización de la crisis externa que vive el país, hecho que motivó al gobierno a recurrir al peor prestamista de última instancia, como es el Fondo Monetario Internacional, resulta ser que el problema es la lentitud de las medidas de ajustes aplicadas por un gobierno cuyo principal problema es ser demasiado optimista y presentar algunos problemas de coordinación.

Desde luego, y habida cuenta de los antecedentes que tiene la Argentina en la materia, no sirve de nada echar culpas sobre los ya conocidos especuladores seriales del mundo financiero, siendo que fue un gobierno democrático, apoyado en muchas de sus medidas por el Poder Legislativo de la Nación, el que tomó las medidas para atraer capitales especulativos y colocó al país en posición de sufrir este tipo de ataques especulativos. Fue el gobierno argentino el que eliminó todo tipo de regulaciones al movimiento especulativo de capitales, a la liquidación de divisas, al acceso irrestricto de divisas y le sirvió en bandeja (con la “seguridad jurídica” del caso) el negocio de suculentas tasas, garantizando la puerta de escape con dólar artificialmente bajo.

Frente a la alevosía de tal encubrimiento y de lo gravoso de semejante falacia, las otras mentirillas piadosas del presiente resultan meros detalles anecdóticos; como que la Argentina lleva casi dos años de crecimiento económico (7 trimestres), que hace 70 años que tiene déficit fiscal, o que el “laburante” no recibe nada de esos subsidios perversos que paga el Estado a vaya saber quién…

No es tan grave la falta de destreza del presidente para transmitir una idea, o la permanente recurrencia a falaces latiguillos que se montan en las viejas y queridas zonseras argentinas. Lo realmente grave es tener un gobierno que con sus medidas haya colocado al país en una posición de notable subordinación y que convoca a todos los argentinos a obedecer las pretensiones del capital foráneo, especulativo y sin bandera, al que le ha rendido culto obsecuente desde su primer día de gobierno.

Es cierto que ningún Estado puede sostener indefinidamente un déficit fiscal, pero bajo ningún punto de vista es verdad que la única manera de revertir esta situación sea exigiendo cada vez más a quienes menos tienen, al mismo tiempo que se reduce la carga impositiva a los sectores más pudientes, se subsidia el dólar para el carry trade (bicicleta financiera) y se financia la fuga de capitales con apertura total y endeudamiento externo.

El problema principal de la Argentina de hoy no es, desde luego, la mochila del déficit fiscal, sino presentarse de rodillas y con la frente baja ante los deseos codiciosos de quienes quieren hacer de la Nación Argentina un caso testigo de coloniaje posmoderno.

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