LE Cristian A. Modolo*

La región centro es, sin dudas, un polo netamente productivo. Con diferencia entre las provincias que la componen, cada una aporta al país una significativa cantidad de riquezas, divisas y, fundamentalmente, trabajo. Ahora bien, no son iguales. Los perfiles y motores económicos son distintos.

Un primer acercamiento productivo permite comprender la matriz de creación de trabajo. La actividad industrial prevalece en Santa Fe, generando el 21,4% de la riqueza provincial. Le sigue Córdoba con un 14,2% del Producto y, finaliza Entre Ríos, con el 11,6% siendo, de las tres provincias, la menos industrializada.

En cuanto a la actividad comercial, nuevamente, Santa Fe lidera el ranking de la región, con el 22,5% del producto provincial. Le siguen Córdoba con el 18,5% de la riqueza y cierra, muy cerca, Entre Ríos con el 17,1%.

Esta perfomance, permite observar que Santa fe, concentra más del 43% de sus actividades en zonas urbanas, en tanto que Entre Ríos, posee sólo un 28,7% de sus actividades en los centros poblacionales.

La importancia de concentrar actividades en centros urbanos, grandes y medianos, conlleva la posibilidad de generar fuentes de trabajos que posee otros derrames en el resto de los sectores económicos como el de la construcción y servicios, en general.

Dichas diferencias, explican el tercer motor de las economías: la agricultura, dónde, en contraposición, la provincia de Entre Ríos, lidera el ranking regional con el 18,5%, le siguen Córdoba con el 12,5% de la riqueza en su tierra, y cierra Santa Fe con el 8,3%. Esto explica, en parte, la densidad poblacional en cada jurisdicción.

La configuración de los tres motores principales, en cada rincón de la región, condiciona su desarrollo y explica su presente. En efecto, al considerar la evolución a través de los años, la perfomance de cada una ha sido muy dispar. Córdoba, por ejemplo, a pesar de contar con una estructura productiva más equilibrada, durante los últimos 10 años (2010-2020), tuvo una generación de riqueza que cayó un 6,1%, es decir, que comparando los dos años de inicio y fin de la década, su población es menos rica en el 2020 que en el 2010. Si bien ésta circunstancia puede estar fuertemente influida por el impacto de la recesión más pandemia, el golpe que acusó la docta fue muy fuerte. Como contraste, Entre Ríos y Santa Fe mostraron una evolución positiva de su riqueza en los últimos 10 años. Aunque la mesopotámica se destacó con un crecimiento del 5,1% en el período, y Santa Fe sólo creció un 1,5%.

El escenario descripto nos conduce a realizar un segundo análisis, la década del 10 del siglo XXI en la región tuvo un pobre desempeño que, si bien no se alejó del resto de la realidad nacional, no pudo superar el escenario de recesión de muchos años que culminaron con una crisis sanitaria sin precedentes. De ahí que el desempeño haya sido pobre. Esto implica y explica, por ejemplo, que haber mostrado un crecimiento del 1,5% en una década, cuando la población lo hizo un 9%, supone un producto per cápita menor, así la población es más pobre en el 2020 que en el 2010 a pesar de tener un aparato productivo funcionando.

Finalmente, se puede avanzar, entre otras cuestiones derivadas de ello, en la generación de trabajo. Una estructura productiva que no crece o crece poco, en relación al crecimiento de la población, tiene como consecuencia, más desempleo urbano y pobreza. Ambas circunstancias presentes en la actualidad. Por ende, no puede explicarse los magros datos sociales del presente sin tener en cuenta la situación productiva que no evoluciona a los niveles mínimos necesarios de la población.

Por ejemplo, el empleo formal en los últimos años ha ido decreciendo paulatinamente. En Córdoba, a setiembre de 2017, existían 510.160 trabajadores formales en el Gran Córdoba, tres años más tarde, los puestos ocupados bajaron a 472.171 personas, un 7,4% menos. En Santa Fe y Rosario, la tendencia fue similar, de 507.134 en setiembre de 2017, descendió a 476.374 trabajadores tres años más tarde. Finalmente, Entre Ríos (capital) la cantidad de empleos urbanos formales pasaron de 139.296 trabajadores a 129.945 en setiembre de 2020.

Esta variable cuando se combina con los ingresos salariales explican la baja dinámica económica interna, por ejemplo, en las ventas de supermercados, dónde Entre Ríos ostenta el récord, entre enero y setiembre de 2020, de contar con una merma del 42,2%. En otras palabras, la combinación de desempleo con bajos salarios, impactan notoriamente en la actividad interna de cada comunidad. Es un círculo vicioso.
El presente diagnóstico, lejos de mirar el vaso medio vacío, busca encontrar un principio que explique el presente regional. Cada provincia, cada localidad poseen divergencias y perfiles propios. Pero la realidad económica y social, muestran coincidencias y tendencias similares. Es necesaria la recuperación del aparato productivo. La genuina generación de empleo. Y empleo de calidad.

Sin dudas, la Región es la más robustas del país. Heterogénea y diversificada. Generadora de divisas pero que no evoluciona al nivel que requiere la dinámica poblacional. Sólo con mayor inversión local, de emprendedores y firmas existentes podrán convertir el “círculo vicioso actual” en uno “virtuoso” para hallar un 2030 en mejores condiciones de vida que la actual.

La comprensión de estas claves permitiría encontrar los mecanismos de generación de crecimiento “hacia afuera y hacia adentro”. Un desarrollo armónico que genere productos exportables pero que, a la vez, desarrolle su población. El crecimiento que no se traduce en desarrollo, sólo lleva a empobrecer los territorios.

*Ex Subsecretario de Hacienda de la Nación y miembro fundador de la Fundación de Estudios Políticos y Estratégicos.