Por Esteban Guida*

Tomando como base algunos datos oficiales y otros informes elaborados por instituciones privadas, la Secretaría de la Transformación Productiva del Ministerio de la Producción de la Nación, ha elaborado un documento que busca fundamentar el optimismo que tienen los funcionarios del gobierno de Cambiemos respecto a la marcha de la economía nacional, uno de los puntos más débiles de la gestión macrista.

El documento denominado “Monitor de la Economía Real”, clasifica con colores (rojo, amarillo y verde) la evolución de varios indicadores económicos. Llama la atención que de 25 indicadores, 23 están de color verde, reflejando un panorama altamente positivo, afín al discurso de los “brotes verdes” que se viene utilizando como estrategia para instalar la idea de que la economía nacional, luego de un proceso de ajuste forzoso, se encuentra en un sendero de crecimiento sostenido.

Es cierto que en los meses de junio y julio de 2017, las cifras oficiales están mostrando algunos guarismos positivos en el comparativo interanual (o sea, contra el mismo mes del año pasado) y que algunas variables parecen revertir la profunda caída que sufrieron el año pasado. Esto no es de extrañar, puesto que el año 2016 fue realmente malo en todo sentido.

No caben dudas de que una mejora en cualquiera de estos indicadores es un dato alentador, puesto que en un contexto recesivo en el que las variables fundamentales de la económica todavía siguen una lógica especulativa, vale festejar cualquier dato positivo sobre la actividad económica, productiva e industrial.

Sin embargo, caer en falsos optimismos armando un rompecabezas de datos y gráficos con el sólo fin de mostrar indicadores “color verde”, es una imprudencia que enfrenta al conjunto de los argentinos con un costos y elevado riesgo fracaso. Resulta que el mencionado informe hace énfasis en los indicadores de coyuntura, diseccionando las series de tiempo como sea necesario para mostrar un crecimiento comparativo, pero omite deliberadamente los puntos oscuros del modelo sobre los que cualquiera puede (y debe) sospechar.

Como se viene advirtiendo desde varios sectores, si la economía no genera un saldo comercial favorable, ni se espera que ello ocurra en el mediano plazo, la pregunta impostergable es ¿cómo hará el país para sostener un esquema como el actual en el que se consumen crecientes cantidades de divisas, pero no se las genera de manera genuina?

Una Balanza Comercial desfavorable (ya acumula en el año más de 3.500 millones de dólares de déficit), el creciente déficit fiscal que absorbe recursos de la economía sin un correlato expansivo (cercano al 8% del PBI), la constante formación de activos en el exterior (compra de divisas para turismo, giro de dividendos, remesas y atesoramiento) y un creciente requerimiento de dólares para atender los intereses de la deuda externa (que supera los 23.000 millones de dólares para los próximos 18 meses), hablan a las claras de un panorama que no puede ser pintado de verde.

Las dudas acerca de la viabilidad de la concepción que el gobierno de Macri tiene acerca de la economía nacional, no se basa en la discusión sobre la veracidad o el armado de informes de coyuntura económico, sino en la estrategia de acumulación de capital y de su respectiva distribución entre todos los argentinos. El optimismo será fundado en tanto y en cuanto el país pueda encontrarse en un sendero de crecimiento económico, con autonomía de otros intereses y criterios de justicia social.

Mirar la coyuntura económica sin cuidado de las bases filosóficas del modelo económico y su rumbo estratégico, es subestimar las enseñanzas que aporta la historia económica Argentina, y arriesgar a repetir sus conocidos fracasos.

 

*Economista / [email protected]