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Por Lautaro Zeballos

El 16 de noviembre, cuando habían pasado algo más de 24 horas de la difusión de los resultados electorales, intelectuales, referentes culturales y científicos pertenecientes al Frente de Todos decidieron reunirse para analizar en conjunto el desarrollo de los comicios y los desafíos de la nueva etapa. El antropólogo social y asesor presidencial, Alejandro Grimson, participó de ese encuentro en donde se resaltó la necesidad de poner foco en el impacto de la emergencia sobre los imaginarios, los deseos y las subjetividades. Una crisis que, a diferencia de otras atravesadas a lo largo de la historia reciente, tiene una continuidad que atraviesa los años macristas y gana profundidad a partir de la pandemia.

En una entrevista con Conclusión, el titular de Argentina Futura abordó los debates que tendrá por delante la alianza de Gobierno e indicó que, al momento de medir los resultados de la gestión, debe tenerse en cuenta que «existe una correlación de fuerzas, que es dinámica, pero que no se modifica por mera voluntad», ya que «los otros también juegan». En ese marco, igualmente resaltó varios procesos llevados adelante por el FDT e identificó la hoja de ruta que debería seguir el país: la apuesta por acciones que aporten a un crecimiento con inclusión y distribución, de modo que ese desarrollo sea económicamente; socialmente; y ambientalmente sostenible.

Grimson es doctor en Antropología, investigador principal del Conicet y profesor titular de la Universidad Nacional de San Martín. Estudia desde hace años las culturas políticas, identidades, desigualdades y movimientos sociales. Argentina Futura, el programa que tiene a cargo, fue creado oficialmente en enero de 2020 y tiene como objetivo «delinear una visión del país a largo plazo» y «la coordinación de acciones frente a situaciones de crisis», entre varios otros.

¿Cuál es el análisis de los últimos resultados electorales?

—Los resultados están a la vista cuantitativamente. Lo que se puede ver es que hay un sector importante que votó al Frente de Todos en 2019 y consideró insuficiente lo que hizo el Estado en este tiempo. Quizás, como sucede en algunas sociedades, también hay gente que cree que la pandemia es culpa del Gobierno. Es algo que incluso se escucha de vez en cuando el algunos medios de comunicación. Más allá de los errores que se puedan haber cometido y de la necesidad de corregir todo lo que haya que corregir, no se puede dejar de considerar que los procesos electorales en contextos de pandemia fueron bastante adversos para los oficialismos. En este caso también afectó los niveles de participación.

El pasado 16 de noviembre participó de una reunión de varios intelectuales del Frente de Todos para analizar qué dejaron las elecciones. ¿Cómo fue ese encuentro?

—Fue muy positivo. Hubo científicos y científicas; referentes culturales; intelectuales; académicos y académicas que vienen de toda la diversidad del Frente de Todos, y expresaron distintas vertientes y opiniones. Justamente, establecimos un primer dialogo sobre el resultado electoral, constatando que claramente hay dos grandes coaliciones en la Argentina que se consolidan. A la vez constatamos ciertos fenómenos y mutaciones que se dan en distintos planos de la sociedad argentina, tanto en la estructura social, la estratificación, como en las sensibilidades y las subjetividades a partir de dos fenómenos: la pandemia y el hecho de que la crisis que se abrió con el Gobierno anterior, al ser prácticamente continua con la pandemia, generó un periodo de muchos años de vivir en situación de emergencia.

¿Cómo es eso?

—Con esto quiero decir que cuando uno compara con algunas situaciones que hemos atravesado (por ejemplo, la crisis del 2002, que en términos de indicadores sociales fue mucho más grave que la actual porque obviamente no había políticas de protección social como las que existen hoy), encuentra que fueron menos extensas en el tiempo. Ese efecto de la extensión de la crisis produce también consecuencias en los imaginarios, los deseos y las subjetividades. Es fundamental tener en cuenta eso para entender qué es lo que está pasando entre los jóvenes; en la relación entre varones y mujeres, en otro proceso de transformación; los deseos de inserción laboral y cómo, en todo este contexto, el Estado puede ser significado de distintas maneras por diferentes sectores sociales.

JUVENTUD, FONDO Y SOSTENIBILIDAD

El 24 de marzo de 2004, cuando el entonces presidente Néstor Kirchner ordenó bajar los cuadros de los dictadores Reynaldo Bignone y Jorge Rafael Videla del Colegio Militar de la Nación había -dice Grimson- un proceso de politización creciente. Lo mismo sucedía el 3 de enero de 2006, cuando la Argentina canceló con un solo pago el total de su deuda con el Fondo Monetario Internacional. Rondar los 20 años en ese entonces -considera el antropólogo social- puede llegar a distar mucho de la experiencia de un joven que atravesó el abrupto parate de la pandemia. «Nos quieren convencer de que son tan grandes las dificultades que es mejor que nada cambie. Creemos, sin embargo, que nuestro futuro será hijo de nuestra capacidad para articular respuestas colectivas y solidarias en nuestro compromiso de la defensa del interés conjunto», dijo Kirchner al anunciar aquel pago. Varios años después, el futuro está jaqueado por el mismo alfil.

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Nombró a los jóvenes, ¿cómo considera que debería hablarles este Gobierno a esos sectores?

—Creo que ahí hay un desafió enorme. Lo más importante es que los jóvenes que son del Frente de Todos o que se sienten cercanos al FDT sean los protagonistas de esa comunicación con el Gobierno. No es, ni tiene que ser un Gobierno de adultos. Tiene que ser un Gobierno con jóvenes. Hasta la Constitución Nacional establece ciertas limitaciones de edad para ocupar algunos cargos, pero hay áreas que están a cargo de jóvenes. Ellos tienen mucho para aportar al presente y, obviamente, al futuro.

¿Qué tienen para aportar los jóvenes?

—Son parte de entender esos deseos de la juventud y cómo éstos cambiaron con la pandemia. Es necesario entender cómo eso es distinto en una generación que tenía 25 años o 20 cuando Néstor le paga al FMI o hace bajar el cuadro de (el dictador Jorge Rafael) Videla en contraste con aquellos que tienen esa edad en un contexto como el que nos toca vivir hoy. Es evidente que es otro, entre otras razones porque obviamente en ese momento hubo un proceso de politización en la Argentina y otros países de la región, a partir de los procesos que se dieron en esa época.

¿Y ahora?

—Hoy tenemos otras transformaciones. Lo estamos viviendo mucho, no solamente en la región sino también a nivel global. Por ejemplo, el fenómeno del surgimiento de la ultraderecha es un fenómeno global. Ahí hay algo para comprender. Los jóvenes y las jóvenes nos tienen que ayudar a entender y abordar esto conjuntamente para potenciar un proyecto de trabajo, producción, estudio, progreso y prosperidad en democracia, con solidaridad y defensa de los derechos humanos.

—¿Cómo se aborda la construcción de una idea de futuro ‘bien vivido’ con la deuda del Fondo Monetario Internacional hipotecando gran parte de ese futuro?

—(Piensa unos segundos) Creo que hay que encontrar el punto justamente para que la manera de resolver la gravísima irresponsabilidad del Gobierno anterior no afecte las condiciones de vida de las grandes mayorías populares ni las posibilidades de la juventud de desarrollarse en la Argentina. Eso incluso no depende solamente de un acuerdo en sí mismo, sino que la Argentina necesita construir un sendero claro donde logre poner la macroeconomía en ciertos niveles que permitan que la sociedad viva en contextos de mayor previsibilidad y horizontes más claros.

¿Cuáles son las posibilidades para esto?

Lo hemos estudiado en Argentina Futura. El país tiene una potencialidad productiva enorme y grandes posibilidades, en parte por recursos naturales renovables como son el viento y el sol; capacidades y saberes laborales; también por capacidades científico-tecnológicas. Lo que tiene que hacer es, con una macroeconomía ordenada, desplegar esa capacidad para crecer a partir de allí de manera sostenible a través del tiempo y que ese crecimiento sea con inclusión y procesos redistributivos, de modo que sea socialmente sostenible y no solo económicamente sostenible. Ahí aparece un dilema que lo tiene la Argentina, pero también todo el planeta, que es cómo crecer en un marco que sea ambientalmente sostenible. Esas tres sostenibilidades están adelante nuestro. Compatibilizarlas es un desafío y tiene que ser parte del debate público.

Frente al desafío de esas sostenibilidades aparece la insostenibilidad de una deuda que es calificada por varios actores de la alianza oficialista como impagable e ilegítima. ¿Hay que pagarla?

—Hoy el Gobierno tiene una definición, que es la que planteó Néstor (Kirchner): los muertos no pagan y hay que crecer para poder pagar. En este momento, esa es la definición y con esa definición se está trabajando.

Alejandro Grimson junto al presidente y el Consejo de Asesores en febrero de 2020. (Fuente: Twitter de @alegrimson)

DISTRIBUCIÓN

Algunos sectores integrantes de la alianza oficialista -como el Frente Patria Grande- plantean que, por más que el país logre crecer, ese crecimiento no podrá incluir a la totalidad de personas que habitan actualmente la informalidad y la precariedad. Ante esto impulsan la creación de un Salario Básico Universal (SBU) que alcance a 9 millones de argentinos. Es un número que ronda la cantidad de beneficiarios del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que recibieron 10 mil pesos en tres meses de la pandemia. El economista Itaí Hagman y el referente de la Confederación de los Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), Federico Fagioli, tienen bancas en el Congreso dentro del bloque del Frente de Todos en la Cámara baja. Juan Grabois, referente del Frente Patria Grande, advirtió que hasta podrían no votar el acuerdo con el FMI si no hay negociación sobre la implementación del SBU.

Frente a este planteo, ¿Cuál es su mirada sobre la posibilidad de implementar un Salario Básico Universal?

—Si mirás el proceso de crecimiento de manera optimista, planteando que la Argentina crezca por diez o quince años consecutivos en una tasa razonable -lo cual es muy optimista-, tenés en esa proyección que, si el Estado no hiciera nada, la pobreza se reduciría de manera drástica dentro de muchos años. Por lo tanto, junto con crecer, hay que redistribuir. ¿Cuáles son las mejores herramientas para generar los procesos de redistribución? Es un debate. Pero muchas de esas medidas de redistribución se han implementado y otras tendrán que implementarse junto con procesos de crecimiento para que la recuperación llegue a todos los hogares y para que haya una reducción de la pobreza, que no va a ser de un día para otro. Macri no fue gratis y la pandemia aumentó la pobreza en todo el mundo. Esos procesos de redistribución tienen que tener instrumentos de política pública definidos por el Frente de Todos, el gabinete nacional y el Presidente.

Entonces, lo del Salario Básico Universal no estaría de momento en agenda.

—Puede ser parte del debate, pero cuáles son las herramientas más eficaces para lograr la mejor redistribución con esta combinación que te planteaba entre sostenibilidad económica y social, es parte del trabajo que se está haciendo y del análisis que se va haciendo constantemente.

FUERZAS EN PUGNA

Cuando es analizada la marcha atrás del Gobierno en algunas instancias -como fue el caso Vicentin, por ejemplo-, suele apuntarse desde el oficialismo a la correlación de fuerzas existente y las posibilidades prácticas de ejecutar determinadas políticas contrarias a los intereses de los sectores de poder concentrado.

¿Cuál es su mirada ante esta discusión sobre la correlación de fuerzas? ¿No es algo que se construye?

—Hay dos cosas que son complementarias, y las dos son importantes: existe una correlación de fuerzas y, al mismo tiempo, esa correlación de fuerzas es dinámica. Es decir, se puede modificar parcialmente. No se modifica por mera voluntad, porque obviamente sino cada actor político inventaría la correlación de fuerza que más le guste. No funciona de esa manera. Eso significa que uno tiene que tener muy claro cuál es la correlación de fuerza en un momento y cómo se pueden crear espacios políticos que modifiquen dimensiones de esa correlación de fuerzas.

¿Y cómo se dio esto durante estos dos años?

—Al Gobierno nacional le dijeron de todo con el proceso de reestructuración de la deuda privada e igualmente se mantuvo muy firme en eso y condujo una reestructuración que le ahorró a la Argentina 37.000 millones de dólares. De la misma manera, fue muy cuestionado por sectores ortodoxos por una cantidad enorme de mecanismos de asistencia que generó para los momentos más complicados de la pandemia y pasó lo mismo. Igual sucedió cuando la Argentina empezó a traer vacunas a fines del año 2020, que ya sabemos toda la historia de los cuestionamientos y falsedades que se dijeron. También se logró cuando se aprobó la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo el año pasado. Decían que no era el momento y no se podía hacer, y se creó el espacio y la movilización para poder lograrlo. Así podemos seguir enumerando. Entonces, las dos cosas son importantes tenerlas en cuenta. Existen las correlaciones de fuerza; y la política no es solamente voluntad. Si la política fuera solamente voluntad todo sería más sencillo. Los otros también juegan.

En ese marco, ¿dónde debe estar puesta la atención?

—Hay procesos globales, los estamos viendo en distintos países de la región y el mundo. Tenemos que estar muy atentos a esa dinámica, porque hay peligros que asoman a nivel global y no se pueden menospreciar. En ese sentido, necesitamos potenciar las capacidades de un espacio nacional, popular, democrático, feminista, que pueda impulsar las transformaciones que son necesarias para la Argentina, sabiendo que esas transformaciones no se logran de un día para el otro, pero sí el objetivo inmediato tiene que ser que la sociedad pueda percibir que se ingresa en un camino de recuperación integral, multidimensional, donde todos y todas tengan lugar.