Por Fabrizio Turturici

Roberto Caferra es uno de los periodistas con mayor vocación y capacidad de análisis en la ciudad de Rosario. A la hora de pensar el presente, el conductor de Radio Dos suele ser tan puntilloso y precavido como potente y enérgico al mismo tiempo.

En entrevista exclusiva de Conclusión, Caferra ofreció un diagnóstico sintético y global de los primeros días del gobierno de Mauricio Macri en el sillón de Rivadavia. “Hay cambios de paradigmas muy radicales”, opinó el apasionado a la radio. Asimismo, deliberó que “Macri no va a gobernar pensando de abajo hacia arriba, sino de arriba hacia abajo”.

“Era algo esperable, porque tenía que ver con el pensamiento del proyecto político de Macri, que es coherente con el concepto de Cambiemos”, continuó Caferra, a la vez que agregó: “Los cambios bruscos siempre generan cimbronazos complicados y difíciles de digerir. Aunque estos, paralelamente, tengan una aceptación social mayor a la que esperaba. Es que el poder adquisitivo de los sectores medios y bajos han caído notablemente, el costo de vida en Argentina creció mucho y no hay un rechazo declarativo muy grande”, reflexionó el periodista.

— Es decir, buscan polarizar y diferenciarse todo el tiempo de la pasada gestión…

— El proyecto de Macri es claramente distinto al anterior. Su propuesta era diferente ya desde la campaña, a pesar de que intentó disimular mucho de lo que tenía en mente. Su plan gira alrededor de algunas ideas que él ya tenía antes, que son absolutamente coherentes a su propio pensamiento. Macri no va a gobernar pensando de abajo hacia arriba, sino de arriba hacia abajo. Hay una encuesta a la que accedí y que todavía no fue publicada, que dice que las mayorías están peor que el año pasado, pero piensan y creen que el año que viene van a estar mejor que este año. Entonces, si bien reconocen una caída en su calidad de vida, tienen esperanzas en salir adelante: se ajustan los cinturones con expectativas de evolución.

— ¿En qué cree que acertó el Gobierno?

— Su virtud es la estética y cosmética frente a cómo se hacen las cosas. No lo que está haciendo, sino cómo. El Presidente no esconde los problemas, sino que los expone públicamente, dando conferencias de prensa. La comunicación es más fluida y normal y eso permite solucionar las situaciones tensas. Ha tomado medidas muy antipáticas para las mayorías, sin ponerse colorado y bancándose el costo social.

— ¿Es la economía el principal problema de la Argentina?

— No, ni la economía ni la inseguridad. Lo que padecemos los argentinos es un genético problema cultural. Nos cuesta mucho estar arriba del mismo barco, tenemos un problema psiquiátrico: hay tantos países como personas y nos cuesta hacer un sacrificio por el otro. Frente a esta situación, establecemos un vínculo bastante esquizofrénico con la realidad. Es cierto que la corrupción es el eje de muchas de nuestras sintomatologías: hubo funcionarios que agitaron banderas solidarias de igualdad de oportunidades y terminaron yéndose ricos del poder. No es la economía el problema, sino un problema cultural.

— ¿Y cómo se soluciona este problema cultural, si es que tiene solución?

— Es difícil: con años de historia y muy buena educación. Con el establecimiento de valores, con buenos docentes y mejores alumnos. Que el Estado pueda formar personas que no sepan cuál es la capital de Austria pero que sí sepan lo que significa el esfuerzo, la solidaridad y cuestiones mínimas de entender que uno es lo que hace.

— Macri habló de una revolución educativa como punto de partida hacia un futuro mejor. Habrá que ver si lo puede llevar a cabo en esta Argentina de hoy…

— No creo en las declaraciones públicas de los políticos, sino en sus acciones. Los juzgo por lo que hacen, no por lo que dicen. Entonces, hay que mirar cómo abordó Macri el conflicto educativo como jefe de la ciudad porteña; de qué manera se establecieron sus prioridades educativas, los presupuestos y demás. Habrá que esperar y ver.

— La denominada “grieta” ¿viene desde unitarios y federales, como se dice, o es algo profundizado por obra del kirchnerismo y sus opositores?

— El kirchnerismo fue muy inteligente al establecer una mirada romántica –porque convenía en aquel momento– que interpelaba a vivir de lo nuestro, cerrar las puertas, independizarse de los mercados internacionales y demás. Lo que se llamó el Plan Fénix. A partir de allí, enarbolaron las banderas de intensificar el consumo interno y frente a esta situación, estableció un antagonismo con quienes proponen negocios distintos. No es que había una grieta, en toda coyuntura hay ganadores y perdedores. Quienes perdían, se transformaron en opositores y se pasaron a la vereda de enfrente. Son diferencias sobre modelos de países muy distintos.

— En este escenario conflictivo, ¿Cristina puede capitalizar los déficits del gobierno de Macri y emerger como la jefa de la oposición?

— Va a pasar eso, pero no sé si como jefa de la oposición. Si uno recuerda los antecedentes históricos de este país, Carlos Menem estuvo preso por tráfico de armas, fue expuesto públicamente como el jefe de una organización corrupta que gobernó diez años la Argentina, que privatizó las empresas no para que funcionen mejor sino para utilizar esos recursos en un plan económico-ficticio que fue la convertibilidad. El tipo era el emblema de todo lo que estaba mal: y fue candidato a presidente en el 2003 siendo el más votado de esas elecciones.

— No se puede entender sino con esta patología que usted mencionaba…

— Evidentemente los argentinos tenemos severos problemas culturales que serían interpretados por la psicología y psiquiatría mejor que por las teorías políticas. En resumen, si Cristina ocupa o no un lugar de privilegio en la oposición, no sería raro. Porque los argentinos somos un manojo de profundas contradicciones. Yo entiendo que la ex presidenta ha traicionado muchas de sus banderas para que gane Mauricio Macri las elecciones. Y eso se nota: el lugar más cómodo para ella, es el lugar que tiene ahora. Cristina trabajó en los últimos años para estar acá y está preparada para eso. Siempre prefirió que sea Macri presidente y no Massa ni Scioli; para ella pararse en un lugar de oposición. La conclusión es que Argentina seguirá complicándose en soledad: no necesitamos bombas atómicas extranjeras, ni marcianos, ni nada: nosotros mismos nos encargamos de mearnos la comida.

— No se puede hacer futurología, pero sí reflexionar: si Macri sigue con medidas que perjudican a los sectores más bajos y Cristina sabe capitalizarlo, ¿tiene posibilidades de ser presidenta o los pueblos nunca vuelven para atrás?

— Tendría que pasar una catástrofe muy grande para que ella sea votada por las mayorías. Es cierto que tiene un caudal importante del 25 por ciento que adhiere a su proyecto, pero con eso no alcanza. Podrá tener un discurso romántico y la gente puede olvidar sus defectos, pero el otro 70 por ciento que son los sectores medios, no quieren repetir lo que ha pasado alrededor de ella: un sector político que se benefició económicamente a costa del Estado. Está preparada para batirse con cualquier político y salir airosa de eso, pero de ahí a que la vote el pueblo, es muy difícil.

— ¿Cómo imagina la Argentina del futuro?

— Moderada, a pesar de sus aciertos y desaciertos. Yo creo que Macri va a peronizar sus acciones, como lo está haciendo en estos días, vinculándose con los sectores empobrecidos, aumentando la AUH o reintegrando el IVA de los productos de la canasta básica. Las clases medias, que son las que definen las elecciones, a Cristina no la vota más. En la salida futura, lo veo más a Macri peronista que a Cristina volviendo.