Prolijo, acordado y optimista. Así podría resumirse el resultado del congreso partidario del peronismo santafesino el último fin de semana. Unidad es, antes y después, la palabra más repetida. No es para menos. Como en 2017, juntar esa diversidad de referencias territoriales, sectoriales e ideológicas convivientes bajo el sello partidario tiene un sesgo de proeza. La necesidad hace la fuerza, podría decirse, después de 11 años afuera del gobierno provincial y dos desde la “orfandad total”, como describió la intendenta de Esperanza Ana Meiners el rol de jefes comunales que gestionan en la soledad de una provincia del Frente Progresista y un país de Cambiemos.

La aclamada unidad no es más que un pacto de convivencia, una necesidad de que el PJ sea un lugar amigable para la mayor cantidad de peronismos posibles, de modo que todos los diferentes se sientan mínimamente a gusto, “necesarios”, “parte de”.

Mucho tuvo que ver con este encuadre el presidente del partido, Ricardo Olivera, un peronista conocedor de victorias y derrotas, que se calza la campera de cuero cuando hace o va a escuchar rock y el saco para transitar aulas de universidad, que en esta etapa de la vida, desposeído de ambiciones personales al menos hasta aquí, resultó un perseverante orfebre. Fácil no le fue. De hecho hace cosa de un año estuvo renunciado durante varias semanas.

La unidad no puede hacer olvidar las contradicciones que coexisten en el PJ santafesino, por más que las desplace a un segundo plano.

Esas contradicciones, ahora, a fines de 2018, son esencialmente dos y afloraron tibiamente en el Congreso del sábado pasado.

Paridad y poder

El reiterado bloqueo de los senadores del peronismo a la ley de paridad de género en cargos legislativos. Mujeres, y no sólo, arrastran mucho enojo por esa situación. La camporista Marina Magnani lo puso en palabras durante el congreso partidario, incluso aludiendo al senador que presidía el encuentro. En otro momento hubiera suscitado un fuerte intercambio de opiniones, pero la mayoría estaba en plan unidad y ni siquiera el aludido reaccionó.

La reforma del estatuto partidario para aclamar la paridad de género dentro de la estructura partidaria es un paso. Muchos partidos no lo tienen. Ocurre que puesto en perspectiva, esa medida es apenas una grajea, suena irrelevante si se lo compara con lo que implica bloquear una ley provincial. Da la impresión que cuando se juega por los puntos, digamos cargos que implican poder real, personal y económico, los senadores (y no sólo peronistas) tienen otra actitud. Esto sin dejar de reconocer que las listas uninominales, como es el caso de los senadores departamentales, requiere incorporar particularidades, así como comisiones de pequeñas comunas.

Los senadores, a instancia de Rubén Pirola, contraofertan otra ley que extienda la paridad de género a todos los ámbitos. En el movimiento de mujeres siempre fue leída como un intento por tirar la tava demasiado lejos para que nada cambie.

La calentura es real con los senadores. Hubo referentes que debieron convencer a sus propias militantes de que no era este congreso el lugar y momento adecuado para reproches sobre el tema.

Que atacar a los senadores pondría en riesgo la unidad. Discursivamente se saldó con el planteo de que se está negociando entre quienes impulsan la ley de diputados y los senadores que quieren el proyecto Pirola. La realidad es que salvo un milagro de Navidad de esos que sólo ocurren en las películas, el turno electoral 2019 nos encontrará otra vez sin paridad de género en las boletas.

El tema paridad, como otros referidos a conquistas y derechos de las mujeres, estará muy presente en las campañas de 2019. Verdes y celestes (a pesar de que paridad excede esos colores) estarán muy activos para escanear candidatos y plataformas electorales. Y dentro de cada partido habrá exigencias y pedido de explicaciones. Sobrevolarán las controversias que dejaron huella, en especial el “ni” del senador y precandidato Omar Perotti a la interrupción legal del embarazo, que en la práctica fue “No”, como también en el socialismo el caso Contigiani.

Cristina y Macri

En tanto, el desencuentro en torno a la figura de la ex presidenta Cristina Fernández permanece en el subsuelo del justicialismo santafesino. Esa contradicción fue central en la última década, un parteaguas que ahora se intenta surfear desde arriba y anteponiendo la necesidad de volver al gobierno.

En las legislativas de 2017 el armisticio dialéctico entre los K y los anti K le permitió retener en la elección general la suma de las listas que compitieron en las primarias. En 2019 para que la “unidad en la diversidad” no quede en un eslogan los distintos sectores internos requerirán tacto, capacidad para tragarse sapos, paciencia para contar hasta diez y vocación para sacarle cuerpo a los conflictos.

El documento aprobado en el congreso partidario el último fin de semana, como en el caso de la paridad de género, tuvo un momento tenso cuando dirigentes kirchneristas reclamaron que el documento final aluda a la persecución que sufre la ex presidenta y la reivindicación de los gobiernos de 2003 a 2015. Otra vez el “clima unidad” esquivó la controversia y la mención general apareció, pero todos saben que buena parte del PJ santafesino no sólo no acuerda con ese posicionamiento sino que en su momento estuvo en la vereda de enfrente.

Hay una cuestión subalterna a la vieja antinomia K y anti K y al protagonismo de Cristina Fernández en las próximas elecciones: el posicionamiento ante el gobierno de Mauricio Macri. Si bien hubo posturas muy diferentes entre los diputados y senadores peronistas santafesinos en el Congreso de la Nación, más palpable sería pensar que actitud mantendrían con respecto al gobierno nacional si en cambio de ser gobernador Miguel Lifschitz lo fueran Omar Perotti, María Eugenia Bielsa y Leandro Busatto o Marcos Cleri ante el gobierno nacional. ¿Dónde pararía cada uno de ellos a a Santa Fe si hoy fueran gobernadores? ¿Con Juan Manuel Urtubey, Juan Schiaretti y Miguel Ángel Pichetto y Sergio Massa; con Cristina; o con el resto de los gobernadores peronistas?

Probablemente cada uno de esos hipotéticos gobernadores hubiera alineado a Santa Fe en mesas diferentes.

Lo que ocurra en el justicialismo a nivel país no será neutral. Si bien favorece al peronismo que las elecciones sean desdobladas de las nacionales, no hay que ser adivino para ver que si Cristina Fernández asume un protagonismo excluyente como en otros tiempos, los candidatos que pretenden expresar la unidad santafesina y no una parte estarán un poco más incómodos a la hora de posicionarse. Otro escenario será si la resolución del dilema nacional resulta en que no sea candidata o juegue un rol secundario.