Uno de cada diez hogares argentinos no tiene los recursos necesarios para alimentar a todos sus integrantes, que en conjunto son seis millones de personas. Ese es el dato que surge de un informe elaborado por la Universidad Católica Argentina (UCA).

El trabajo, impulsado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de esa casa de estudios, se realizó para conocer cuál es la pobreza estructural profunda en la Argentina.

«Se trata de hogares donde al menos una persona pasó por esta situación, pero el hecho de que la gente sienta hambre no quiere decir que no cubra esa necesidad de alguna manera, a través de comedores, por ejemplo, o de la Iglesia», aclaró Agustín Salvia, director del ODSA, en un reportaje publicado este martes por un matutino porteño.

El informe, que será presentado oficialmente en los próximos días, reveló que la pobreza multidimensional en 2016 tuvo valores muy similares a los de 2014. En cambio, 2015 «fue mejor en términos económicos, seguramente porque fue un año electoral. El Estado puso mucho dinero en circulación a través de programas sociales. Hubo una inyección de dinero, es cierto, pero la pregunta es si eso es sostenible», resaltó Salvia.

En este orden, añadió que «al estar afectados en tres o más dimensiones, es difícil que estos ocho millones de habitantes de la Argentina salgan de esta situación de pobreza. Por mucho que se les asignen programas sociales, no se resuelven sus problemas de calidad de vida».

Además, explicó que «hay diferentes metodologías para medir esta pobreza estructural, no sólo el método del observatorio. No afirmamos que hay que medir con nuestro método, pero sí que necesitamos que haya un debate a nivel nacional y acuerdos académicos e institucionales para definir qué es la pobreza en sus diferentes dimensiones, y a partir de ahí fijar metas medibles para bajarla a través de políticas que mejoren la calidad de vida de quienes la padecen».

Salvia indicó, también, que en el cuarto trimestre de 2016 «bajó la pobreza por ingresos porque bajó la inflación, aumentaron las jubilaciones, el salario familiar y la Asignación Universal por Hijo (AUH), se cobró el aguinaldo y subió un poco el empleo».

«Sin embargo, el empleo siguió creciendo lentamente y en el segundo trimestre de este año seguramente va a volver a bajar la pobreza porque se recuperó un poco más el empleo por la construcción. Por otro lado, las actualizaciones de haberes hacen que no caiga más gente en la pobreza, porque lo que se pierde se recupera más adelante», enfatizó.

A su criterio, «podemos suponer que una persona puede tener ingresos porque se los transferís a través de un programa social y por lo tanto deja de ser indigente, o porque consiguió una changa y deja de ser pobre. Pero mañana deviene la caída del programa porque hay un shock inflacionario, o pierde la changa porque hay mayor recesión, y pasa de nuevo a la indigencia o a la pobreza. En realidad, esa persona nunca dejó de ser pobre porque no tenía un trabajo digno».

«Se necesita generar más trabajo de calidad, mejorar las condiciones de hábitat, de salud, de seguridad y demás dimensiones para que las personas vivan de acuerdo con los derechos que marca la Constitución», cerró.