«Estamos asistiendo a una crisis que no va a terminar mientras esté vigente el modelo económico que la engendró», expresó la diputada nacional del Frente para la Victoria, Fernanda Vallejos, en un escrito de su autoría.

Por Fernanda Vallejos Economista y diputada nacional de Unidad Ciudadana

Repasemos la génesis. El Gobierno desreguló completamente el frente cambiario y financiero, se embarcó en una apertura importadora unilateral y puso en marcha una política de precios (y tarifas) que implicó una enorme transferencia de ingresos hacia sectores con elevada propensión a la dolarización y fuga de los excedentes. Como contracara, esos ingresos fueron sustraídos a los sectores populares, trabajadores, jubilados, desplomando el consumo y quebrando la industria nacional por insuficiencia de demanda. Al mismo tiempo, el Gobierno instrumentó una política de tasas altas que favoreció la “timba financiera”, conteniendo parcialmente la demanda de dólares al costo de engrosar los excedentes valorizados que ejercen una presión devaluatoria todavía mayor cada “supermartes”.

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La cuantificación de los resultados es escalofriante: desde que Mauricio Macri asumió hasta junio (último dato publicado), perdimos por fuga más de U$S 50.000 millones que, si adicionamos los intereses, las utilidades de las multinacionales que ya no reinvierten, y el déficit de turismo y comercial, alcanzan, en conjunto, un número cercano a los U$S 90.000 millones. Con un aditamento: los capitales especulativos que ingresaban, ahora emprenden el camino inverso. Un auténtico Estado-colador, lleno de agujeros por donde los dólares se van sin que medie política alguna destinada a proteger el interés de los argentinos.

El modelo -números a la vista- es insostenible. Si pudo, durante dos años, maquillar su inviabilidad, fue gracias a la deuda que -sólo considerando la que está nominada en moneda extranjera- Macri expandió en más de U$S 160.000 millones, dejándonos al borde de la insolvencia. Así las cosas, cuando los mercados voluntarios le cerraron la puerta a una Argentina deuda-dependiente, la vulnerabilidad externa se tornó indisimulable. El Gobierno corrió a buscar un blindaje del FMI. Que no soluciona nada, pero agrava todo.

Desde que se efectivizó el acuerdo con el FMI, escaló el riesgo país hasta superar los 740 puntos básicos, la devaluación alcanzó 32% y se perdieron U$S 7.000 millones de reservas. Además, se dispararon los seguros contra el default argentino. Es que las causas de la crisis siguen intactas y, como la tendencia de salida de dólares es creciente, las proyecciones para los 16 meses que le quedan a Macri superan las pérdidas sufridas hasta aquí. Además, hay vencimientos de deuda por U$S 12.000 millones en 2018 y U$S 17.000 millones en 2019. Más la nueva burbuja de Letes por otros U$S 15.000 millones. Y una bomba latente: las Lebac que, en cada vencimiento, liberan una cantidad significativa de pesos, que presiona hacia una mayor devaluación y hunde más las reservas. Por cierto, ¿qué pasa si los tenedores de U$S 26.000 millones de depósitos en dólares deciden retirarse del sistema frente a unas reservas que, artificialmente acumuladas con una deuda que el “mercado” advierte impagable, apenas llegan a U$S 57.000 millones?

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La matemática es simple y al Gobierno no le cierran los números. Tampoco da respuestas. Pero sigue dilapidando las reservas internacionales del país y, al dejar correr la devaluación, agrava la crisis social, por el impacto inflacionario que multiplica la pobreza, la indigencia, el sufrimiento popular y la recesión de la economía. De su insensibilidad social no quedan dudas y, si quedaban, se despejaron con el ajuste previsional. Pero, además, con sus decisiones, el Gobierno nos hace pensar si estamos en manos de un equipo de ignorantes sobre el funcionamiento de la economía, incapaces de discernir que el déficit que nos lleva al colapso es el externo y no el fiscal, que es urgente ponerle freno a los fugadores y restablecer una política comercial que promueva la industria y el empleo. Que el ajuste es tan doloroso como inútil, que la economía necesita más y no menos demanda, más y no menos consumo, más y no menos inversión y para eso hay que expandir y no ajustar los ingresos. Y que hay que dejar el laissez-faire para los cuentos de liberales, y ponerse a gobernar el país antes de que sea demasiado tarde.