Texto: Julio de Bonis / Ilustraciones: Lu Ponteville

Fuente: Revista Almagro

A Hernán Arbizu, el arrepentido del JP Morgan, están a punto de negarle la renovación del registro por fallar en el test psicológico. No puede imitar simples figuras, ni alinea bien los puntos. Si bien siente angustia, cuando le preguntan si acaba de vivir alguna situación traumática no se anima a decir la verdad. Es que no sabe por dónde empezar. Quizás, pudiera comenzar a contar cuando quedó detenido en el juzgado de Manhattan y experimentó lo que para él fue un descenso al infierno, su primer día en la cárcel, el principio de su estadía en el San Onofre neoyorkino.

Fines de junio del 2016. El ex banquero argentino entra en el juzgado del Distrito Sur de Nueva York en Manhattan. Está acusado de haber realizado 13 transferencias ilegales bajo una carátula que presenta un rival complicado: Estados Unidos contra Hernán Arbizu. Ya existe un preacuerdo con la fiscalía, pero ésta todavía debe comprobar si su testimonio es relevante para aceptarlo como arrepentido. Durante el período que dure el análisis de su colaboración quedará preso, él ya lo sabe, y como la cárcel donde se alojará hasta que dicten sentencia está frente al juzgado, no es necesario salir del edificio para que el martirio comience.

Por eso, tras escuchar que en inglés le dicen que “queda bajo custodia”, el contraste no pudo ser mayor. Del edificio de la corte federal con su piso de madera antiquísimo, sus ventanales que pintan el hermoso paisaje de Manhattan, los relucientes asientos vacíos de los jurados y la imponente tarima del juez, Arbizu atraviesa una puerta en compañía de un Marshal (la policía judicial norteamericana) y tras bajar por un ascensor con rejas, diferente a aquel por el que había subido, recibe una bocanada de lo que será su estadía en prisión.

Las primeras imágenes son carteles alentando a denunciar cualquier intento de violación o acoso sexual, pegados a lo largo de los extensos pasillos de un gris lúgubre, de esa red de conexión subterránea cuasi cloacal, que lo depositará donde va todo lo que la justicia considere residuo humano. La presión sanguínea en 21/19 pinta su estrés. Le dan su nuevo uniforme, un mameluco marrón, y lo asignan a la Unidad 9 norte. Al llegar toca timbre, se abre la puerta y lo primero que ve es a un negro de dos metros, con los brazos del tamaño de su tronco, tatuado íntegramente de pies a cabeza. Un enorme bullicio se apaga hasta convertirse en silencio: 120 pares de ojos hacinados en un espacio menor al de un café típico del microcentro porteño se posan sobre el recién llegado. Con el paso del tiempo comprendería que esa acción nada tenía de intimidatoria, la atención general es la reacción lógica a una de las pocas situaciones que rompen la monotonía rutinaria de la cárcel.

En un café de Avenida Cabildo, Hernán Arbizu no puede frenar ni un segundo su relato, como si la historia estuviera pudriéndose en su estómago y debiera vomitarla. Nos dimos cita para hablar de la fuga de activos, del funcionamiento de los mercados, pero para llegar a indagar en el crimen, con perdón de Dostoievski, deberemos transitar el camino inverso y pasar primero por el castigo.

En su encierro encuentra la justificación del resentimiento de los negros con el sistema; de 120 presidiarios, 80 son negros, tan sólo dos norteamericanos blancos, y el resto, hispanos. Rápidamente, empieza a aplicar reglas de banquero para su supervivencia. Primero rompe el hielo indagando sobre la raíz de sus temores: ser violado. Su efímero compañero de celda ríe ante la consulta, le aclara que es una práctica erradicada, aunque le ofrece protección a cambio de dinero. Adentro todo tiene su precio, enseñanza sencilla de asimilar para un financista.

En el espacio común donde está alojado, hay dos televisores sintonizados en canales en inglés, que emiten siempre básquet, y otros dos de habla hispana cuya programación alterna según el gusto de los líderes del grupo. Recién cuando se sienta frente a uno de estos últimos televisores, el resto de los reclusos cae en la cuenta de que se trata de un latino; por su cabello rubio y el tono rosado de su piel, todos lo confunden con un anglosajón. “¿Habla español?”, indaga alguien. “Por supuesto, soy argentino”, responde. Su interlocutor sale corriendo y al rato vuelve con cepillo de dientes, shampoo, café instantáneo, Pepsi, que allí adentro vale lo que un lingote de oro, ojotas para bañarse y el típico jogging gris de gringo; todos accesorios que pueden comprarse pero que llegan a él como un regalo (no tiene nada porque su familia todavía no pudo depositarle plata). Quien le acaba de brindar ese kit de bienvenida era Ricardo, el guardaespaldas del Peque Inzunza, un importante líder de los Caballeros Templarios, un cártel de Tijuana.

-¿Por qué te hizo el favor?

-Como manera de protección, los latinos se juntan y tienen un fondo para el que llega. El Peque tenía 15 tipos que como no tenían un mango trabajaban para él, entonces me decía “este te plancha la rompa, este te limpia la celda, están a tu disposición”. Después cuando tuve plata aporté para el fondo, así a cada hispano que llegaba le dabas eso. Los negros no sé cómo hacían, dependía de cada banda y eran muchas.

Con el Peque Inzunza entabla una buena relación, basada en tener diálogos culturalmente básicos, pero que allí adentro son difíciles de mantener. Se sorprende por el nivel de analfabetismo reinante, piensa que ni en las cárceles bonaerenses debe haber tales grados de ignorancia. Tras revelar su antiguo oficio y los motivos de su detención, el Peque le acerca una propuesta. “¿Cuánto me cobrarías para empezar a lavar unos 20 millones?”. Arbizu medita, para no ser descortés fija un monto del 15%, estimando que es un porcentaje suficientemente alto como para que no acepte. “Perfecto, allá en Culiacán (capital de Sinaloa) me cobran el 20”, responde su interlocutor.

El tema, asegura, no volverá a surgir.

-Supongamos que hubieras querido lavar esa plata. ¿Cómo se hace?

-Comprando propiedades, constituyendo sociedades que generen gastos superfluos para justificar la guita. No era mi especialidad pero en diez minutos se puede averiguar.

-¿No es difícil hacerlo?

-No, fijate que cada dos por tres salen bancos norteamericanos a decir: “Disculpen, estuvimos administrando mil millones del narcotráfico y nos dimos cuenta recién hoy después de tres años”. En Argentina ni siquiera necesitás eso porque hay tanta guita de evasión impositiva que con eso te alcanza, que la guita del narcotráfico está en los bancos no hay duda. De hecho, estuve con varios banqueros presos por narcotráfico.

«En el JP Morgan atendíamos el sector del Ultrahighnetwork, que son los súpermillonarios. El mínimo de cuenta mía era de 20 palos verdes, lo que implica un patrimonio no menor a 100 millones, pero el promedio de cuenta mío era de 80 millones de dólares, con lo cual era mucho más grande. ¿Quiénes eran los clientes? Los dueños de Argentina. Esa gente tiene un nivel de manipulación y de acceso a la información»

En sus primeros meses de encierro derriba prejuicios a mayor velocidad que la caída de Lehman Brothers en 2008. Convive con individuos que si hubiera visto en la calle no sólo hubiera cruzado de vereda, sino que habría corrido hasta la otra punta de la ciudad. Piensa que si bien hay gente muy mala, no es tanto más mala de la que existe afuera, y se sorprende por el nivel de bondad y solidaridad de tantos otros. Queda totalmente impresionado por la excelencia en el ajedrez que tienen individuos sin ningún tipo de formación. Además de divagar en esas impresiones, su mente encuentra consuelo en la lectura, entre la bibliografía que recibe está la biografía de Mandela, donde lee una descripción exacta sobre la realidad espacio temporal que vive y seguirá viviendo: «Un minuto de prisión parece un año y un año en prisión parece un minuto”.

-Es así, el día es eterno, y después cuando te querés enterar pasa rápido porque siempre estás pensando en mañana con mucha ansiedad. Es tanta la monotonía que festejás cuando te dicen que vas a sentencia.

La actividad física ocupa otra parte en su carrera por acelerar los tiempos. Realiza una rutina de cross-fit diaria intensa y cuando lo trasladan a la prisión de Brooklyn también jugará al fútbol. Estamos en octubre, ya aceptaron su declaración como arrepentido y comprobaron que su testimonio es cierto, por lo cual no puede estar más en una prisión de paso como Manhattan, su traslado es inminente.

-¿Qué embole tener que cambiar de cárcel, no?

-Uff, imaginate si cuesta cambiar de laburo… ya conocía a la gente, ya fuera por mérito mío o del Peque Inzunza había conseguido respeto, nadie me rompía las bolas. Tenía un compañero de celda que no fumaba, ni se drogaba, ni tenía cuchillo; porque si hacen una requisa en tu celda no importa que encuentren algo ilegal y tu compañero admita que es suyo, los dos tienen sesenta días de encierro, bañándote cada tres días y sin contacto con tu familia porque no podés ni hablar por teléfono.

-Qué semántica interesante la tuya, digo por eso del encierro, encerrado estabas siempre.

-Sí, es como vos decís, ahí adentro te cambian todas las nociones. En Manhattan cuando se armaba quilombo te encerraban en tu celda por cuatro días, cuando después te habilitaban el acceso solamente a tu pasillo y podías tener contacto con tres celdas más, o sea seis tipos, me ha pasado de terminar el castigo y abrazarnos, porque pasar de 12 a 30 metros cuadrados te hace sentir en el paraíso.

Arbizu explica que no contó esta historia hasta ahora por diversos motivos que no tiene del todo claro; pregunta si estoy tomando un café con él por este tema, aprovecho para darle una pausa a su relato e indagar en su expertise, los conocimientos por los que terminó tras las rejas.

-Supongamos que todavía trabajaras en el JP Morgan, soy tu cliente y quiero fugar capitales: dame una mano.

-¿Viste cuándo se compra un departamento y se lo escritura por el valor fiscal, pero se lo paga más guita y esa diferencia se paga en negro? Es lo mismo con una empresa, yo digo que tu empresa se vendió en 300 palos y en realidad se vendió en 500. Son operaciones que en general se hacen afuera y la guita queda afuera.

-¿Y si quisiera evadir impuestos de plata en blanco?

-Mirá, yo tenía una clienta que tenía 100 palos en blanco, y con un compañero del JP Morgan le dijimos que empiece a ocultarlo. Es simple: tenés 100 millones, hacemos un fideicomiso, que esté a cargo de una unidad de Morgan y en AFIP vos vas a mostrar a fin de año que redujiste tu patrimonio, antes pagabas sobre 100 y ahora vas a pagar sobre 50. La AFIP te va a preguntar dónde está el otro 50 y vos decís que está en un fideicomiso, que sos beneficiaria, no titular. ¿Qué quiere decir? Que vos vas a recibir dividendos de, por ejemplo 10 mil dólares al año, entonces vos pagarías impuestos sobre 10 mil, y si no recibís nada no pagás nada. A la guita la negreaste, es así de fácil y ridículo, una nube gris en el sistema que nadie quiere atacar.

-¿Por qué nadie la quiere atacar?

-Lo que me pasó en la justicia argentina es que no tienen ni idea del tema y les cuesta entender algo tan básico. Hay mucho de eso y también hay mucha gente involucrada en el negocio.

-En la historia argentina pareciera que nadie ha ido a fondo en este tema. ¿Se puede?

-Bueno, Estados Unidos increíblemente lo enfrentó, cuando salió mi caso en 2008 había un norteamericano que vivía en Zürich y cubría el negocio off-shore de norteamericanos, lo mismo que yo pero con norteamericanos. Un día un cliente le dijo: “Con la guita que tengo afuera comprame diamantes y en tu próximo viaje traémelos”. El banco los compra, el tipo los mete en un pomo de dentífrico, entra por Miami, tiene mala leche y lo descubren. Entonces explicó en la aduana que ese era su negocio, contó todo; en función de eso EEUU llamó a un blanqueo, dijo “miren señores, este banquero ya confesó como arrepentido, tres clientes han reconocido su culpabilidad, vamos a llamar un blanqueo hasta dentro de tres meses, después del límite los vamos a hacer mierda”. En pocas palabras fue así, blanquearon tantos que a este banquero arrepentido le dieron 100 millones de recompensa. Y sigue, el IRS, que es el AFIP de EEUU, planteó que si varios confesaron tener cuentas en bancos suizos, no debían ser los únicos, entonces arrancó una causa por evasión por sospechar que muchos no habían blanqueado, la justicia americana le metió una multa a UBS (sociedad suiza de servicios financieros) de mil millones de dólares e intimó al gobierno suizo a que levante el secretario bancario para clientes norteamericanos. Al día de hoy si sos ciudadano norteamericano no podés abrir una cuenta en suiza ni que te de los papeles el Papa.

-¿Argentina podría combatir la fuga de activos?

-Argentina sola no, ahora sudamérica siempre fue muy relevante para este negocio, si lograra juntarse Argentina-Brasil se podría lograr, solos es imposible.

«Un país tiene dos formas de hacerse de fondos: cobrando impuestos o endeudándose. Cuando se endeuda tiene que pagar intereses sobre esa deuda y muchas veces los compradores de esa deuda son los argentinos con plata en el extranjero, que son evasores. Es un círculo vicioso: yo argentino tengo la plata afuera y no pago impuestos por lo cual Argentina no recauda para comprar un patrullero y tiene que endeudarse, emite diez pesos de deuda, lo compro yo argentino evasor y a la Argentina no sólo no le pago impuestos sino que me paga intereses a mí»

Noviembre de 2016. A Arbizu le fijan juicio para dentro de nueve meses y lo trasladan a Brooklyn. Al llegar recuerda el vacío que había sufrido los primeros días en Manhattan por su apariencia de gringo y rápidamente hace buenas migas con un grupo de 10 narcos colombianos, uno de los cuales había vivido mucho tiempo en Nordelta. Está más gusto que con los mexicanos de Manhattan: acá se siente más estimulado para conversar. Ya está más adaptado a su nuevo ecosistema, diferencia entre las principales bandas de negros, que son los Blood y los Crips, y junto a su grupo juegan al fútbol con la banda de Maras Salvatruchos. También se acostumbra a las adicciones de varios compañeros (marihuana y heroína) y le llama la atención el K2, una marihuana sintética, que deja en estado alucinógeno a sus consumidores. Piensa que debe ser la versión yanqui del paco.

Algunos para pasar el rato optan por el azar, salvo los dominicanos que eligen el dominó, el resto se inclina por el póker. Claro que las apuestas son riesgosas, los vencimientos de los pagos derivan en violentas intimaciones; junto a los impagos de drogas, son las dos causas principales de gresca. Muchos desafortunados en el juego piden un cambio de unidad para evitar las consecuencias, pero en el sistema carcelario las noticias corren rápido, y en cada unidad hay miembros de Bloods y de Crips, los dueños de las mesas de juego, siempre dispuestos a brindar escarmientos a morosos.

-¿Cuánta guita se movía en esas apuestas?

-Una deuda grande serían 500 dólares.

-¿Jugaban con fichas? ¿Cómo movían efectivo?

-Se usaban mucho las estampillas, que en EEUU vos las podés llevar a un correo y las cambiás por plata, o pedían que le deposite la familia en la cuenta. La deuda era quizás conmigo, pero el dueño de la mesa que tenía su comisión era el encargado de las cobranzas, ese garantizaba el clearing.

-Hagamos un flashback a tu vida de banquero para entender esa construcción que tanto aparece en los títulos de los diarios: el mercado. ¿Cuánta información es necesaria para operar en los mercados y quiénes la tienen?

-Depende quiénes, con respecto a los clientes de la banca privada, que representan la fuga de divisas, por ejemplo en el JP Morgan, atendíamos el sector del Ultrahighnetwork, que son los súpermillonarios. El mínimo de cuenta mía era de 20 palos verdes, lo que implica un patrimonio no menor a 100 millones, pero el promedio de cuenta mío era de 80 millones de dólares, con lo cual era mucho más grande. ¿Quiénes eran los clientes? Los dueños de Argentina. Esa gente tiene un nivel de manipulación y de acceso a la información, que es distinta al cliente de 500 mil dólares: a ese le vendés lo que es más productivo para el banco en comisiones y después que se cague, problema suyo. Ahora, los otros ya tienen toda la información, es el famoso círculo rojo, ese rango de clientes maneja y manipula la información. Lo grave es que funcionarios de economía del actual gobierno estén invertidos en instrumentos de deuda pública, porque ellos manejan información confidencial, eso está penalizado en Estados Unidos. Si vos sos vicepresidente del BCRA y estás invertido en Lebacs o en Leliqs sabés que va a pasar con esas letras mucho antes que el resto, y hasta donde yo sé no hay nadie que los controle.

-¿El mercado sabe para dónde va el rumbo económico o sufre reveses?

-En un mercado chico como el argentino se sabe, no cabe duda. Y también con los medios, si vos tenés poder de fuego a través de un multimedio y decís que el presidente tiene cáncer, sabés que va a pasar en el mercado automáticamente. Ese es el problema local, porque en Estados Unidos si bien tenés familias de mucho poder, es mucho más grande el mercado, acá con que La Nación o Clarín te saque una tapa ya está. Te llevé a un extremo, pero con noticias muchos menos relevantes también logran efectos.

-Me hablaste del círculo rojo que eran tus clientes, ¿podrías ilustrarme como piensan?

-No se sienten argentinos, no les pone contento serlo, se sienten ciudadanos del mundo. Te cuento el caso de Julius Baer, un banco suizo con sede en Punta del Este, que la tiene porque sus clientes son argentinos. Bueno, cada tres años lleva a Vargas Llosa a una conferencia. En una arrancó diciendo que los argentinos son todos unos ladrones y mentirosos, como Batlle, y los argentinos, que eran casi todo el público, en lugar de levantarse e irse, dijeron “es verdad, nosotros tenemos la desgracia de convivir con esta gente”.

Tras casi un año en Brooklyn sin ver la luz natural, llega la hora de su sentencia. Su abogado le anticipa un buen pronóstico, el fiscal le había dicho que sabía que no se había quedado con plata y que la cooperación brindada era muy importante, entonces no tenían problema que le den tiempo servido, o sea que le computaran el tiempo que ya había estado preso como pena y dejarlo libre en el acto. Encima en un par de días será el cumpleaños de su hijo, como si faltara un guiño para un final feliz. Sin embargo, Arbizu cree más en el lobby de sus ex empleadores que en presagios del calendario. El fiscal hace su alegato dejando en claro que no tiene inconveniente con que quede libre en el acto, pero el juez decide dar una pena de 24 meses, que con buena conducta terminarían siendo veinte meses. Como ya llevaba 16 meses preso, tras la sentencia llama a su hijo y se lo cuenta en tono de buena noticia, aunque siempre sospechará que le estaban pasando una factura extra con firma del JP Morgan. El martes siguiente faltan tres integrantes de la banda de los maras al partido de fútbol diario, uno de ellos está en una sala de castigo porque dio positivo su test de drogas.

-Por lo que me contás se drogaban todo el tiempo, ¿vivían en salas de castigos?

-No, es una hipocresía total porque todo el mundo lo sabe.

-O sea que se lo habrán llevado por otra cuestión.

-Porque era Mara, tal cual, lo manejan arbitrariamente.

Cuando el partido termina van con un compañero suyo a ver a Solitario, otro del grupo Mara con el que se llevan muy bien, y le preguntan por qué no había ido a jugar. “No estoy de humor”, contesta. Tras su lacónica respuesta, comienza a caminar y llega a un escritorio donde hay unas computadoras, donde un negro de la banda de los Bloods, contraria a los Maras, está sentado. Sin mediar palabra, Solitario saca un cuchillo y le atraviesa el cuello: la sangre brota a borbotones. La escena ocurre a diez metros suyo.

-¿Cómo te impactó eso?

-Es que ya para ese entonces había visto como a un tipo lo tenían tirado entre cinco y le pateaban la cabeza como si fuera una pelota de fútbol. Hay tanta miseria que no te digo que no te afecta pero es una más, ahora me doy cuenta porque no puedo ver MMA por televisión ni ningún tipo de peleas, pero en el momento estás más preocupado por no quedar involucrado, ni que te manden a la celda de castigo. En este caso, por ejemplo, cuando se corrió la bola de que un Mara había asesinado a un Blood se armaron unas batallas campales tremendas, nos tuvieron en castigo a todos 25 días, sin bañarnos, sin contacto con la familia, nada.

«Mirá, yo tenía una clienta que tenía 100 palos en blanco, y con un compañero del JP Morgan le dijimos que empiece a ocultarlo. Es simple: tenés 100 millones, hacemos un fideicomiso, que esté a cargo de una unidad de Morgan y en AFIP vos vas a mostrar a fin de año que redujiste tu patrimonio, antes pagabas sobre 100 y ahora vas a pagar sobre 50. La AFIP te va a preguntar dónde está el otro 50 y vos decís que está en un fideicomiso, que sos beneficiaria, no titular. ¿Qué quiere decir? Que vos vas a recibir dividendos de, por ejemplo 10 mil dólares al año, entonces vos pagarías impuestos sobre 10 mil, y si no recibís nada no pagás nada. A la guita la negreaste, es así de fácil y ridículo, una nube gris en el sistema que nadie quiere atacar»

Arbizu va al baño, cuando vuelve continúa haciendo bolitas pequeñitas con las servilletas de papel que hay en la mesa. Le parece una mugre y muy desagradable, pero no lo puede evitar, dice que se acuerda el momento exacto en prisión cuando adquirió esa costumbre. Quizás lo que más le molesta es que le trae otros recuerdos, rémoras de una experiencia todavía en plena digestión. Retomo los apuntes de economía.

-¿Por qué los gobiernos pro mercado no tienen lluvia de inversiones y sufren reveses?

-Es que el mercado se está llenando de oro. Los que se acogieron al blanqueo metieron la guita con el dólar planchado al 60%, si bien no sabían que la tasa iba a estar tan alta, sabían que teniéndolo a Macri como aliado se iban a beneficiar. Los que van a quedar patas para arriba son los giles, los grandes van a quedar mejor que nunca. Como pasó en el 2001, toda la deuda de los bancos en cartera propia se la enchufaron a las AFJP, a los ahorristas.

-Dame un ejemplo de cómo se abrochan perejiles a favor de grandes empresas.

-Mirá, en el Citibank muchas de las empresas emitían lo que se llaman obligaciones negociables, como la deuda externa pero de empresas, entonces venían muchas empresas de Macri, IECSA por ejemplo, y decía “quiero emitir 300 millones de deuda”, el Citibank le decía bárbaro, cobraban una comisión, nos llamaban a nosotros y nos metían presión para que colocáramos los 300 palos de IECSA, obviamente no se lo enchufábamos a un cliente de 500 millones, porque ese nos sacaba cagando. Le poníamos a un cliente un millón, a otro cien mil, y así lo cubríamos, esos tipos cuando fue el default quedaron todos empomados.

-¿La función del banco con las grandes empresas sería la de licuarte la deuda?

-Sí, claro, cuando yo banco me voy a vender a una empresa para que confíe en mí, le voy a decir que tengo la mejor distribución, obviamente cuanto más demanda es mejor la tasa, sino pasa como ahora con el Banco Central, que las tiene altísimas porque nadie quiere comprar deuda. Es oferta y demanda.

-¿Y a la Argentina quién le va a licuar la deuda que tiene?

-Lo que es gravísimo es que un país tiene dos formas de hacerse de fondos: cobrando impuestos o endeudándose. Cuando se endeuda tiene que pagar intereses sobre esa deuda y muchas veces los compradores de esa deuda son los argentinos con plata en el extranjero, que son evasores. Es un círculo vicioso: yo argentino tengo la plata afuera y no pago impuestos por lo cual Argentina no recauda para comprar un patrullero y tiene que endeudarse, emite diez pesos de deuda, lo compro yo argentino evasor y a la Argentina no sólo no le pago impuestos sino que me paga intereses a mí.

Cuatro días después de los 25 que estuvo con el resto de la unidad en castigo por el cúmulo de incidentes que comenzaron con el asesinato de un Blood en manos de Solitario, Arbizu recibe una excelente noticia: será trasladado a una cárcel de mínima seguridad en Pennsylvania donde pasará sus últimos tres meses, una suerte de campus de estudiantes con restricciones. Cuando se despide de sus compañeros, todos le brindan una afectuosa despedida y cuando llega el momento de salir de la prisión, escucha ensordecedores golpes en las rejas, que le hacen poner la piel de gallina. El ruido es la última forma de afecto en el adiós carcelario.

¿De dónde sacó esa capacidad para entablar relaciones en prisión? Él tiene distintas teorías, por un lado cree que estar entrenándose constantemente generaba respeto, afirma que hacía 500 burpees en una hora, y subía y bajaba una escalera de 17 escalones durante otra hora, también agrega que sumaba la rareza de ser el único argentino. Sin embargo, elijo quedarme con la primera respuesta que le viene en mente cuando le hago la pregunta.

-¿Cómo pensás que te hiciste querer?

-Mi laburo fue siempre ser un encantador de serpientes.