Por: Franco Albornoz 

El hambre sigue siendo uno de los desafíos más urgentes de desarrollo, pero el mundo produce alimentos más que suficientes, organismos internacionales, sector privado y sociedad civil colaboran en iniciativas para reducir la pérdida y desperdicio de alimentos.

Aunque no hay una diferencia técnica entre pérdida y desperdicio de alimentos, suele asociarse la pérdida de alimentos con los daños al producto, en el campo, causada por las plagas y enfermedades y la mala manipulación. Mientras que el desperdicio está ligado a los alimentos que no llegan a consumirse por las malas prácticas de los consumidores.

Según datos de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el mundo se tiran por año 1.300 millones de toneladas de alimentos, el 30% de la producción mundial. Y al mismo tiempo, 842 millones de personas padecen malnutrición.

En Argentina, en tanto, cada año se desperdician casi 40 kilos de comida por persona. Es un millón y medio de toneladas de alimentos en condiciones de reutilizarse que se despilfarran por motivos como la falta de planificación de las compras, la mala conservación o, simplemente, el desconocimiento.

Rosario no está excluida de este flagelo, pero tiene la ventaja de contar con una organización sin fines de lucro que entrega alimentos que no pueden ser comercializados, pero sí son aptos para el consumo, ya sea porque las gamas de calidad del fabricante así lo estipulan o porque se encuentra algún error en el etiquetado, lo que provoca el retiro de los productos de las góndolas.

Se trata del Banco de Alimentos Rosario (BAR) que le da de comer a más de 35 mil personas, en 185 comedores de la ciudad. Del total el 63% son niños menores de 12 años, y en más de 6 años de funcionamiento ya lleva entregados más de 3 millones de kilos de  alimentos.

«El objetivo es llegar a 1, 1 millones de kilos recuperados en el año, y conseguir que cada vez más entidades se involucren en el proyecto. Si logramos juntar la punta entre los que comen y comercializan se puede conseguir hambre 0, es un problema de gestión», señaló a Conclusión Nadia Nazer, presidenta del BAR.

El proceso es el siguiente: se solicitan donaciones a empresas del rubro alimenticio y los productos recibidos son clasificados y almacenados por los voluntarios. Luego, se llama a los comedores inscriptos en el registro municipal para que éstos los retiren. Por último, se realiza un seguimiento de las entregas para garantizar la transparencia en la entrega de alimentos.

Sin embargo, el alimento no se regala, si no que se vende “simbólicamente”. El kilo de fruta, por ejemplo, sale entre cinco y siete pesos. «No creemos en la dádiva y en los regalos, por eso estipulamos una contribución simbólica a un precio muy bajo. Se garantiza trazabilidad y la seguridad que la comida fue manipulada correctamente», explicó Nazer.

El Banco de Alimentos inauguró hace dos meses una nueva sede, ubicada en calle Evaristo Carriego 360. «Son 9 mil metros cuadrados conseguido gracias al esfuerzo entre lo público y lo privado», indicó la presidenta de la organización que trabaja ad honorem junto a otros 29 compañeros de comisión directiva.

Pero la responsable del Banco de Alimentos no se queda con lo conseguido y se plantea objetivos para lo que viene: “Ahora buscamos tener un valor nutricional más alto en los alimentos», manifestó, y detalló la necesidad de impulsar proyectos de ley que favorezcan las donaciones.

La importancia de una ley

En la actualidad, hay dos leyes puntuales que están en agenda en el Congreso de la Nación para fomentar las donaciones y evitar el desperdicio. Una es la ley 25.989 (del buen samaritano), aprobada en 2004, que en su artículo 9, eximía a los donantes de la responsabilidad sobre los alimentos una vez entregados a los beneficiarios bajo las condiciones exigidas por el Código Alimentario Argentino.

Ese punto fue vetado a los pocos meses de la aprobación de la ley, dejando desamparado al donante y desalentando las donaciones, por lo que desde la Red de Banco de Alimentos plantean reincorporar ese artículo, sumar beneficios impositivos y promover acciones de sensibilización.

En el mismo sentido, Nazer explicó que otra de las iniciativas tiene que ver con la modificación de la ley de impuestos a las ganancias. «Hoy a las empresas les es más económico decomisar el alimento que donarlo porque hacen un recupero del IVA que de otra manera no tienen», concluyó.