Por Alejandro Maidana

Conocidos antiguamente como mozos de cordel, los valijeros de la Terminal de ómnibus Mariano Moreno cargan sobre sus espaldas no sólo el yugo diario, también un sinfín de necesidades no reconocidas.

Tiempo atrás la actividad del mozo de cordel consistía en ayudar a cargar el equipaje arriba del coche. Cuando allá por los 50 se inauguraba lo que hoy es la Terminal de micros la existencia del “valijero” ya era un hecho.

Fue la Plaza San Martín el primer lugar que supo cobijar a aquellos que tendían una mano a cambio de una colaboración. Pero si bien el paso del tiempo los encuentra contando nuevas historias, existe algo que no ha cesado en su andar, y eso tiene íntima relación con la lucha por reivindicaciones laborales.

En 2015, y después de varios intentos fallidos por ser reconocidos como lo que son, trabajadores, decidieron cortar parcialmente el acceso de los micros para visibilizar su protesta. El argumento más sólido que esgrimían es que Rosario es el único lugar del país que no brinda cobertura social y que los obliga a mantenerse gracias a la propina de la gente.

Conclusión dialogó con José Luis, quién lleva más de 30 años como valijero y tiene mucho por contar. “Nuestro oficio es tan antiguo como poco reconocido, a tal punto que estábamos en este sitio antes que se inaugure la Terminal. Desde nuestros inicios estuvimos ligados a la precarización, lamentablemente es una actividad ninguneada que no goza con ningún tipo de beneficio. Es más, en la etapa menemista tuvimos que pagar un canon para poder desenvolvernos como valijeros”.

Finalizada una privatización con escaso éxito, llegó la hora de conformar una cooperativa para tratar de consolidar la organización. “Después de tener que soportar lo antes mencionado, nos organizamos en una cooperativa, pero la misma siguió sin ser reconocida tanto por la Municipalidad como por las empresas”, agregó.

Pero tanto fue el cántaro a la fuente que terminó por romperse: “Hace unos años atrás cansados de tanta burla y abandono decidimos cortar el ingreso de los micros en reclamo activo por nuestros derechos. Si bien seguimos pugnando por una personería jurídica, hoy lo compañeros están acobardados por la situación económica y han bajado la guardia, lo que no significa que abandonemos la lucha”, enfatizó.

Más de 70 personas divididas en 3 turnos hoy se reparten la dura tarea de cargar y descargar lo que los pasajeros movilizan de sus viajes. La exposición al smog de los caños de escapes y las pesadas cargas, repercuten en la humanidad de aquellos que anteponen su físico en pos de una moneda o billete.

“Si te enfermas o sufrís un accidente quedas en manos de dios, por ejemplo un compañero tuvo que ser operado de urgencia y entre todos juntamos dinero y armamos rifas para tenderle una mano, ya que de él depende una familia. Es inconcebible que estemos en negro, que no tengamos una obra social, una ART o al menos un salario mínimo, y ni hablar de la vestimenta, de una chaquetilla que nos diferencie del resto. En nuestro país hay casos ejemplares como por ejemplo en Buenos Aires, cada empresa tiene su valijero, en Córdoba y en Mendoza lo mismo, en todo el país están reconocidos como trabajadores menos acá”.

Entre el amplio marco de requerimientos existen puntualmente dos que se destacan del resto, con respecto a esto José Luis indicó: “Cuando se paga el boleto el servicio incluye dos choferes, una unidad en condiciones de brindar un buen servicio y 15 kilos de carga. Acá está un negocio que venimos denunciando, esto significa que el usuario está pagando un servicio que debería ir a nuestras arcas pero lamentablemente se queda en las empresas. Otro caso es el derecho a plataforma, el mismo tiene un costo de $45, les hemos planteado a las autoridades incrementarlo mínimamente,  para poder de esa manera tener un sueldo básico”.

“El cálculo que hicimos hace dos años arrojaba que en temporada baja ingresaban a la Terminal 1.998 unidades diariamente, eso arroja un número más que importante, lo que pedimos no es un delirio, sólo perseguimos un derecho”, concluyó.