El triunfo de Donald Trump sobre Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de Estados Unidos fue un resultado totalmente inesperado. Pero no porque el magnate republicano no tuviera oportunidad, sino porque la mayoría de las encuestas daban por ganadora a la candidata demócrata. Y es aquí donde surge el interrogante: ¿es posible anticipar el comportamiento del electorado?

“La opinión es una variable cambiante y no es comprobable, a diferencia de otras variables que sí lo son como la altura, la edad y la situación laboral”, explica Nora Ventroni, docente de la cátedra de Taller de Estadísticas Oficiales de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadísticas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).

El debate se renueva cada vez que los sondeos electorales fallan sus pronósticos. Si auscultamos los sondeos de intención de voto de este año, nos topamos con las encuestas en Gran Bretaña que anticipaban el rechazo al referéndum de separación de la Unión Europea (Brexit) y los estudios de opinión que aseguraban que el plebiscito sobre el acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC tenía el camino allanado.

Parece ser que la credibilidad de las encuestas está en juego. Sin embargo, Ventroni sugiere que los medios de comunicación replican los resultados de forma parcial y equivocada. “Se está haciendo un uso exagerado, depositando en ellas toda la lectura de los procesos eleccionarios, cuando en realidad son una herramienta para medir el posicionamiento de los distintos candidatos en un momento determinado”, aclara.

docentes-unrLa académica insiste en que el manejo de la información provista por las encuestas electorales es, al menos, desprolijo. En esa línea, explica, “debería servir como un instrumento para evaluar el impacto de la campaña política y conocer qué quiere el ciudadano”, al tiempo que resume: “Permiten conocer la opinión pública y cuáles son las probabilidades de ganar que tiene cada candidato, además de detectar los temas de interés de los electores, sus necesidades y sus prioridades”.

Según Ventroni, existe una multiplicidad de factores que condicionan los resultados finales de una encuesta. Entre ellos, enumera, se encuentra el voto vergonzoso, que tiene lugar cuando parte del electorado no quiere revelar su preferencia por un candidato; el rechazo a la clase política, o bien, a los sondeos de opinión, o la baja fidelidad del electorado, ya que “es imposible prever los cambios de opinión”.

“Generalmente se publican estimaciones puntuales y no se habla del margen de error que acompaña esos valores. No se construyen intervalos de confianza ni se presentan coeficientes de variación porque son ‘difíciles de entender’ y no resultan ‘atractivos’. Por esa razón se las desecha, porque al darlas a conocer deben reducirse las afirmaciones que se hacen sobre los futuros resultados”, explica.

Por su parte, el director del programa de Comunicación Política de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UNR, Lucio Guberman, coincide con Ventroni al afirmar que, en realidad, son los medios de comunicación los que fallan en su forma de dar a conocer los resultados de las encuestas porque “no tienen en cuenta el margen de error y otros datos técnicos que, por lo general, no son tan lejanos de la realidad”.

El especialista señala que hay una necesidad periodística de anunciar un ganador que las encuestas no pueden resolver. “Los compradores de encuestas son conscientes de que no publican lo que recibieron, sino que montan operaciones de prensa sobre los informes, publicando los datos de manera sesgada y parcial”, completa.

Consultor político de profesión, Guberman considera que tanto la victoria de Donald Trump, como el rechazo al plebiscito de paz en Colombia y el referéndum sobre la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea fueron elecciones “muy ajustadas”, por lo que sostiene el error fue cometido por los medios de comunicación al no tener en cuenta los márgenes de error de las encuestas, que “en todos los casos superó los resultados finales”.

“El fenómeno de fondo en cualquiera de estas elecciones fue identificado perfectamente por los sondeos, que es la polarización social: sociedades divididas casi al 50 por ciento entre alternativas políticas muy disímiles entre sí, con una carnadura social realmente pareja”, indica.

En tiempos donde la opinión pública confluye en la vorágine de las redes sociales, ¿no deberían renovarse las técnicas tradicionales de sondeos? Guberman admite que en la actualidad se está trabajando en nuevas metodologías que involucran el monitoreo de las interacciones en las redes, pero sostiene que las técnica de muestreo domiciliario sobre el universo general de la población sigue siendo la más fiel en la predicción de los resultados, debido a que no todos participan en redes sociales y que, además, éstas “son difíciles de georeferenciar”.