Por Alejandra Ojeda Garnero

Frente al pedido de justicia de la sociedad ante los reiterados hechos de inseguridad, se sucedieron una serie de reacciones en los ciudadanos que fueron víctimas de hechos violentos pasaron en un segundo a ser victimarios.

Para tratar de desentrañar esta situación Conclusión dialogó con el sociólogo Kevin Lehmann quien plantea que deben modificarse algunas conductas frente a determinados acontecimientos, pero principalmente cambiar la forma de enfrentar las frustraciones.

El ciudadano que reclama tiene una expectativa, pero el resultado tal vez no sea el que espera, por lo tanto esa situación genera frustración y el nivel de tolerancia a las frustraciones fue disminuyendo.

En ese marco, Lehmann entiende que “la Justicia no hace justicia, sólo garantiza la paz social” y formula que “el nivel de exigencia hacia terceros no se condice con la exigencia que nos hacemos a nosotros mismos”, y va más allá al sostener que “le exigimos al Estado que resuelva situaciones que debemos resolver en el ámbito familiar”.

Con estas premisas el sociólogo parte de lo básico, en primer lugar es necesario entender algunos conceptos: “la Justicia, según el diccionario de la RAE, es una de las cuatro virtudes cardinales y un atributo de Dios. Por lo tanto, un absoluto, un irrepresentable: como la Belleza, la Bondad, el Amor” y a la vez indicó que “tutelar ese Bien, poner a los hombres en contacto con ese bien es tarea de sacerdotes y,  tal vez, de Artistas y Poetas”. Y continúa “probablemente no sea esa la tarea que se le ha encomendado al Poder Judicial, aun cuando la sexta acepción de Justicia sea: Poder Judicial”.

En este punto, el planteo es “bastante simple y tiene que ver con dos malentendidos de base que complican la relación del Poder Judicial con los ciudadanos. Esto a partir de que los problemas de legitimación pública del poder judicial, entendida como la autorización que te da otro para que vos hagas, para que vos digas. El Poder Judicial tiene legitimación a partir de que son concursados y demás. Pero hay una legitimación exterior que requiere de los ciudadanos para poder resolver los conflictos de la sociedad, los conflictos que los ciudadanos no pudieron resolver en otro ámbito y lo llevan a la Justicia”

“la Justicia no hace justicia, sólo garantiza la paz social”

A partir de las definiciones de Justicia, el especialista toma algunos supuestos como punto de partida: “La Justicia no se objetiva, no existe un producto, un hecho ni un lugar que sea Justicia, por lo tanto el Poder Judicial no produce Justicia, no es una fábrica de Justicia, produce decisiones tomadas en un contexto determinado, que pueden ser percibidas socialmente como justas”.

Por otra parte, sostiene que “la Justicia no es intrínseca a las decisiones. Si lo fuera, no existirían instancias de revisión”, además “es una convención y una percepción: lo que es justo en un lugar y un momento dados es injusto en otro lugar u otro momento”.

En este sentido, manifiesta que “en esta sociedad  y en este momento el reclamo de Justicia no es una abstracción. Existe una convención y un paradigma que determina lo que será percibido como justo o no y, más importante aún, si existe o no Justicia”.

Así las cosas, señala que “la justicia es el resultado de una interacción social. Aun la justicia, tomada como sinónimo de las decisiones que produce el Poder Judicial, en ningún caso depende de la voluntad autónoma de éste, ya  que los otros dos Poderes  y la sociedad, definen el contexto, es decir las leyes, composición, presupuesto, y los alcances de esas decisiones”.

Finalmente siguiendo con los supuestos, plantea que “la Justicia es, también, el resultado de la inscripción de unas decisiones y una actuación institucional determinada, en un paradigma”, y también agrega que “para construir la justicia como resultado, tanto funcionarios y magistrados de todos los niveles deben ocuparse de los contenidos de la decisiones; los responsables de la comunicación de inscribir esos contenidos en el paradigma, como el ajuste de expectativas y traducción de lo extraño en próximo y discutir el paradigma; y los Superiores Tribunales en tanto cabezas del Poder Judicial, de influir sobre la legislación y el contexto en el que toman sus decisiones los integrantes del Poder Judicial”, y además asegura que “los esfuerzos para mejorar la comunicación del Poder Judicial con los ciudadanos no tiene como punto de llegada mejorar la imagen de la justicia, sino que exista más Justicia”.

Partiendo de estas afirmaciones, el sociólogo define que “la Justicia (Poder Judicial), así, con mayúsculas, es un atributo, un valor, un bien público; la justicia, con minúsculas, es el resultado de un concurso de factores, decisiones e intervenciones de múltiples actores”.

Por lo tanto, “la Justicia y la justicia no son equivalentes, pero sí interdependientes. El Poder Judicial, identificado socialmente con ambas debe, para incrementar su prestigio institucional y para cumplir acabadamente con la tarea que le fue encomendada y que asume como propia, incrementar la calidad de ambas. Respecto de la cantidad podríamos arriesgar que existe una relación, aparentemente paradójica, de proporcionalidad inversa: cuanta más justicia sea necesaria, menos Justicia existe”, aseguró.

En consecuencia, se puede verificar “un desajuste de expectativas respecto de la contribución del Poder Judicial a la Justicia. Ese desajuste solamente puede solucionarse mediante la comunicación”, afirmó Lehmann.

En este contexto, plantea que “el paradigma, determina lo que puede ser percibido y su valoración. Es decir, qué existe y qué no existe, qué es bueno y qué es malo, qué es prioritario y qué no lo es, qué es justo y qué injusto”.

El sociólogo plantea que la reacción de la sociedad deviene, en parte de la información que recibe a través de los medios de comunicación, en tanto “inscribir las decisiones de la justicia y la actuación del Poder Judicial en el paradigma que nuestra sociedad tiene de la Justicia es una tarea indelegable de la Comunicación” que a su vez, “como área, como saber y como ejercicio, primero hay que conocer cuál es ese paradigma y cuáles son sus reglas: eso determinará las estrategias de legitimación, institucionalización, acreditación e identificación que darán sustento a la política comunicacional”, aseveró.

Lehmann asegura que “el Poder Judicial tiene legitimación a partir de que son concursados y demás. Pero hay una autorización exterior que requiere de los ciudadanos para poder resolver los conflictos de la sociedad, los conflictos que los ciudadanos no pudieron resolver en otro ámbito y lo llevan a la Justicia”

En este marco, el profesional puntualiza dos cuestiones: “la primera cuestión es que, como la justicia es un absoluto y los jueces no pueden hacer un absoluto, si no no se necesitaría revisión”.

Para comprender con mayor claridad esta situación, Lehmann se explaya con el siguiente ejemplo: “Cuando a una madre le matan a un hijo y dice ‘yo tenía una vida era feliz tenía un proyecto, estaba bien, invertí cariño y tiempo en mi hijo’, y una persona lo mató, el juez decidió que ese señor va a estar 10 años preso”.

Frente a esta situación surge la pregunta obligada, ¿se hizo justicia?, y la respuesta no es la esperada, porque “dentro de 10 años él (asesino) va a tener una familia, va estar feliz y no va a sufrir y la mujer nunca más va a recuperar a su hijo”, la deducción es que “eso no tiene nada de justo, porque no hay ninguna cosa que pueda hacer ese juez para que esta mujer diga que volvió a tener lo que tenía antes”.

«El ciudadano reclama justicia y compara esa expectativa de Justicia que tiene,  con el resultado que le ofrece el Poder Judicial y es siempre frustrante”

“Esa expectativa de justicia es ajustada, entonces hay una frustración porque pido justicia,  todo el tiempo. El ciudadano reclama justicia y compara esa expectativa de Justicia que tiene,  con el resultado que le ofrece el Poder Judicial y es siempre frustrante”, porque los resultados no pueden reparar el daño ocasionado, especialmente en los casos donde hubo víctimas fatales.

Pero no siempre el ciudadano responde de la misma manera con respecto a los otros sistemas expertos, “porque si se me quebró una pierna en doce pedazos y voy al hospital público y está el médico del hospital público yo le voy a pedir la parte de salud que me corresponde, quiero que me cure la pierna y quiero salir caminando de acá, yo no le exijo Salud porque entiendo que si tengo doce quebraduras hay una expectativa de resultado que me va a llevar un proceso y si tengo 51 años no es lo mismo que si tengo 20, y si voy inmediatamente no es lo mismo que si voy a los 6 meses. No creo que haya connivencia entre la fractura y el médico, es decir que a ese sistema experto no le pido “salud” le pido un resultado y entiendo que el caso que yo pongo a consideración de este sistema tiene un resultado”.

En el mismo sentido se puede reflexionar acerca del sistema educativo, porque “no le pido educación, entiendo que si mi hija va a la escuela durante doce años, no le voy a decir recibiste “educación”, voy a saber que aprendió algunas cosas”.

“Esto quiere decir que si nosotros debemos ajustar la expectativa frente al Poder Judicial”, aseguró el sociólogo, porque  “el Poder Judicial no trabaja con los hechos, en el fuero penal, trabaja con la consecuencia de los hechos”,

Con este panorama, plantea un ejemplo muy grafico “el sistema no fríe huevos,  yo le llevo un huevo que ya está frito y la exigencia que le hago a la Justicia es que vuelva el huevo a la cáscara y eso no va a suceder”.

En el mismo sentido afirma que “el Poder Judicial toma decisiones a partir de algo que ya se rompió entonces esa primera cuestión y el desajuste de expectativa genera mucha frustración y mucha violencia”. Y esto sucede porque se interpela al Poder Judicial diciendo que “esto que usted está haciendo no es justo, porque son indiferentes, son garantistas o no les importa”, y lo cierto es que este tipo va a salir absuelto y si fuese su hijo actuaría de otra manera”, en cambio, si la persona pudiera entender que “si no alcanza la prueba tiene que salir absuelto y no puede declararse culpable”, la situación sería diferente.

“Todos los sistemas expertos tienen una capacidad de respuesta, el Poder Judicial no cree internamente eso, hay jueces que creen que hacen justicia y hay jueces que se sienten interpelados éticamente si uno le dice que no hace justicia”, y la cuestión radica en que “los jueces intervienen en un vector en el cual hay cinco millones de causas nuevas por año en Argentina, dos millones de causas penales para seis mil jueces, es decir que no hay manera posible que el resultado se parezca a un absoluto justicia o ni siquiera tenga un nivel excelente, no hay manera”, sentenció el profesional.

En el mismo sentido, indicó que “la segunda cuestión que tiene que ver con otro malentendido que existe en el Poder Judicial es que “(el Poder Judicial) se define a sí mismo, cree que su misión es resolver conflictos. Pero lo cierto es que si yo tengo un conflicto de una medianera con un vecino agarro un fierro y se lo parto en la cabeza, el problema está resuelto”.

Otro ejemplo de esto es “el carnicero que atropelló al delincuente que le robó la semana pasada y terminó aplastándolo contra un poste, no hacía falta el Poder Judicial para eso.

En este sentido Lehmann afirma que “el Poder Judicial está para pacificar, para que los conflictos se tramiten de una manera pacífica, es decir todo aquello que nosotros no somos capaces de resolver, es nuestro fracaso como sociedad y termina en los tribunales”.

«No somos capaces de resolver, es nuestro fracaso como sociedad y termina en los tribunales”

En consecuencia, el sociólogo sostiene que “el hecho que intervenga el Poder Judicial ya es una mala noticia, porque quiere decir que no fuimos capaces de resolverlo en otro lado”.

Otra cuestión que surge en el conflicto es el de la pacificación que “tiene que ver con sostener esta transferencia de enorme de soberanía en la que ciudadanos pongan en manos de otros ciudadanos a quienes no conocen y a quienes no controlan, decisiones trascendentes respecto a su vida y a su bienes”.

Pero qué pasaría si fracasa esa  autorización “y el ciudadano dice que no va a confiar en lo que resuelva el Poder Judicial”, para entender la respuesta cuenta un caso donde “hace unos años una chica murió, una amiga de ella parecía que fue la autora del crimen y trascendió que el abuelo de 70 años la había encubierto. Los vecinos fueron a buscar al abuelo y lo mataron a patadas; en otro caso Lucas Navarro que fue a robar con una pistola de juguete, lo mataron a patadas los vecinos, en los dos casos mataron a un inocente porque nunca fue probado lo contrario y esas personas que fueron a reclamar justicia volvieron como asesinos, fueron a reclamar justicia, paz y seguridad y volvieron a su casa siendo asesinos y van a terminar en la cárcel”, ejemplificó.

En este sentido el Poder Judicial “debe renovar esa autorización simplemente para que funcione el sistema republicano y democrático para que la sociedad sea vivible porque si no es así van a terminar matando a patadas a un inocente.

En relación a este nivel de intolerancia, Lehmann sugiere que “hay una destreza que hemos perdido en la sociedad que tiene que ver con hay determinados niveles de frustración que tenemos que volver a incorporar como parte de nuestra vida”. Y cita como ejemplo “mi hijo estudio mucho, estudio todo el fin de semana, fue a rendir y se sacó un 1, entonces yo voy y le pego a la maestra y le digo que no es justo porque mi hijo estudio todo el fin de semana y no le puede poner un 1 porque se puso nervioso y usted le tiene que tomar examen de nuevo”, es decir que a veces la persona hace todo bien y el resultado no es el esperado, pero esto es normal, “en la vida a veces uno hace todo bien, pero sale mal” y hay que aceptarlo.

“Hay que aceptar las cosas que suceden, pero hay una cuestión vinculada con la frustración, la espera y la capacidad de resolver los propios conflictos. Nosotros tenemos poca capacidad para resolver nuestros propios conflictos, no podemos llevar todo al Poder Judicial”, aseguró Lehmann.

“Cuando uno sale del Poder Judicial sale de una experiencia que es incómoda, los conflictos no se va a resolver mejor que si lo hubiese resuelto por fuera de manera racional, porque por fuera se pueden acordar cosas”, aseguró.

«Tenemos poca capacidad para resolver nuestros propios conflictos»

En consecuencia, la sociedad, en primer lugar tiene que entender que somos corresponsables de ese sistema “y no podemos decir en mi casa no hay ningún libro, yo no leo, a mi hijo no lo educo, no le doy de comer, entonces si le va mal en el colegio es culpa del sistema. No es así, vos tenés algo que ver con ese resultado y tu hijo tiene que ver con ese resultado.  Lo mismo pasa con el sistema de salud y con el de administración de justicia”, señaló.

“Hay una tendencia a poner la responsabilidad de lo que le pasa a uno en el otro y de reclamar a los otros lo que no nos reclamamos a nosotros mismos”

En este sentido, advierte que “hay una tendencia a poner la responsabilidad de lo que le pasa a uno en el otro y de reclamar a los otros lo que no nos reclamamos a nosotros mismos”, sentenció.

Un ejemplo simple tiene que ver con que “le exigimos a Messi que sea el mejor jugador del mundo, le decimos que no hace goles en los partidos, pero nos preguntamos si ¿nosotros somos Messi en nuestro trabajo? Pero le exigimos al otro que entrena y que come sano y demás, algo que uno no se exige ni en su propio trabajo, un resultado de excelencia que en la vida de uno no existe”, con lo cual se exterioriza una actitud al menos pasible de una profunda autocrítica.

Por otra parte “estamos en un proceso de híper democratización, que tiene relación con las redes sociales, desde donde puedo hacer un reclamo o una mirada respecto de algo y que tiene 8 millones de visitas y no pasó por ningún medio formal, no tiene ninguna prueba, es decir que yo puedo hacer cualquier cosa y meter estrés en cualquier sistema porque se me ocurrió. Si soy más o menos hábil lo puedo hacer”.

En relación a la tendencia a poner la responsabilidad de las consecuencias de lo que nos pasa en el otro el sociólogo afirmó que “no podemos hacer una sociedad más o menos vivible si no aceptamos una dosis mayor de responsabilidad propia en los resultados”.

En cuanto a las reacciones de la sociedad con respecto a los casos de robo seguido de muerte que generan el pedido de justicia y que el delincuente se pudra en la cárcel, el análisis indica que “lo que dice alguien en una marcha o desde el dolor tiene que ser entendido en este contexto, no se le puede pedir racionalidad a una persona en medio del dolor, en medio del miedo y que perdió a un ser querido en un hecho violento”, afirmó.

Pero en los casos donde se producen hechos de “justicia por mano propia”, el sociólogo entiende que esto tiene que ver con una deficiencia del Poder Judicial de comunicar porque “el Poder Judicial asume su rol de poder de gobierno, la responsabilidad mayor del resultado social debe residir en el poder judicial no afuera y el poder judicial tiene que comunicar, tiene que pacificar tiene que conseguir que la sociedad entienda que es mejor estar adentro del sistema que estar afuera de sistema, es mejor tener que entrar y no resolverlo en otro lado. Si no lo podés resolver, es mejor resolverlo así que resolverlo por la fuerza o quemando a cuatro personas de una forma violenta no es el camino”.

Otro claro ejemplo de esta negación de la sociedad en su conjunto y de los ciudadanos en particular a responsabilizar a terceros de las consecuencias de los propios actos es la tragedia de Cromañon, porque alguien tiró una bengala y “nadie sabe quién fue y estaba rodeado de gente, es decir que hay un montón de gente que podría haber dicho fue él y resolver ese tema y eso no sucedió. La causa Cromañón hay un montón de ciudadanos que son partícipes de la impunidad de una persona que escuchó 40 veces no tiren bengalas y la tiró igual. Todas las otras responsabilidades distribuidas en los demás actores, pero esa persona tiene una responsabilidad y aquellos que podrían haber aportado algo para que se esclarezca esto también tienen una responsabilidad y eso no sucedió”, afirmó.

En el mismo sentido, ejemplificó que sucede lo mismo cuando “los padres que creen que los policías deben hacerle alcoholemia a sus hijos para que no tengan accidentes. Pero si el padre ve que el chico hizo la previa en la casa y tomó, es el padre que tiene que hacer algo. No puede pretender que el Estado ponga un policía al lado de cada chico, hay otras prioridades en la sociedad pero sobre todo hay un rol que los padres tienen que cumplir y lo tienen que hacer siempre desde que nació y si vos no lo haces no le podés pedir al Estado que haga todo por vos”, concluyó.