Los trabajadores del campo, con menos del 25% de los recursos disponibles, producen alimentos para más del 70% de la población del planeta, señala el más reciente informe de la organización ETC Group.

De la misma forma, se precisa que más del 75% de los recursos agropecuarios del mundo está en manos de la cadena alimentaria agroindustrial, una de «las fuentes principales de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)», asevera el texto.

Pero ésta, a pesar de disponer de la mayoría de los suelos y de las fuentes de agua y de combustible, aporta comida «a menos del 30% de la población mundial», indica el documento, titulado ‘¿Quién nos alimentará? ¿La red campesina alimentaria o la cadena agroindustrial?’.

La autora del estudio, ETC Group, es una organización no gubernamental internacional registrada en EE.UU., Canadá y Filipinas que trabaja para «vigilar el poder, monitorear la tecnología y fortalecer la diversidad», explica su sitio web.

El sur del mundo

La investigación, que este 2017 alcanza su tercera revisión, ofrece múltiples datos que dejan constancia sobre quién produce los alimentos y por qué no llegan a todos los rincones del globo.

Los agricultores campesinos en el Sur global, asegura el organismo, cosechan el «53% de las calorías para consumo humano» a nivel mundial, lo que incluye: «el 80% de la producción total de arroz y el 75% de la producción de oleaginosas».

En manos de los campesinos de todos los países está la producción de alimentos para el «70% de la gente», y además, «el 70% de los alimentos disponibles para consumo humano», medidos en calorías y en peso».

Comida que se pierde

Si la agroindustria produce cifras astronómicas de comida, ¿cómo es que solo alimenta a menos del 30% de la población mundial?, se pregunta el informe. «La respuesta es que la cadena cosecha calorías que no se destinan directamente a la población», asegura ETC Group. Y al respecto, detalla que:

El 44% de las calorías que produce la cadena agroindustrial se pierde en la producción de carne. El 9% se usan en la producción de agrocombustibles o productos no alimentarios. El 15% se pierden en transporte, almacenamiento y procesamiento. El 8% termina en los botes de basura.

En resumen, el «76% del total de calorías que produce la cadena se desperdician antes de llegar al plato, de modo que solo 24% son consumidas directamente por la gente», subraya el documento.

Cifras negativas

La ONG internacional precisa que la agroindustria utiliza «más del 75% de la tierra agrícola del mundo» y que en ese proceso destruye cada año «75.000 millones de toneladas de capa arable» y, además, «tala 7,5 millones de hectáreas de bosque».

Las grandes empresas productoras de alimentos, consumen un «90% de los combustibles fósiles que se usan en la agricultura», y no menos del «80% del agua dulce», necesaria para sembrar y cosechar.

Es una espiral que «arroja un saldo de 3.900 millones de personas subalimentadas o malnutridas» en todo el mundo.

Comida rural

Estimaciones presentadas en el informe calculan que cerca del 70% de la población del planeta, «entre 4.500 y 5.500 millones de personas, de los 7.500 millones de habitantes, acude a la red alimentaria campesina para obtener la mayor parte o todos sus alimentos».

En esa cifra, dice ETC Group, se incluyen «casi la totalidad de los 3.500 millones de habitantes rurales» y a «cientos de millones más que recurren regularmente a la red campesina en tiempos de escasez».

¿Cuál es la solución?

Hasta hace un par de décadas, se pensaba que la forma de resolver el asunto del hambre en el mundo era produciendo más alimentos.

«En realidad se puede producir más, pero si las personas no tienen acceso a la comida, el problema seguirá siendo el mismo», apunta Marjorie Nieves, nutricionista venezolana especializada en temas de soberanía alimentaria.

Consultada por RT, indicó que «el hambre va mas allá de la producción de alimentos», y que el punto clave resulta «el acceso a esos alimentos», razón por la que «el hambre y la pobreza se constituyen en un binomio inseparable».

Para la especialista, lo que determina que una persona pueda tener acceso a la comida y logre cumplir su derecho a la alimentación «es una conjunción de elementos políticos, sociales, económicos y culturales».

El modelo

Nieves recordó que Latinoamérica es una región productora de abundantes frutas, hortalizas y leguminosas, entre otras, pero buena parte de esos rubros se exportan.

«Uno de los factores que mas afecta a región es la volatilidad de los precios de los productos básicos, especialmente de los alimentos», así que los los pobres no puedan acceder a ellos, y por consiguiente, «abundan las dietas monótonas, que no tienen riquezas en macro y micronutrientes, necesarios para el organismo», explicó.

En opinión de la nutricionista, el gran problema es que «para la agroindustria, la comida sigue siendo un negocio».

Fuente: Ernesto J. Navarro- RT