Los argentinos de buena voluntad, esos que yo creo  son la mayoría, viven históricamente a merced del capricho de ciertos empresarios que no tienen reparo por el destino del prójimo, ni  les importa la dignidad y los derechos de los seres humanos, especialmente de los más vulnerables, esos que son siempre vulnerados, humillados, conculcados y aplastados, para ser más simple y contundente. En ocasiones se los escucha hablando bien y pomposamente, haciendo alarde de bien común, pero como decía Jesús, son “hipócritas semejantes a sepulcros blanqueados; por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia”.

Hace unas horas, los panaderos, en una protesta digna de ser aplaudida y difundida adecuadamente, protestaron por el aumento de la harina distribuyendo pan gratis a la gente en la intersección de las calles Corrientes y Córdoba en esta ciudad de Rosario.

Pero esta situación de incrementos en los precios se ha producido en muchos rubros, y en no pocos casos sin razón alguna; por mera especulación, “por las dudas” y ante el cambio de gobierno. Con mucho tino el titular de la Cámara de Ferreteros de Rosario, Sergio Angiulli, dijo a Conclusión que “los proveedores se están cubriendo y aumentando por las dudas los precios de los productos”, y sostuvo que “se trata de unamaniobra de pura especulación”. Tiene razón y es bueno que los comerciantes denuncien estas maniobras  que no se originan en medidas adoptadas por el actual gobierno o en declaraciones contundentes sobre programas de acción del gobierno que ha de asumir en los próximos días. Son, como ha sucedido siempre en este país, acciones de descomedidos, insensibles, de piratas de urbe, que  se diferencian de los del asfalto sólo porque visten saco, corbata y portan maletín y gozan de la impunidad que les da el título de empresarios (que en rigor de verdad no lo son, porque un empresario es otra cosa).

Señores que hablan de la libertad del mercado, pero que van más allá de los límites razonables y justos para caer en un libertinaje frenético en donde la ganancia de ellos está por sobre la vida de sus semejantes. Si hubiera en este país una justicia regida por jueces probos, honestos, imparciales, estarían tan sometidos a la condena de la prisión como aquel quien, revólver en mano, roba y mata sin consideración (aunque a veces hasta estos gozan de libertades mal concedidas).

Señores que roban posibilidades de vida digna a millones de personas, que con sus especulaciones sumen  en la pena a familias enteras que para adquirir lo básico, lo indispensable para vivir, deben hacer hasta lo imposible. Pero como a veces lo imposible no puede alcanzarse por más esfuerzo que se haga, caen desesperados en el hambre, en la privación, mientras ven como sus seres queridos padecen por la desconsideración de estos mequetrefes.

La imagen que ilustra esta columna, escrita con todas las letras y con cierto enojo e indignación,  es un cartel que pegó la Asociación Industriales Panaderos de Rosario y Afines durante la medida de protesta realizada hace unas horas y a cuyo texto adhiero.

Llegan las fiestas de Navidad y Año Nuevo y será una oportunidad más para que algunos corsarios  aprovechen y vuelvan a aumentar los precios. No es justo, no puede ser tolerado y alguna vez el pueblo argentino, los consumidores, tendrán que adoptar alguna medida para terminar con esta situación. Por ejemplo, como la que se propuso hace unos días de no comprar en las grandes cadenas. O bien los gobiernos deberán aplicar ejemplares sanciones que terminen con esto de quitarle la paz interior a cada ciudadano de buena voluntad de este país, porque en el fondo eso logran estos “señores” y de eso se trata.