Un nuevo contrato social ciudadano

Por Héctor Recalde

La realidad se ve en la calle, el pueblo argentino no la está pasando bien. Y aún los más reticentes reconocen que antes de que Macri asumiera la presidencia estábamos mejor.

Pero miremos un poquito las cifras. Al finalizar 2018 el desempleo fue del 9,1%. En estos días algunas consultoras privadas indican que llegamos al 11,1% en marzo de 2019.

El mapa ocupacional muestra que, sobre 20.903.000 puestos de trabajo, 10.696.000 estaban ocupados por trabajadores formales, 4.981.000 por trabajadores no registrados y 5.227.000 por cuentapropistas. Es decir que sólo la mitad (51,2%) de los puestos laborales estaban ocupados por trabajadores registrados. Los rubros que más trabajadores en negro tienen son personal doméstico (70,7%), agricultura y ganadería (64,9%) y construcción (53,9%).

Un informe oficial del Ministerio de Producción y Trabajo mostró que en enero hubo 12.112.500 de trabajadores registrados en el país, una caída del 2,1% respecto de los 12.374.900 en igual período de 2018. Se trata de la quinta baja interanual consecutiva. El sector privado fue el más afectado con una baja de 175.000 personas.

El sector público y los monotributistas sociales, sin embargo, también tuvieron un desempeño negativo al registrar una caída de 14.000 (-0,5%) y de 72.000 trabajadores (-17,3%), respectivamente.

En la dinámica por región, la caída del empleo fue generalizada.

En cuanto a la evolución de los salarios, la remuneración media bruta alcanzó los $39.000. En relación al mismo mes del año pasado representó un aumento del 36,6%, pero frente a una inflación acumulada en 2018 del 47,6% significó una caída en términos reales del 11%. Y de 17% acumulada desde que asumió el gobierno de Macri.

Pero esta realidad, lejos de mejorar, empeora todos los días. A diario nos enteramos de nuevos cierres de comercios, de industrias y de más trabajadores que se quedan sin empleo.

Las expectativas netas de aumentar las dotaciones de personal volvieron a mostrar una tendencia negativa por cuarto mes consecutivo al registrar un descenso del 1,1%.

La caída de la Industria según el INDEC en marzo de 2019 fue de -4,3% y la interanual del -13,4%. La capacidad ociosa de la industria en marzo fue del 42%.

El Salario Mínimo Vital y Móvil hoy se ubica en U$D 255 ($11.900) mientras que en 2015 era de U$D 602, más del doble.

Una familia necesitó $28.750 para no ser pobre en marzo de este año (U$D 625).

En los últimos 20 meses los jubilados perdieron casi un sueldo por la fórmula sancionada a finales de 2017. Hoy la jubilación mínima es de $10.400 y es la que percibe el 65% de los jubilados y pensionados. La Confederación Farmacéutica Argentina nos informó que durante 2018, se vendieron 100.000 medicamentos menos por día en relación a 2017.

El consumo en general se hundió 10,2% en marzo y registró la décima caída consecutiva.

La pobreza a fines de 2018 fue del 32% según el INDEC. El 6,7% de las personas es indigente. El 41,2% de los niños que habitan el suelo argentino son pobres según nos informa la UCA.

El consumo interno de leche cayó un 10% desde 2015 (Undav).

En abril el INDEC informó que la inflación de ese mes fue del 3,4% y la interanual del 55,8%. En lo que va del año ya suma el 15,6%.

Según datos de la Secretaría de Finanzas, el stock de deuda pública alcanzó los 332.192 millones de dólares, el 86,2 por ciento del PIB.

La fuga de capitales ya alcanza los u$s 94.274 millones desde que asumió Cambiemos. (ODE – Observatorio de la deuda Externa).

Frente a este panorama que refleja con claridad el desastre social generado por la política neoliberal, es necesario citar la postura de la OIT que tiene recomendaciones respecto a abrir vías mediante el compromiso de acciones por parte de los gobiernos, las organizaciones de empleadores y de trabajadores basados en tres ejes centrales:

1) Aumentar la inversión en las capacidades de las personas.

2) Aumentar la inversión en las instituciones del trabajo.

3) Incrementar la inversión en trabajo decente y sostenible.

Creo que, como ha quedado demostrado a lo largo de la historia, el derecho del trabajo no crea ni destruye empleo. A lo sumo lo que puede hacer es distribuir con más equidad y razonabilidad el empleo existente. Esto lo puede hacer, por ejemplo, mediante la regulación de la jornada de trabajo, reduciendo su límite máximo. Ello, además de permitir la redistribución del trabajo existente, aumentaría la productividad y disminuiría tanto el ausentismo como la siniestralidad laboral, tal como quedó demostrado en un estudio realizado por la OIT en 1998. La sobreocupación afecta notablemente el rendimiento de los trabajadores, entre muchas otras afecciones que provoca.

Es oportuno reafirmar la necesidad de reducir la jornada laboral en Argentina. Hace unos años presenté un proyecto de ley (Expte. 5373 – D) para reducir la Jornada laboral a 45 horas semanales y así redistribuir el trabajo existente y aumentar la productividad mejorando la calidad de vida de los trabajadores.

En total coincidencia con el último documento de la OIT, los gobiernos, las organizaciones de empleadores y de trabajadores deben revitalizar el contrato social para asegurarle a los trabajadores una participación justa en el progreso económico, el respeto de sus derechos y la protección de los riesgos a los que se exponen a cambio de su constante contribución a la economía.

Hace pocos días Cristina Fernández de Kirchner, en la presentación de su libro Sinceramente, propuso un “nuevo contrato social de todos los argentinos y de todas las argentinas”. Ese es el camino que todos y todas juntos debemos recorrer.

* Abogado Laboralista, Presidente de FUENTES

Foto portada: «Desocupados» de Antonio Berni (Rosario, 14 de mayo de 1905 – Buenos Aires, 13 de octubre de 1981) fue un pintor, grabador y muralista argentino.