Por Fabrizio Turturici

Hay un concepto sartreano, básico, que dice que un escritor no es tal si vive ajeno a sus tiempos, si no está comprometido al contexto histórico-político que lo envuelve. Dichas premisas parece haberlas comprendido al pie de la letra Mauricio Maronna, periodista cuyas columnas políticas en el diario La Capital ya son un rito dominical.

La pluma danzante de Maronna, que tiñe las letras de las páginas del periódico, van al compás de sus ideas; y éstas, a su vez, constituyen su ardid fundante. El jefe de sección debe lanzarse cotidianamente a la epopeya de revolver entre los escombros de la política, que transcurre a velocidades inusitadas en la Argentina de estos tiempos, para comunicárselo a la gente de manera fácilmente descifrable.

Mauricio Maronna recibe a Conclusión en un bar a la italiana, emplazado en el corazón de Rosario. Las canas que florecen, alborotadas, en su cabello, denotan la madurez periodística que le ha dado el paso de los años: ya no es el mismo joven que ingresó hace más de dos décadas al histórico edificio –de calle Sarmiento– donde funciona el diario.

El aroma a café y el humo del cigarrillo intervienen en la conversación como dos invitados más, y el entrevistado, poco a poco, se va desenvolviendo para dar inicio a lo que sería una extensa entrevista de múltiples aristas, donde cada puerta abierta cederá el paso a una nueva temática a tratar.

—¿Qué balance hace de los primeros cuatros meses del gobierno de Mauricio Macri?

—Un balance entre luces y sombras. Creo que hay cosas positivas; sobre todo vinculadas a la política exterior, a la eliminación del cepo, a otra forma de comunicar. Y el gran déficit de estos primeros ciento veinte días  apunta a lo económico, con medidas que complicaron mucho, no solamente a la clase baja, sino también a la media. No ha habido señales claras de un plan económico, por lo cual los empresarios siguieron cartelizados y tomaron otras decisiones.

—Allegados al gobierno sostienen que el plan sí está, pero el error pasa en su comunicación.

—No, a mí me parece que no hay plan económico. Como dijo Macri: ‘nosotros preparamos la cancha, pero ustedes tienen que jugar el partido’. Dejarle jugar el partido a los empresarios tiene un riesgo que se ha visto en estos meses, con la suba de los precios. También en materia de disminución de subsidios, aumento de tarifas… No podemos decir que este gobierno no anticipó lo que iba a pasar. En la campaña, el que sabía leer se daba cuenta  de lo que se venía. Creo que erraron en el orden de prioridades, en la prelación de las medidas. Quitar las retenciones a las mineras, al campo… ¿por qué no empezaron con Ganancias? Eso hubiese cambiado el escenario.

—¿Triunfó el shock sobre el gradualismo?

—Si hablás con funcionarios, te dicen que fueron gradualistas; que si no hubiese sido mucho peor. Me parece que eso habla de un desconocimiento acerca de cómo era la realidad del país.

—Hábleme del cambio de modelo económico que se está experimentando.

—La economía pasó a ser otra, totalmente. En el gobierno kirchnerista, la inflación no era un problema porque se incentivaba el gasto, el consumo. Pero ese crecimiento es insustentable. A largo plazo, explota. Argentina –y eso es lo que este gobierno no supo comunicar– estaba (y sigue estando) entre los tres países con más inflación del mundo. Y vino un gobierno que dijo: terminemos con la emisión, los subsidios, sinceremos la economía. Así que, estamos en el medio de todo eso. Y le reprocho al gobierno que no tuvo políticas de salvataje ante las emergencias.

—Como me dijo un colega, parece que todo lo hacen desde un laboratorio sin prever las consecuencias sociales, sin tener tacto ni sensibilidad con el pueblo…

—Puede ser. Pero más que nada, es desconocimiento acerca de cómo se mueven las estructuras del poder. El gobierno quiso entrar con un libreto nuevo: sin escuchar a los sindicalistas, a otros sectores, sin sentarse a negociar. Primero fueron con las medidas, y ellas fueron muy fuertes.

—Mientras la oposición permanece dormida, ¿volvió Cristina?

—Hay dos visiones respecto al tema. Los que dicen que el Poder Judicial cometió un error dándole a Cristina la posibilidad de que reaparezca en público. Pero a mí me da la sensación de que eso lo beneficia a Macri, porque recuerda todo lo malo de ella. El Gobierno hizo bien en poner enfrente los aparatos simbólicos del kirchnerismo. Sus opositores son La Cámpora, Aníbal Fernández, Cristina… Eso te permite elegir al adversario. Y, mirando las encuestas, con la mala imagen que tienen estos, a Macri le conviene. Esa es una razón. Y la segunda, es que esto mantiene dividido al peronismo. Massa, Urtubey y los gobernadores saben que el kirchnerismo como factor de poder se terminó, entonces no irán detrás de ella.

—En ese escenario polarizado, el único beneficiado es Macri.

—Hasta tanto el peronismo no se ordene y puedan convivir en la misma mesa Urtubey, Massa, los gobernadores y Cristina, el único victorioso será el presidente. Divide y reinarás. Todavía no asimilaron el golpe: para el peronismo, salir del poder es como para un pez salir del agua.

—Cristina habló de un Frente Ciudadano, que lo está gestando en este momento. Ya se reunió con intendentes, diputados, senadores, artistas, intelectuales. ¿Puede tener éxito?

—Con esta jugada, ella admite que perdieron el PJ. Porque, si ves la lista del PJ, no hay lugares de peso para el kirchnerismo duro. Entonces, inteligente, en vez de pelearla desde adentro del PJ, intenta buscarse un lugar por afuera. Fue lo que hizo Néstor al principio, cuando llamó despectivamente al pejotismo y apostó a los organismos de Derechos Humanos para darse un baño de agua bendita, articuló con el socialismo y demás. Básicamente, esto es lo mismo. Pero con una gran diferencia: cuando te quedaste fuera del poder, los que siguen en él, ven otra cosa. Urtubey, aquel que aplaudía los actos de Cristina, se dio cuenta que eso ya pasó.

—¿Cómo se llama eso? ¿Hipocresía, oportunismo?

—Eso se llama peronismo. Fueron menemistas en los noventa, duhaldistas en el mientras tanto, kirchneristas después. Y habrá que ver en el futuro. Al fin, el peronismo no es de derecha ni es de izquierda, sino todo lo contrario. El peronismo es el poder y siempre depende de qué lado sople el viento.

—Si este domingo habría elecciones presidenciales y se presentan Macri y Cristina, ¿quién ganaría?

—(Piensa.) Es difícil, no te podría decir quién ganaría. Yo veo un escenario, en ese sentido, parecido al del 22 de noviembre. El que no votó a Macri, no lo votaría ahora. Y el que lo votó, sí.

—Sin embargo, muchos de los que lo votaron, hoy, se le dieron vuelta. Aunque la mayoría admite estar peor que el año pasado, piensa que la culpa es de Cristina y no de este gobierno…

—Todas las encuestas dicen eso, que la imagen de Macri está en caída desde su asunción. Pero cuando le preguntan de quién es la culpa, se la atribuyen a la herencia kirchnerista. No obstante, Cristina no va a poder tener la culpa eternamente. Si no hay respuesta de la economía en estos seis meses próximos, será complejo.

—¿Cómo define el perfil del presidente? ¿Está mutando hacia la popularización porque sabe que depende de las grandes masas para continuar estable en la Casa Rosada?

—Macri es Macri, y en su cabeza juegan muchas ideas contrarias. Primero que nada, él es un gerente que manejó las empresas del padre, las suyas, a Boca Juniors e incluso la Ciudad de Buenos Aires, que funcionaba de modo gerencial. Es un ingeniero al que le aburre la política. Y sabe, como dijo más de una vez, que el peronismo es un movimiento que te permite actuar por derecha, izquierda y centro. Macri siempre estuvo más cerca del peronismo que del radicalismo. Esto último fue apenas una alianza que se dio por cómo estaba configurado el mapa político.

—También dentro del Gabinete se da un efecto similar. Son pocos los que hacen política y muchos los que hacen gerencia…

—Tal cual. Es un gobierno porteño-céntrico que viene con una mirada desde la Ciudad de Buenos Aires. Conociendo la mesa chica, le falta pluralidad de voces con gente del interior. Además, son personas que vienen de otro palo, de las empresas privadas. Falta política. Los que la ejercen son, apenas, Rogelio Frigerio y Emilio Monzó.

—Expectativas económicas: desde Casa Rosada están muy confiados en que bajará la inflación notablemente dentro del corto plazo.

—Esa es la carta del gobierno, el a todo o nada. Se juegan su futuro de cara al 2017. Pusieron la vara muy alta, pero no les queda otra. Si las cosas siguen como están, el gobierno no tiene posibilidad de reelección.

—Pero no parece que Macri venga  a perpetuarse en el poder. ¿Usted cree que sí?

—Todo gobierno que llega viene a perpetuarse… Y si puede, lo va a hacer. Todo lo demás es habladuría. Si le va bien, se quedará ocho años. Para que el presidente tenga dos mandatos, debe mejorar –considerablemente- en el aspecto económico. Que a partir del año que viene, ingresen al país un flujo de inversiones. En definitiva, lo que mueve a la gente es el bolsillo. No hay futuro político de Macri si siguen los precios altos. Si mirás la foto, hoy, es de malestar.

—Al final, ¿cuál fue la herencia recibida?

—No se sabe, porque comunican mal. Hay algo que me sorprende, que es que el Gobierno comunica mal las buenas noticias. Están viendo permanentemente las encuestas y entienden que la gente repudiaba las cadenas de Cristina y no quiere saber nada con esa centralidad avasallante. Buscan contrastar todo el tiempo con el pasado gobierno, y en ese contraste, cometen faltas infantiles y amateurs.

—Pasemos al plano judicial. ¿Cómo ve el accionar de la Justicia? ¿Puede ocurrir lo que está pasando en Brasil?

—Para eso hay que tener jueces a la altura; y no hay. Los magistrados que hoy están llevando adelante las causas de corrupción contra el kirchnerismo, en un noventa por ciento son los mismos que le dieron protección durante doce años. (Claudio) Bonadio sobreseyó a los secretarios privados de Cristina por enriquecimiento ilícito, (Sebastián) Casanello hasta hace poco era llamado “Tortuga”. Ellos y otros hoy harán lo imposible para avanzar y meter presos a todos, porque sabe que la sociedad los está mirando, que han cambiado las demandas.

—¿Podemos concluir que los jueces son, cuanto menos, tendenciosos?

—Responden al gobierno de turno. La aparición del video con gente contando plata como si fuesen caramelos, produjo, en medio de una política de ajuste tremenda y brutal, una reacción más grande. Es probable, entonces, que quienes fueron los protectores del kirchnerismo, hoy sean sus verdugos.

—Parece que se la está dejando respirar un poco más a la Justicia. Por ejemplo, Macri se presenta y pide que lo investiguen. Pero, ¿se puede decir que las instituciones van camino a su recuperación?

—No sé, esto que estamos viendo son movimientos que suceden en la Argentina cada diez años, cuando se va un gobierno jaqueado por la corrupción y viene otro. Ya pasó con el menemismo. Hay un reverdecer de eso: el Presidente llega, presenta sus declaraciones juradas y demás. Macri va un paso más allá y dice “hago un fideicomiso ciego”… No creo que Cambiemos llegue a la función pública para enriquecerse, lo que sí veo es que hay algunos que están mirando otra película. Se sientan y toman decisiones como si fueran gerentes de una empresa privada.

—Está bien, ¿pero aspira a recuperar sus instituciones Argentina o no?

—Ojalá, no soy muy optimista. No depende sólo del gobierno, sino de la sociedad también. Si la gente está bien económicamente, no le presta atención a nada más. La misma sociedad que le dio el 54 por ciento de votos a Cristina, es la misma que hoy no la puede ver ni en fotos. Para un mani pulite acá, faltan jueces a la altura y una sociedad dispuesta a acompañar hasta las últimas consecuencias, y no sé si el argentino está queriendo eso. Hay una grieta muy grande que pone en cancha a fanáticos de los dos lados.

—Sobre eso último, supuestamente, Macri venía a normalizar la situación, pero se está viendo una brecha cada vez más amplia.

—Cristina hizo mucho por la grieta. En la estrategia de dividir el mundo en dos, los buenos de un lado y los malos del otro, jamás se preocupó por tenderle una mano al otro. Es una manera de hacer política que, cuando se te termina el poder, cosechás lo que sembraste. Hoy por hoy, el país está dividido.

—Por último, ¿a qué se debe apuntar para cerrar la grieta y unir a los argentinos?

—A que el gobierno funcione. En la medida que Macri esté a la altura de las circunstancias, se formará una oposición que confronte, ya, desde otro lugar. Las cuestiones no se dirimen en la calle.