El papa Francisco ya llegó a Lima, Perú, pero horas antes, en su última misa, en una playa del Pacífico, en el norte de Chile, ante 50.000 personas, el Papa habló de la defensa de los migrantes en plena tensión por el conflicto mapuche, por la unidad y el reconocimiento de los pueblos originarios y condenar la violencia.

En esta región vecina de Perú y Bolivia, donde uno de cada diez ciudadanos es extranjero, el papa alertó sobre la explotación y la discriminación que sufren los inmigrantes.

«Estemos atentos a todas las situaciones de injusticia y a las nuevas formas de explotación», a la «precarización del trabajo», a que se «aprovechen de la irregularidad de muchos inmigrantes» y a la «falta de techo», dijo el pontífice.

Más de medio millón de extranjeros viven en situación legal en el país, según datos oficiales, un 3% de la población de 17,5 millones. Pero según datos recientes de la prensa, sólo el año pasado llegaron cerca de 105.000 haitianos y más de 100.000 venezolanos.

El papa agradeció «la presencia de tantos peregrinos de los pueblos hermanos de Bolivia y Perú – y no se pongan celosos- especialmente de los argentinos, que son mi patria».

Antes de emprender viaje a Perú, donde realizará una visita de tres días, el pontífice se reunió con un representante de las víctimas de la dictadura (1973-1990).

En el aeropuerto fue despedido por la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, una agnóstica reconocida, que le acompañó en varias etapas de su visita.