La bajante del río Paraná, con mediciones hidrométricas que no se registraban hace más de 50 años, genera complicaciones en el ecosistema de las provincias del Litoral y varios especialistas advirtieron que sin lluvias la situación podría extenderse hasta marzo y los perjuicios, en especial en torno a los peces, continuarán en los próximos años.

La falta de precipitaciones en la cuenca sumada a fenómenos ambientales provocaron esta bajante histórica que dejó  al río en 47 centímetros en el puerto de Rosario, cuando su altura normal supera los 3 metros, y esa situación se repite en al menos cinco provincias.

El Centro de Informaciones Meteorológicas indicó que este lunes el río registró una profundidad de 0,50 metros y se señaló que la bajante obedece a “la falta de lluvias en el norte, donde se encuentran los grandes afluentes del Paraná”.

En ese contexto, fuentes de Prefectura Naval de Rosario calcularon que la bajante continuará “al menos hasta marzo”, si se mantiene el mismo regimen de precipitaciones en la región.

Al respecto, ambientalistas rosarinos de la agrupación El Paraná No Se Toca agregaron que la falta de lluvias se debe “a la deforestación desmedida y carente de control, al igual que la contaminación de sus afluentes” en los últimos diez años.

La bajante también afectó a la actividad pesquera, ya que sumado a las quemas ilegales y la falta de agua en arroyos, generó la concentración de peces en el canal principal del río. Ante ello, pescadores artesanales del barrio La Florida denunciaron la pesca indiscriminada por parte de frigoríficos, que no respetan el tamaño de las presas y las extraen con redes, por lo que temen por la extinción de especies.

También en Rosario se observó en los últimos días manchas verdes en el agua por la floración bacteriana. Aguas Santafesinas explicó días atrás a la prensa que ello se debe a la contaminación, altas temperaturas y la baja profundidad del agua que generan las condiciones ideales para que se produzca esta anomalía.

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En Entre Ríos, si bien en los últimos siete días el río duplicó su altura en la ciudad de Paraná, donde este martes llegó a los 52 centímetros, desde febrero sufre los niveles más bajos e históricos dado que se mantiene muy por debajo de los 2,30 metros, el límite de aguas bajas.

A raíz de la bajante, embarcaciones quedaron encalladas en barro seco, salieron a la luz numerosos bancos de arena y anclas antiguas y se mantiene sobre la superficie la manta protectora del túnel subfluvial que une las capitales de Entre Ríos y Santa Fe.

La Prefectura Naval Argentina (PNA) en tanto, no pudo medir la altura en Victoria y Diamante entre abril y junio, ya que el sistema de medición no permitía registros menores al metro de altura.

Riesgo para los peces

El investigador del Conicet y magister en Ecología Acuática Continental, Juan José Neiff, explicó que la bajante extraordinaria del Paraná perjudica “el reclutamiento de peces” y que “no hay stock” de estos animales.

“Hemos perdido con la bajante dos períodos de reclutamiento, se pierden los peces pequeños y van quedando los más viejos”, explicó el investigador.

Respecto de las consecuencias en los recursos ícticos, señaló que el problema se genera “porque los peces migran entre 500 y 1.000 kilómetros, aguas arriba y largan sus huevos cuando están en aguas altas”.

“Las planicies inundables permiten que esos pececitos no sean devorados por peces más grandes pero con las aguas bajas no quedan planicies de inundación y los huevos descienden por el curso del río”, explicó el investigador

En este sentido, reiteró que los pequeños peces son devorados por los más grandes y “sólo van quedando los viejos” y que “habrá una gran merma de peces en los próximos años”.

La situación también perjudica la reproducción y crecimiento de la población de peces del Paraná que depende de los ciclos hidrológicos y climáticos. Por eso, pescadores y comerciantes aseguraron que la pesca bajó notablemente respecto a años anteriores, al igual que las ventas.

¿Cómo impacta la bajante en el ecosistema?

La directora del Instituto de Limnología Raúl A. Ringuelet de La Plata e investigadora del Conicet, Nora Gómez, explicó que “la escasez de lluvias en la Cuenca del Plata en los últimos años ha ido afectando caudales del río Paraná como así también el de los ríos Iguazú, Uruguay y Paraguay”.

“La bajante registrada durante este año ha significado un factor de estrés ambiental muy importante que influyó en distintos aspectos socioeconómicos, como así también en la ecología de esta cuenca”, advirtió la especialista.

Así, explicó, “se observan las alteraciones de la ribera ya sea por desmoronamientos de las márgenes o bien por dejar extensas áreas sin agua, lo cual favorece el avance de especies terrestres (algunas invasoras) y la retracción de las higrófilas que son las que sufren particularmente el estrés hídrico que genera la bajante del río”.

“Esto transforma el paisaje, alterando la biodiversidad cuando la capacidad de adaptación de las especias a estas condiciones es superada” añadió y advirtió que “este nuevo escenario suele ser una tentación para el avance de algunas actividades humanas en áreas que le ‘pertenecen’ al río”.

En tal sentido, mencionó que un menor caudal conduce a que “los organismos relacionadas con el curso de agua se encuentren más agregados en su distribución siendo más vulnerables a los depredadores, entre los que se encuentra el hombre que con la caza furtiva y la extracción descontrolada de peces genera cambios drásticos en el ecosistema”.

Además, añadió, “se advierten modificaciones en la calidad del agua como el aumento en la concentración de los sólidos en suspensión o bien en áreas afectadas por el enriquecimiento con nutriente y materia orgánica se observa el desarrollo de floraciones de cianobacterias”.