Por Melvin Goodman*

The Washington Post tiene una reputación de liberal e incluso de centro izquierda, aunque sus páginas editoriales están dominadas por neoconservadores que apoyan la idea del excepcionalismo de EEUU y el ritmo de las operaciones extremas de los militares estadounidenses. La semana pasada, se han podido leer una serie de opiniones que respaldan la ampliación del poder militar estadounidense y una confrontación política, si no militar, con China.

Los medios nacionales de EEUU generalmente han sido poco activos en el trato directo con el ejército, recurriendo a oficiales retirados como los generales David Petraeus y Jack Keane, como portavoces de las fuerzas armadas. Los medios suelen defender los presupuestos de defensa inflados y no son críticos con la peligrosa militarización en la toma de decisiones de seguridad nacional.

The Washington Post apoya particularmente una política de seguridad nacional más militarizada, incluida una posible confrontación con China.

Un grupo de articulistas – particularmente Michael Gerson, David Ignatius y George Will- argumentan que Estados Unidos necesita aumentar el gasto en defensa para “proteger al país de una gama completa de desastres globales”. Ignatius, un antiguo apologista de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), reconoció la necesidad de restaurar la “alineación civil-militar correcta”, y propuso al ex secretario de defensa Robert Gates como su modelo porque Gates “podría ser despiadado”. Gates era, de hecho, un cautivo de los militares uniformados.

Ignatius hace publicidad de la recién creada Fuerza Espacial de EEUU que hereda a 86 guerreros espaciales graduados en la Academia de la Fuerza Aérea. La guerra en el espacio sería una catástrofe, e incluso el jefe de gabinete de la Fuerza Aérea, el general David Goldfein, reconoce que en cada juego de guerra que involucra espacio, “nunca salimos ganando”. (“Durante mis años en el National War College, China prevaleció en todos los juegos de guerra que giraron en torno a Taiwán”). El presupuesto de defensa de este año asigna más de 15 mil millones de dólares para sistemas espaciales, cuando deberíamos buscar formas de desmilitarizar la frontera espacial, y no promoviendo otra carrera armamentista. Ningún país es tan dependiente económicamente como Estados Unidos del acceso al espacio.

El columnista George Will quiere un Cuerpo de Marines modernizado y más letal en un momento en que nuestros adversarios más peligrosos han desarrollado una “guerra de misiles de gran alcance y alcance extendido” para hacer frente a las amenazas del mar. Hay una razón por la cual los Marines no han recurrido a un desembarco anfibio desde los primeros meses de la Guerra de Corea, y ese es el alto riesgo y la gran dificultad de tales operaciones. El presidente Harry S. Truman reconoció el éxito de los marines en las islas en la Segunda Guerra Mundial, pero tenía razón al querer abolir el Cuerpo de Marines al final de la guerra.

La tecnología de misiles de crucero chinos ya ha asegurado que los buques de guerra estadounidenses, incluidos los portaaviones, no podrán acercarse lo suficiente al continente chino para ser efectivos, y la idea de saltar de isla en isla contra China es pura fantasía.

Gerson, el principal escritor de argumentos del discurso del “eje del mal” del presidente George W. Bush en 2002, que preparó el camino para la invasión de Irak, habla con regularidad de una “China cada vez más beligerante”. Él cree que Biden haría bien en reclutar asesores de defensa y política exterior de la administración Bush. ¿Significa esto que Biden debería traer de vuelta a Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Bob Gates y Condi Rice, quienes son responsables de las políticas que han traído el período más largo de guerras estadounidenses continuas en la historia del país? Gerson incluso cree que Biden “debería estar persuadiendo activamente… figuras militares y de inteligencia respetadas que sirvieron en la administración Trump para apoyarlo públicamente”.

El 30 de abril, The Washington Post publicó dos nuevos artículos que respaldan una política agresiva hacia China, señalando a la “fuerza superior” como el “camino más seguro hacia la paz”. Nikki Haley, embajadora de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas en 2017-2018, argumentó que “un poder superior económico, diplomático y militar occidental” derrotó a la Unión Soviética, y que el desafío actual de los “comunistas chinos debe verse de la misma manera”.

El columnista George Will cree que Joe Biden debería ser el próximo presidente porque está dispuesto a “enfrentarse a China“, y alienta a Biden a “asociarse” con el senador Tom Cotton, quien respalda la teoría conspirativa sobre la responsabilidad del laboratorio de investigación en Wuhan como origen del virus que causa la actual pandemia. Cotton, el Guerrero de la Guerra Fría, escribió en el Post el 3 de mayo que “el Partido Comunista Chino es nuestro enemigo. Su objetivo es desplazar a Estados Unidos como el poder económico y militar preeminente del mundo”.

Desafortunadamente, Donald Trump y Joe Biden ya están convirtiendo el tema de una línea dura hacia China en un eje central de la campaña. Líderes demócratas como el senador Charles Schumer están pidiendo a Trump ser más agresivo con China. La campaña de Biden está atacando a Trump por ser insuficientemente duro con China. Esto recuerda la postura antisoviética gratuita durante las campañas presidenciales en los peores días de la Guerra Fría. Trump no necesita que lo animen; su asesor adjunto de seguridad nacional Matthew Pottinger y su principal asesor económico Peter Navarro son extremadamente belicosos hacia China.

Otro escritor de The Washington Post, Josh Rogin, ignora que el Secretario de Estado Mike Pompeo ya hace suficientes esfuerzos para vincular los orígenes de la pandemia de Covid-19 con el laboratorio de Wuhan. En una nota del 1 de mayo, Rogin atribuyó falsamente a Pompeo un llamado a “despolitizar” el tema de la gestión de China de la pandemia de coronavirus. Pompeo impidió un comunicado conjunto en una reciente reunión del G-7 porque no pudo lograr que ninguno de los representantes europeos apoyara sus polémicas acusaciones. Sin embargo, Rogin citó unas exhortaciones engañosas de Pompeo de que el tema del manejo del virus por parte de Beijing no debería volverse “partidista”, porque “es un asunto demasiado serio”.

Pompeo, el jefe de las animadoras en esta campaña, atribuyó a su directora de la CIA, Gina Haspel, el haber encontrado pruebas que implican al laboratorio de investigación de Wuhan, según The New York Times. Sin embargo, hay evidencia que sugiere que Gina Haspel no cederá ante Pompeo. Haspel se ha enfrentado a la Casa Blanca en temas delicados como el papel del príncipe heredero Mohammed bin Salman de Arabia Saudita en el asesinato del periodista Kashogui; los hackers rusos y el proceso electoral de Estados Unidos; y el origen del virus Covid-19. Los analistas de inteligencia de Haspel podrían informarle a Pompeo que es contraproducente afirmar que Estados Unidos y sus aliados deben mantener a China en “su lugar apropiado”. Por otro lado, la Agencia de Inteligencia de Defensa, conocida por su disposición a politizar la inteligencia, cambió recientemente su posición analítica para acomodarse a la opinión de que el laboratorio de investigación en Wuhan fue el origen del nuevo patógeno. Haspel incluso ha protegido el trabajo y la seguridad personal del denunciante de la CIA, cuyo informe condujo directamente al proceso que intentó la destitución de Donald Trump.

En un momento en que la relación chino-estadounidense es central para estabilizar la arena internacional, se debería estar hablando sobre la importancia de la retirada militar mutua en el área del Mar del Sur de China y la necesidad de una diplomacia inteligente. Washington y Beijing son compatibles en asuntos estratégicos importantes que tratan sobre la península de Corea, la importancia de la desnuclearización de Corea del Norte, y la necesidad de atenuar las tendencias arriesgadas de Kim Jong-un. En vista de la continua incertidumbre en Corea del Norte, es esencial que Washington y Beijing mantengan debates diplomáticos programáticos.

Un diálogo diplomático entre Washington y Beijing sobre asuntos coreanos podría generar posibilidades para estabilizar la rivalidad naval en el Mar del Sur de China, así como crear menos fricciones sobre el tema de Taiwán. Podríamos enviar menos cruceros de misiles guiados al Mar del Sur de China; China podría detener la circunnavegación de Taiwán con aviones de combate y bombarderos estratégicos. Incluso una mejora modesta en las relaciones chino-estadounidenses sería ventajosa para EEUU, haciendo que la relación chino-rusa fortalecida sea menos amenazante para los estadounidenses.

No tiene sentido que las páginas editoriales de The Washington Post ayuden a los esfuerzos del complejo militar-industrial para fortalecer su argumento a favor de un mayor gasto en defensa al exagerar la llamada “amenaza China”.

Todos los presidentes estadounidenses, desde Richard Nixon hasta Barack Obama, han respaldado una política de compromiso con China, pero la obsesión de Trump con los déficits comerciales ha creado la peor fricción política y económica entre Washington y Beijing desde los primeros años de la Guerra de Vietnam. El chivo expiatorio de China por parte de Trump también sirve para desviar la responsabilidad de su patética respuesta a la pandemia de Covid-19. Desafortunadamente, el enfoque de confrontación de Trump y el consejero adjunto de seguridad nacional Pottinger ha obtenido el respaldo bipartidista, y será difícil revertir la dirección actual.

*Fuente: Revuelta Global.