Francia vivió hoy un nuevo día de paro ferroviario que dejó sin servicio a un gran número de trenes y afecta a conexiones europeas, en el cuarto día de una huelga que preocupa al presidente Emmanuel Macron y que busca frenar uno de los aspectos centrales de la reforma laboral que impulsa el Ejecutivo galo.

Los sindicatos ferroviarios se oponen a los planes del gobierno para reformar la Sociedad Nacional de Ferrocarriles (SNCF), de cara a un aumento de la competencia privada que permite la legislación europea.

El Ejecutivo quiere reducir los costos bajo el argumento de que de esa manera la compañía será más competitiva, entre otras cosas imponiendo que las nuevas contrataciones no se efectúen con el controvertido estatuto.

Actualmente, la mayoría de los trabajadores de SNCF posee estabilidad laboral, así como aumentos de salario regulares y una edad de jubilación de entre 52 y 57 años.

Los sindicatos alegan que esas condiciones son la contrapartida por trabajos muy calificados y largas jornadas laborales y que los salarios apenas están por encima de la media nacional.

Desde la SNCF, su director, Guillaume Pepy, buscó añadir argumentos contrarios a la huelga y en declaraciones al canal de televisión BFMTV señaló que «cuando circulan pocos trenes, como hoy, los costos son de 20 millones de euros al día».

Desde el gobierno francés, el primer ministro Edouard Philippe subrayó la semana pasada su «determinación» de llevar adelante la reforma del sistema ferroviario pese a las huelgas, y advirtió que no cederá en los principales puntos que suscitaron el rechazo sindical a la polémica reforma laboral.

«La rigidez operativa de la empresa es un problema», dijo después de haber indicado que la consecuencia es que el costo de funcionamiento de los trenes en Francia «es excesivo».