El Consejo de Seguridad de la ONU condenó anoche la última prueba nuclear de Corea del Norte y amenazó con imponer nuevas sanciones al régimen del joven dictador Kim Jong-un.

De esta manera, en su ensayo atómico más potente hasta la fecha, Corea del Norte anunció este viernes que había detonado una cabeza nuclear que podría montar en sus misiles. Una posibilidad que aterra a sus vecinos, sobre todo a Corea del Sur y a Japón.

La explosión, que fue subterránea al noreste del país, causó un terremoto artificial de 5,3 grados y tuvo una potencia de unos diez kilotones, algo menos de los 15 que alcanzó la bomba atómica de Hiroshima. Ante esta nueva prueba nuclear, la quinta de Corea del Norte desde 2006 y la segunda de este año, la condena de la comunidad internacional ha sido unánime. Mientras el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, prometió nuevas sanciones para castigar al régimen estalinista de Pyongyang, su homóloga surcoreana, Park Geun-hye, tildó a Kim Jong-un de «fanático temerario». Hasta China y Rusia, aliados tradicionales de Corea del Norte, criticaron el ensayo, que incumple una vez más las resoluciones de la ONU.

«Debido a la gravedad de esta violación, los miembros del Consejo de Seguridad empezarán a trabajar inmediatamente en las medidas apropiadas», anunció en un comunicado Naciones Unidas, que rebajó su contundente tono inicial al retirar de la declaración final su intención de tomar «medidas significativas más duras».

A pesar de las sanciones de la ONU, Kim Jong-un sigue adelante con su retórica belicista y juega la baza de la diplomacia atómica para mantenerse en el poder y evitar un cambio de régimen.

Cabe recordar que desde 2006, Corea del Norte ha efectuado ya cinco pruebas nucleares. Antes de esta, la última tuvo lugar en enero con una supuesta bomba de hidrógeno que los expertos sospechan que fue parcial o fallida por su escasa potencia. Con sus bravuconadas, este anacrónico régimen estalinista, la última frontera que queda de la Guerra Fría, intenta forzar las negociaciones con la comunidad internacional, rotas desde hace ya varios años.

Poco después de su primera prueba nuclear, Pyongyang llegó en 2007 a un acuerdo en las conversaciones a seis bandas de Pekín, que incluyen a las dos Coreas, EE.UU., Rusia, China y Japón, para detener su programa atómico a cambio de reconocimiento diplomático, petróleo para suplir su falta de energía y ayuda humanitaria para su sufrido pueblo. Pero su compromiso se vino abajo en 2008 por las dificultades para comprobar su desarme. En 2009, su segundo ensayo nuclear y nuevas pruebas de misiles volvieron a elevar la tensión en esta conflictiva región del noreste asiático, donde aún permanecen acantonados 28.500 soldados estadounidenses en la frontera del Paralelo 38. En esta escalada, las dos Coreas estuvieron a punto de ir a la guerra en 2010, cuando perecieron 46 marineros del Sur en el hundimiento de la corbeta “Cheonan”, al parecer por un torpedo del Norte, y Pyongyang bombardeó una isla próxima a su frontera donde murieron cuatro personas.

Cuando Kim Jong-un sucedió en diciembre de 2011 a su padre, el difunto «Querido Líder» Kim Jong-il, pareció abrirse un clima de distensión. Pero el obeso dictador volvió pronto a las andadas para consolidar su poder y en 2013 no solo llevó a cabo su tercer ensayo nuclear y nuevas pruebas de misiles, sino que hasta declaró el estado de guerra y cerró un polígono industrial gestionado con el Sur en la frontera de Kaesong. Tensando aún más la cuerda, Corea del Norte anunció en enero la detonación de una bomba H y ahora asegura que ha hecho estallar una cabeza nuclear que podría montar en sus misiles.