La Oficina de Ayuda Humanitaria de la ONU (OCHA) alertó hoy que 185.000 niños pueden morir de hambre en Somalia, donde según la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya hay 363.000 que sufren de desnutrición por la sequía, de los cuales, detalló la Cruz Roja, 70.000 son casos agudos.

Esos 70.000 casos agudos necesitan alimentación terapéutica para mantenerse vivos, señaló el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).

En este marco, el secretario general de la ONU, António Guterres, llegó a Somalía en una visita de emergencia para evaluar con las autoridades y los organismos humanitarios el impacto de la sequía, que se extiende a Etiopía y al norte de Kenia.

«Hay preocupantes similitudes con la situación de Somalia en 2011, cuando una hambruna causó la muerte de aproximadamente 260.000 personas», señaló a la prensa el portavoz de la Oficina de Ayuda Humanitaria de la ONU, Jens Laerke.

En dicho país, un millón de niños menores de cinco años pueden sufrir malnutrición aguda si la situación de hambre, agravada por el aumento de enfermedades relacionadas con la sequía, como diarrea aguda y cólera, no se revierte.

Las últimas evaluaciones indican que 6,2 millones de personas (la mitad de la población) necesitan ayuda humanitaria, de las cuales 3 millones no pueden cubrir sus necesidades alimentarias diarias. En estos lugares, empeora la sequía, fracasan las cosechas y crecen los temores de hambruna, mientras crece alarmantemente la cantidad de niños desnutridos, denunció por su parte el CICR, que señaló que la infancia es la primera víctima en estos dramas.

Tales circunstancias también se asemejan a las registradas seis años atrás, comentó Laerke, según la agencia de noticias EFE.

La Cruz Roja sostiene dos de los pocos centros médicos de Somalia meridional y central en los que los niños desnutridos encuentran tratamiento y estabilizan su salud, el Centro de Estabilización Sanitaria del Hospital General de Kismayo, y el de Baidoa.

Permiten evaluar la situación general, pero están lejos de dar abasto a las necesidades. Según informó la ONG humanitaria, en febrero de 2017 el centro de Kismayo ya había recibido 369 pacientes, 40% más que en igual mes de 2016.

Los niños, según explica el informe, son un indicador clave de la gravedad de la falta de comida, especialmente en el caso de los menores de cinco años. Dado que consumen mucha más energía por kilo de peso, necesitan comer con mayor frecuencia que los adultos. 

Abdirahman Bakar Ali, de diez meses, ingresó al centro en enero, desnutrido y con sarampión. Si bien mejoró mucho y pudo ser devuelto a su familia rápidamente, su madre, Sahra Osman, que tiene otros nueve hijos, está angustiada por la sequía.

«Trabajamos en la granja», explica, «pero todo está demasiado seco. El suelo mismo está seco, ¿cómo hacemos que crezca algo? En ese suelo seco no crece nada, un suelo seco no produce».

En el centro, los chicos reciben un programa de alimentación terapéutica y cuando es necesario son internados en una unidad de terapia intensiva: niños que ni siquiera tienen fuerzas para comer, atáxicos, inapetentes, que reciben leche por un tubo nasal.

Mientras tanto, Laerke agregó que «sabemos que con una acción inmediata, financiación adecuada y un trabajo coordinado podemos impedir que esto se convierta en un grave desastre humanitario».

Seis millones de personas necesitan también ayuda alimentaria en Somalía, y 2,7 millones en Kenia. Para cubrir estas necesidades a lo largo de este año, la ONU requiere un total de 2.000 millones de dólares, detalló Laerke.

La sequía golpea con particular fuerza en Somalia debido a su convulsionada historia reciente: el nuevo presidente, Mohamed Abdullahi Farmaajo, afirmó al jurar su cargo que se trata de «un país que en los últimos 26 años fue hostil y conflictivo» y se comprometió a restaurar la paz, sacudida especialmente por las milicias yihadistas de Al Shabaab.