Un libro sobre un desaparecido publicado a pocos meses del comienzo de la dictadura más sangrienta en el país. “El fusilamiento de Joaquín Penina”, de Aldo Oliva (1976), es la historia del primer fusilado del país, por la dictadura de Uriburu en 1930. La crónica de su vida y muerte corrió la misma suerte que su cuerpo. Hasta que décadas después pudo ser recuperado.

La historia de Penina aúna la resistencia a los procesos autoritarios en América Latina con los movimientos antifascistas en Europa, ya que su padre y su hermano también fueron asesinados en la guerra civil española. Una historia de resistencia, desaparición y recuperación de la memoria desde 1930 a 1976 y de España hacia Argentina.

El libro que contaba los trágicos momentos de su fusilamiento fue destruido por los militares en febrero de 1977. Pero en 2004 fue encontrado casualmente. Y 47 años después el libro vuelve a ser editado tal cual el original.

El libro del recordado escritor, docente y poeta Aldo Oliva sobre Joaquín Penina se remonta a un pedido que hace la Biblioteca Vigil a principios de la década del ’70. La colección que iba a salir a la calle se llamó “Testimonios”. Se planificó la salida de cinco títulos sobre la década del ’30, el cual cada uno tenía el prólogo de algún estudioso y después había testimonios de la época, que avalaban esos escritos.

El libro “El fusilamiento de Joaquín Penina” formó parte de la colección. Si bien Oliva lo terminó de escribir a fines de 1975, por problemas económicos de la biblioteca se imprimió en diciembre de 1976, ya con el golpe cívico militar en la Argentina.

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Pero la obra sufrió el ataque del terrorismo de Estado cuando, en 1977, La Vigil fue intervenida y los militares arrasaron con el tesoro cultural de la Biblioteca y todos (o casi todos) los ejemplares de “El fusilamiento…” fueron quemados, al igual que otras obras como “En el aura del sauce”, tres tomos de la poesía reunida del escritor entrerriano Juan L. Ortíz, por su militancia comunista.

Oliva escribió el ensayo de investigación sobre la desaparición de Penina, anarquista catalán que había venido a la Argentina y cobrado respeto dentro de los movimientos sindicales de la década del 20 en el país. Tal fue el grado de relevancia del militante, que se convirtió en blanco de la dictadura de José Félix Uriburu el 6 de septiembre de 1930. El anarquista fue detenido tres días después del primer golpe de Estado en la Argentina.

Señala Aldo Oliva en el libro que el 11 de septiembre de 1930 la Policía libera a otros presos políticos, pero que a Penina lo llevaron a los barrancos del Saladillo, donde lo fusilaron. “El Poder Judicial ―cómplice de la dictadura― rechazó los habeas corpus y los recursos de amparo presentados por los compañeros de Penina”, agrega en las páginas.

 

A los veinte años, Joaquín Penina decidió emigrar a Argentina y se radicó en Rosario. En el pequeño altillo que alquilaba en Salta 1581, guardaba una biblioteca con los principales escritos de autores anarquistas, que vendía o prestaba a sus compañeros de trabajo y amigos.

El 6 de septiembre de 1930, el general Félix Uriburu derrocó a Hipólito Yrigoyen. Tres días después del golpe, detuvieron en su hogar a Penina junto a una persona que vivía con él, el carpintero italiano Victorio Constantini, y un amigo que se encontraba en el lugar, el también catalán Pablo Porta. Se los acusaba de imprimir y difundir propaganda anarquista contra Uriburu. El lugar contaba con un mimeógrafo, aunque hacía tres meses no funcionaba.

Sus compañeros finalmente fueron liberados, pero la suerte de Penina ya estaba echada. Años después, uno de los propios fusiladores, el subteniente Jorge Rodríguez, contaría la historia del asesinato y desaparición.

Pennina, el libro y la doble aniquilación

“El fusilamiento del anarquista Joaquín Penina en septiembre de 1930 y su desaparición, después tiene una especie de segundo capítulo con el libro que escribió mi padre en relación a la historia de Penina, porque cuando viene la intervención militar la mayoría de los libros de la edición Testimonios fueron destruidos. Luego se fueron encontrando algunos de esos títulos, pero el de mi padre no aparecía”, cuenta a Conclusión Antonio Oliva, hijo de Aldo, y docente de la UNR.

Los años pasaron. Aldo había estado rastreando el libro por muchos lados, pero ni un solo ejemplar había aparecido. Llegó la democracia en 1983. El poeta y escritor recorría los bares de la ciudad, cuidaba de sus hijos, daba clases en la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Rosario, pasaron gobiernos democráticos, hasta que falleció en 2000. Enorme pérdida si la hubo para el ámbito literario y académico de la ciudad.

 

Cuenta su hijo Antonio que en 2003 un ejemplar apareció en una caja de mudanza de un contador de la Vigil, “pero sin la tapa ni los datos editoriales”, por lo que “nunca se pudo saber cómo era, hasta ahora que se ha conseguido un segundo libro”.

Así, se lograron publicar tres ediciones más, una de ellas incluso en catalán. Incluso en 2015 la editorial de la Vigil se relanzó con la reedición del paradigmático libro. Y hace unos años ocurrió lo impensado: un ejemplar entero apareció en venta por Mercado Libre.

En el marco de la pandemia apareció un nuevo ejemplar en una compra venta de manera casual. Un distribuidor de libros lo vio por internet y no dudo en comprarlo y donarlo a la biblioteca. Era el libro completo con la tapa original. Según cuenta Roberto Frutos, todos los libros tenían dos registros, una para biblioteca y otro para biblioteca. Por eso, se presume que esos fueron los ejemplares que sobrevivieron.

Pero hay más. En Wikipedia, en el sitio del poeta, docente y escritor Aldo Oliva, en la información de sus libros publicados está “El fusilamiento de Joaquín Penina”, como publicación póstuma en 2006, una edición que lanzó en ese año la editorial de la Universidad Nacional de Rosario junto con la poesía completa de Oliva. Esa suerte de omisión que parece perseguir al primer libro que, con tanto afán. elaboró Aldo luego de investigar y llevar a cabo el ensayo que fue editado por primera vez por Editorial La Vigil en 1976.

Genocidio Cultural

El 25 de febrero de 1977 un grupo bajo el mote de “comisión normalizadora”, integrada por los ex represores Agustín Feced, César Esteban Molina y también el civil y abogado Maldonado Puig, entre otros, negaron a los directivos de la institución el ingreso al lugar. Con fusiles y botas se llevaron a miembros de la comisión e hicieron relevamientos de ficheros para rastrear a los socios.

Hacia mediados de los 70 la institución de Tablada llegó a tener cerca de 30 personas trabajando en la biblioteca pedagógica. Eran las épocas doradas de La Vigil que funcionaba desde la mañana hasta la  noche y tenían cerca de mil préstamos diarios de libros.

Antonio Oliva dice que esa aparición incompleta “representa un caso en micro de lo que fue el desguace de Vigil”, “de todo lo que se perdió y todo lo que hicieron perder a Vigil”.

“Creo que hay una venganza de clase muy clara. Los militares en cierto sentido, y después los gobiernos decidieron también, concebían que un proyecto educativo nacido desde abajo era ‘demasiado subversivo’, en un contexto de autoritarismo que no se redujo a quemar libros, sino que fue hasta desaparecer a miles y miles de personas. En ese contexto la intervención y aniquilación de Vigil era como una encarnación de algo que no podía seguir adelante”.

Reivindicar la memoria

«Es un libro que Vigil edita en el año ’76 cuando la desaparición forzada de personas como técnica central en el terrorismo de Estado se hacía hegemónica y saca un libro sobre los desaparecidos, sobre uno de los primeros desaparecidos. No casualmente es un libro que desapareció durante mucho tiempo», dice Roberto Frutos, hijo de Raúl quien era vicepresidente de La Vigil al momento de la intervención, y actual presidente de la biblioteca.

 

Y señala que «así como se quemaron todos esos libros, la institución estuvo intervenida como 35 años. Primero en dictadura y, luego, lamentablemente muchos años en democracia». Pasado 2001, cuando el Estado comenzó a implementar políticas públicas en pos de la defensa de los derechos humanos, se formó un terreno en el que espacios como La Vigil pudieron ser recuperados.

«El libro representa un poco esto. La historia de la desaparición y la lucha por la memoria», asegura Frutos.

Un ejemplar encontrado y un filme

El derrotero de la búsqueda de un ejemplar entero continuó, luego de que en 2003 apareciera aquel al que le faltaban las tapas y las páginas con las referencias editoriales que corroboraran que se trataba, efectivamente, del libro publicado por La Vigil en 1976.

“Cuando se produce ese hallazgo, ahí empezamos a decir que teníamos una historia para contar, y a buscar financiación”, dice Diego Fidalgo, el cineasta que llevó la historia, no sólo del anarquista fusilado y desaparecido, sino también del karma que parecía tener la obra de Oliva -como si se resistiera a ser hallada- con el documental «Hombres de ideas avanzadas» (2011).

 

Cuenta Fidalgo que eso hizo también que siguieran “buscando pistas”. “Nos llevó al sur y a España, al pueblo de Penina para conocer a familiares y reconstruir su historia.  La película recorre esos tres tiempos históricos y habla de la pervivencia, de la memoria y de las historias que buscaron silenciar”.

“Me parecía que era interesante esa circulación de la memoria, esa pervivencia de la historia que se actualiza cada tanto, que se repitió a lo largo de los años, con dictaduras y dictaduras hasta la última del 76, que tiene que ver con la historia del libro, esa historia se va actualizando”, concluye Fidalgo.

Texto: Graciana Petrone
Entrevistas: Graciana Petrone, Federico Morel, Guido Brunet
Podcast: Guido Brunet
Cámara: Hernán Cabrera
Edición video: Sofía King