Por Carlos Duclos

Sentado en el sillón de su despacho, mostrando, sin quererlo, sus dotes de pensador y analista, mi interlocutor dijo ayer del gobierno nacional, apenas conocido el fallo de la Corte que destripó políticamente a Macri y sus muchachos: “Saben adónde quieren ir, pero no saben cómo llegar”. No es necesario revelar la identidad del personaje, pero sepa el lector que corresponde a un profesional, avezado e inteligente político santafesino (de cuyo partido no es necesario acordarse), militante desde su adolescencia en centros de estudiantes universitarios, portador de una exquisita y genética cintura política, además de presentar un CV como ilustre pegador de afiches callejeros y repartidor de volantes y panfletos (léase, “tiene calle”).

Y no se equivoca: el gobierno de “los empresarios”, como algunos llaman a Macri & Co., ha demostrado hasta ahora en el tema tarifario (y otros) sólo una cosa: tiene en claro qué quiere, pero no sólo que no sabe cómo obtenerlo, sino que para hacerlo a veces elige los caminos más grotescos política y funcionalmente hablando.

De no ser porque Macri cuenta aún con el respaldo que le dan algunos poderosos grupos mediáticos y con el festival de grosedades que le sirvió en bandeja el gobierno saliente (algunas aumentadas políticamente por cierto multimedio que de periodismo hace poco y nada), el efecto del tarifazo hubiera puesto a la imagen de Macri & Co. por el piso y lista para ser aplastada. De hecho, su imagen ha caído y si se mantiene es porque, además de lo antedicho, no hay en la vereda de enfrente un líder que despierte confianza y simpatía en la sociedad.

Y hablando de manos al gobierno, no puede soslayarse la prudente tolerancia de algunos gordos gremialistas que algunos aplauden, otros no entienden (o no quieren entender) y en otros genera un rechazo proverbial y enfático recordando metafóricamente que a Alfonsín le hicieron “mil paros en 100 días”. Y bueno… los tiempos cambian y los acuerdos también ¡Y los intereses que no son los del pueblo están a la orden del día!

“Da lo mismo que sea cura o colchonero”

Los valores, como aquellos que deberían portarlo, vuelan en la Argentina muy bajo. Dicho de otro modo y más claramente: hay una mediocridad que espanta. Un tirifilo sin experiencia ni dotes  cree que puede cantar como Gardel; un lector de comics supone que puede hacer poesía; un lector de Marx se erige como líder progresista y algunos que muestran un master de la Universidad de Harvard o Navarra creen que sólo por ello pueden ser funcionarios (¡!). Se le atribuye a Miguel de Unamuno haber dicho la conocida y célebre frase: “Lo que natura non dat Salamantica non praestat”. Sin embargo, sucede que algunos son atrevidamente incorregibles y aprovechan esa triste realidad plasmada en el tango por el “profeta” y poeta Discépolo: hoy “da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón”. Todos opinan, todos meten mano, aunque de inteligencia tengan tanto como la del nematodo. La realidad no es casualidad y lo triste es que algunos confunden erudición con inteligencia, e ignoran que esta última no se estructura como suponen (ese es otro tema).

Vale todo en esta humanidad de hoy, y por eso algunos se atrevan a dirigir metiendo mano en todas partes aunque no tengan no ya experiencia, sino “inteligencia”. Inteligencia que le ha faltado, por ejemplo, a este gobierno para manejarse como corresponde en el aspecto tarifario, que seguramente no habrá de terminar aquí. Ahora las pequeñas y medianas empresas, a las que no comprende el fallo de la Corte porque tuvo en cuenta, como corresponde, “sólo a aquellos que se presentaron a la justicia”, podrían iniciar las acciones de amparo.

El desatino pasado no justifica la grosería presente

El error (¿error o soberbia?) gubernamental está dado no sólo por el desprecio hacia la realización de las audiencias públicas para establecer aumentos, sino por haber sellado porcentajes de “locura”. El error o soberbia ha sido nombrar y mantener en el Ministerio de Energía a un accionista de Shell que aumentó el precio de los combustibles varias veces en pocos meses y cuyo destino, aun contra la voluntad del presidente, resuena en el cielo: se deberá ir, más tarde o más temprano, o arrastrará a todo el mundo al abismo. El error del gobierno subyace en la creencia de que un “guatemala”, o “guateinadecuado” si el lector lo prefiere, puede sobrevivir en ese ministerio sólo porque su antecesor fue o lo hicieron “guatepeor”. Y ese mismo error, simbolizado en tal creencia, se extiende a otros ministerios, como el de Seguridad, a cargo de Patricia (merece un tratado aparte) y a todo el gabinete y el espíritu del gobierno. Jamás el desatino pasado puede justificar la grosería presente. Si Macri cree que la Patria es una empresa, o que se puede administrar como la Capital Federal, comete el mayor de los desaciertos.

Y para finalizar dos cuestiones breves: la primera que la devaluación y el tarifazo provocaron una «deseada» inflación. La segunda es que con el fallo, el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, parece haberle enviado un mensaje a Macri y al espectro político y jurídico argentino: no crean que porque me reuní con el presidente de la Nación antes del fallo esto influiría en mis decisiones. Es saludable. Habrá que ver ahora si algún asesor gubernamental descerebrado con vestimenta de talentoso no sugiere reflotar la idea de aumentar el número de miembros de la Corte. Sería patético y desastroso para Macri & Co.