Por Esteban Guida (*)

La nota risueña de la semana fueron las declaraciones de los funcionarios del gobierno de Cambiemos respecto a los faltantes de manteca para consumo doméstico.Frente a la pregunta del periodista, el Ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, admitió que «va a faltar manteca» en las góndolas de los supermercados, y que el gobierno no está dispuesto a intervenir en situaciones de oferta que pongan en riesgo la provisión de determinados bienes de consumo masivo en Argentina.

La posición del gobierno respecto a este tema es totalmente coherente con su visión política. Se trata de una perspectiva en la que las empresas producen en base al criterio de la maximización del beneficio empresario; en otras palabras, se produce un determinado producto sólo sí le aporta una mayor ganancia al que lo hace.

Esta cuestión está avalada por un gran cantidad de economistas y académicos de todo el mundo que adhieren a la ideología liberal, por lo que, muy lejos de aparentar un “error de comunicación” o situación de “prueba y error”, se trata del basamento filosófico del gobierno que, lejos de preocuparse por la producción a niveles de consumo nacional, acordes con un objetivo de pleno empleo, priorizan las decisiones empresarias, en el marco de una economía concentraday desigual.

Por más que la biblioteca sobre teoría económica está copada por escritos que respalden esta posición, una economía diferente es posible. Se trata de concebir la producción nacional a partir de la mayor utilización de los recursos que dispone la Nación, atendiendo primeramente a la satisfacción de un estándar de vida digno para la totalidad de los argentinos; esto implica, desde luego, producir en cantidades diferentes a las que dicta el criterio de la maximización del beneficio privado, sin renunciar a la dinámica mercantil del sistema capitalista actual.

Plantear esta cuestión exclusivamente desde la óptica de un Estado interventor sería repetir los fracasos, ya que el Estado, tal como está y se lo concibe en la actualidad, es incapaz de torcer por la fuerza la voluntad de estos grupos concentrados de poder.

La alternativa está en la toma de conciencia del empresario que no deja de ser una persona, que nació en un barrio de este país, que tiene familia, amigos y colegas que lo animan a considerar las bondades de ser una persona que piensa en el bien común y que tiene todas las posibilidades de dejar a sus hijos y a sus más cercanos el reconocimiento de portar su apellido, además de una herencia que no siempre sirve para lavar las manchas habidas en su origen.

No es cierto que todos los empresarios nacionales hayan renunciado a ser útiles al desarrollo económico y social del país, cambiando la lógica egoísta y depredatoria que proponen algunos, en aras de la aniquilación del otro como medio para calmar un apetito que nunca se satisface. Es falso que todas las personas quieran tener todo el dinero que sea posible sin importar tener que vivir amurallados en un country o llevar a sus hijos al colegio en autos blindados. Un país rico en recursos humanos y naturales como es la Argentina bien puede tener una burguesía empresaria acaudalada que apueste a una Nación grande, en la que todos vivan dignamente, aunque ello signifique ganar un poco menos de dinero; o mejor dicho, ser un poco menos multimillonario.

Así, sería posible pensar que las industrias lácteas puedan sostener voluntariamente la producción de manteca, incluso a riesgo de perder un poco de rentabilidad, y de asociarse con el sector primario en épocas de crisis a fin de sostener una oferta de materia prima en el tiempo. Suena utópico, pero los argentinos tenemos ejemplos de personas que estuvieron dispuestas a ser primeras en dar muestras de su compromiso con la Patria y con el otro.

La conformación de una comunidad con valores humanos sólidos y una identidad nacional propia, que persuada, integre, anime y condicione positivamente la vida y decisión de los empresarios que tienen capacidad para producir bienes y fijar precios, resulta más efectivay esperanzadoraque cualquier medida de control o regulación que lleve a cabo un Estado cada vez más incapaz de responder al interés del conjunto de los argentinos.

Claro está, son propuestas que trascienden la gestión de un gobierno; se forjan desde la cultura y la identidad nacional, y su resultado efectivo puede tardar generaciones en evidenciarse plenamente.

Hasta tanto no se emprenda esta alternativa, impera la coyuntura, y frente a la cuestión de si las empresas fabrican o no manteca, los representantes políticos se presentan incapaces de lograr que la sociedad argentina encuentre soluciones reales y no meros parches que resultan cambios de maquillaje.Una economía alternativa es posible, aunque signifique mucho más que cambiar manteca por aceite.

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