Por Carlos Duclos

Y al final lo impensado, lo inesperado, aquello que muchos hoy malogrados encuestadores descartaron, se produjo; el establishment político norteamericano y cierto poder oculto recibieron el golpazo: la mayoría norteamericana eligió presidente a Donald Trump.

Trump, un estrambótico personaje, un showman, un magnate que no era político, pero que conocía muy bien a los agentes de la política, pues hacía suculentas donaciones para sus campañas, finalmente se preguntó ¿por qué no yo? Y le resultó. De nada sirvió el apoyo de los Obama, ni las declamaciones favorables a Hillary de las principales estrellas de Hollywood, ni las advertencias sobre el “peligroso Trump” que se derramaron sobre los norteamericanos desde todas partes del mundo que responden a la estructuras políticas tradicionales norteamericas. Todo fue en vano.

Seguramente alguien estará pensando por estas horas en un título para un libro sobre vida, obra y llegada de Trump a la Presidencia que podría ser best seller ¿Qué tal “Un extraño en la Casa Blanca”?

Porque Trump al fin y al cabo es un extraño impredecible, que habla de deportar a cuanto inmigrante tenga visos de delincuente, que es amigo de Putin y que no se sabe cómo reaccionará cuando el poder real de los Estados Unidos de Norteamérica y de buena parte del mundo le diga cuáles son las reglas. Porque nadie puede engañarse con que en la tierra del Tío Sam el presidente tiene todo el poder. De ningún modo.

No obstante, Trump no es tonto; por el contrario, pese a sus excentricidades y gestos para los medios, es un hombre muy inteligente y audaz. Nadie amasa semejante fortuna sin talento; nadie se cae en la vida y vuelve a levantarse sin ese mismo talento sumado a la fe y a la perseverancia; nadie es presidente de los Estados Unidos de Norteamérica sin la confluencia de sí mismo y un poder misterioso que puede hasta con el mismo poder terrenal, como ha quedado demostrado.

“Voy a ser el presidente de todos los norteamericanos”, ha dicho, y ha reflotado algo muy caro a los sentimientos de los puros hijos del Tio Sam y de los adoptados y acogidos como propios: el despertar, la resurrección del famoso “sueño americano”. Al menos en las palabras empezó bien.

Hay quienes se preguntan ahora ¿qué será de los Estados Unidos? La pregunta es muy equivocada, pues la correcta es ¿qué será del mundo? Habrá que ver qué es lo que dice Trump y qué es lo que quiere hacer con la guerra en Siria, con el Estado de Israel. Habrá que ver cuál será su relación con la Otan, a cuyos estados miembros criticó por no aportar lo necesario y amenazó con dar un portazo ¿Que hará Trump con Irak, con Irán, con Isis? Y sobre todo, y económicamente hablando, cuál será su relación con China.

Un dato importante, según revelan ciertos diarios europeos, es que algunos sectores árabes han celebrado la caída del establishment norteamericano ¿Será para celebrar realmente?

Los republicanos le deben ahora a Donald no sólo la victoria, sino el fortalecimiento en el Congreso, pues gracias a él ahora manejan las dos cámaras. Todo el poder político en manos de los republicanos y gracias al denostado Trump ¿No cambiará la historia en el seno del partido conservador?

Y… ¿cómo se comportará Trump con Argentina o, para decir mejor, con Macri? Recuérdese lo siguiente: En septiembre pasado, el presidente argentino participó de un panel en la Fundación Clinton, en Nueva York. Convencido del triunfo de Hillary, no dudó en decir que prefería a Hillary como sucesora de Barack Obama. Allí estaba Bill Clinton a quien Macri le dijo: «Lo espero como primer caballero, durante el G20 que haremos en Buenos Aires”. Es lo que se llama en la jerga tener menos visión, prudencia y cintura política que un pavo.

De todos modos se sabe que la política corre por otros senderos y que estas cosas no cuentan a la hora de los negocios. El asunto es determinar si la agenda de Trump incluye a Latinoamérica. Por el momento, lo que se percibe es un hombre centrado en devolverle el poder real a un país y a sus habitantes, y de cómo lo haga es un asunto que importa al mundo. Un mundo que mira asombrado y hasta incrédulo a “Un extraño en la Casa Blanca”.