Por Esteban Guida

Esta semana se dieron a conocer algunas de las principales estimaciones que fundamentarán el proyecto de ley de Presupuesto de la Administración Pública Nacional, que el gobierno enviará al Congreso prontamente.

En primer término, se estima que en 2018 la actividad económica crecerá un 3,5% respecto al año anterior. Esta resulta una estimación modesta habida cuenta de que el 2017 no será un año lo suficientemente bueno como para recuperar el retroceso que sufrió economía durante el primer año de gestión del nuevo gobierno.

Más allá de los números y las estimaciones, es importante comprender cuál es, según la visión del gabinete económico de Cambiemos, los fundamentos del crecimiento económico para el próximo año, ya que la coyuntura y el análisis los indicadores aisladamente, puede dificultar la comprensión de la estrategia que se está siguiendo para lograrlo. Además, interesa saber si el crecimiento que se anuncia es el resultado de un proceso genuino, sustentable y autónomo del país, capaz de generar riqueza y de distribuirla con justicia y equidad al conjunto de los argentinos.

Según declaraciones realizadas por funcionarios del gobierno nacional, el crecimiento esperado estará impulsado principalmente por un importante incremento en el gasto público orientado a cumplir con un ambicioso plan de obras públicas. Se habla de un 10 por ciento más de lo que se prevé realizar en todo el año 2017. Por el frente externo, se sigue a la espera de que nuestro principal socio comercial, Brasil, salga de su actual crisis económica y recupere el dinamismo en las compras de productos argentinos; pero en rigor de verdad, no se vislumbran nuevas iniciativas tendientes a mejorar la performance exportadora de la economía argentina.

Respecto a la inflación proyectada, una variable a la que se está prestando gran atención, se estima que el presupuesto recogerá la proyección de la meta inflacionaria que tiene el Banco Central de la República Argentina para el año 2018. Esta refiere a una inflación entre el 8% y el 12% anual, una cifra realmente baja para una economía que necesita un impulso para crecer y recuperar terreno perdido. Esta meta resulta de dudoso cumplimiento (como las del año 2016 y 2017) habida cuenta de los aumentos tarifarios, la quita de subsidios y los aumentos ya concedidos que llegarán después de las elecciones de este año.

Pero las dudas sobre las bases del esquema económico siguen vigentes, y refieren a las siguientes cuestiones: ¿cuál será el motor del crecimiento que permitirá a la economía alcanzar un sendero sustentable de incremento de su producto bruto? ¿Cuál es la estrategia de generación neta de divisas por parte del país que haga viable sus pretensiones aperturistas y liberalizadoras?

Todo indica que el gobierno sigue sin darle al mercado interno la importancia suficiente como generador de empleo y mecanismo de distribución del ingreso. La dinámica de la obra pública como estimulante artificial de la actividad doméstica juega un rol importante (además de cubrir la necesidad de mejorar la infraestructura básica en todo el interior del país), pero se enfrenta al objetivo de ajuste fiscal que el gobierno esboza en el mismo presupuesto

En el frente externo, se sigue apostando a los sectores exportadores tradicionales que, con un tipo de cambio controlado, dependen principalmente de la recuperación del comercio internacional, algo que de ocurrir, se dará a un ritmo modesto.

La solución que el gobierno tiene para salvar el desajuste fiscal y comercial, sigue siendo, peligrosamente, el endeudamiento público externo. El sector público nacional necesitará nuevo financiamiento por más de 20.000 millones de dólares para cubrir el déficit fiscal y otros 10.000 millones de dólares más para el pago de intereses. Esto no incluye las renovaciones de deuda que abultan cada día más el peso de las obligaciones externas y que llevan al país a una preocupante situación de estrangulamiento externo.

Como cada año, resulta de vital importancia que los legisladores den un debate profundo respecto a los fundamentos de las proyecciones del presupuesto público nacional, puesto que es la herramienta principal en manos de los legisladores para decir los criterios y la orientación del gasto público. Lamentablemente, los antecedentes no son muy alentadores en esta materia, ya que se suele hacer énfasis en cuestiones puntuales dictadas por la agenda mediática y el oportunismo de algunos sectores interesados.

Es tiempo de poner en discusión el modelo de crecimiento que propone el actual gobierno y que los representantes del pueblo argentino velen por la generación y distribución de la riqueza nacional de manera justa y equitativa.

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