Imagen del 10 de mayo de 2021 del primer ministro portugués, Antonio Costa (d), reuniéndose con el presidente de Argentina, Alberto Fernández (i) en el Palacio de Sao Bento, en Lisboa, Portugal. (Xinhua/Pedro Fiuza)

 

La posición del Gobierno argentino en las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), en torno a la posibilidad de poder alcanzar un acuerdo flexible que le permita al país cumplir con los compromisos y que contemple la suspensión de las tasas que el organismo aplica en programas de refinanciamiento, sumó este lunes el apoyo de Portugal, en el marco de la visita a ese país realizada por el presidente Alberto Fernández.

Durante la conferencia conjunta que ofrecieron los mandatarios de ambos países, el primer ministro portugués Antonio Costa apoyó el planteo argentino y comparó la situación similar que enfrenta hoy la Argentina con la que enfrentó su país y el tratamiento que le dio el FMI.

“Yo me he enfrentado con el mismo problema que tiene la Argentina. Teníamos un préstamo que era superior a la cuota de Portugal en el Fondo. Pagábamos un sobrecargo muy significativo y felizmente hemos logrado convencer al FMI de liberarnos de ese sobrecargo. Hoy estamos en una situación muy particular y creemos que es un momento para suspender ese sobrecargo para poder ayudar a los países que están combatiendo el Covid-19”, subrayó Costa.

En el año 2015, Portugal debió reorganizar su economía para saldar la deuda que en ese entonces mantenía con el Fondo, y lo hizo bajo un modelo que algunos países consideran “inédito”, ya que no impidió el crecimiento económico y pudo ordenar las cuentas públicas. Los buenos resultados que este esquema tuvo en el país europeo, hacen que Argentina considera implementar el mismo modelo para resolver sus asuntos.

Sucede que las modificaciones implementadas por Portugal cambiaron la estrategia tradicional de ajustar primero para crecer después, con lo que este país no solo pudo pagar lo abultada deuda con el FMI, sino que también redujo casi a cero el déficit fiscal, contando con la ayuda de fuertes ingresos por el turismo y las exportaciones.

Para explicar la crisis económica por la que pasó Portugal hay que remontarse al 2010 cuando, impulsado por un déficit fiscal del 10% del Producto Bruto, las autoridades de ese país firmaron un acuerdo por casi 80.000 millones de euros con el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea.

La situación se agravó un año más tarde, cuando el candidato conservador Pedro Passos Coelho ganó las elecciones y, una vez en el poder, firmó otro acuerdo con el Fondo por una deuda de US$ 38.000 millones, con el objetivo de reducir el déficit para poder saldar las deudas.

Sin embargo, esto se tradujo a un importante ajuste en los gastos del Estado: recortes salariales, despidos en el sector público, suspensión del cobro de aguinaldo para empleados públicos y jubilados, y hasta ampliación de la jornada laboral a 40 horas. ¿El resultado? Un aumento exponencial de desempleo y la pobreza.

Según un informe de la Oficina de Evaluación Independiente (OEI) del FMI “la mayoría de las medidas estructurales estaban relacionadas con las reformas del mercado laboral y la gestión del gasto público”. Asimismo, explicaban que “la condicionalidad estructural en el programa respaldado por el FEP para Portugal inicialmente incluía una ‘devaluación fiscal’ que imitaría una devaluación de la moneda a través de medidas fiscales”.

No obstante, el programa de austeridad tuvo como correlato la recuperación de las exportaciones hacia el mercado común europeo, beneficiados también por el crecimiento que registraban año a año España y Alemania, dos de sus principales socios comerciales. A pesar de las leves mejoras que mostraba la economía, la política de austeridad había golpeado el bolsillo de los portugueses.

Con este panorama, en el año 2015 el partido conservador pierde las elecciones y asume como primer ministro el socialista António Luís Santos da Costa, quien se encontraba al frente de una coalición de izquierda y tenía una propuesta económica completamente distinta.

Tras arduas negociaciones con el FMI, Costa incrementó las pensiones, redujo impuestos, revirtió los recortes salariales y recuperó la jornada de 35 horas semanales para los empleados públicos.

La explosión del turismo lo ayudó, y el nuevo modelo empezó a rendir frutos, al tender a un mayor equilibrio fiscal y crecimiento económico.

El gobierno de Costa logró reducir a 0,5% el déficit fiscal, mientras que la administración portuguesa destacó que a partir de la recuperación de los ingresos y la baja de impuestos, se logró reactivar la economía.

Para el año 2018, el país europeo canceló la totalidad de la deuda con el FMI y presentaba una economía pujante.

Sin embargo, el politólogo e investigador de la Universidad de Lisboa, Andrés Malamud, expresó años atrás a Infobae que la economía de Portugal necesitó de un ajuste –que fue realizado por Passos Coelho- para encauzar su economía.

“Portugal implementó un tremendo programa de ajuste: reducción de salarios públicos de entre el 20 y el 25 por ciento, aumento del desempleo del ocho al 18 por ciento, aumento de impuestos y congelamiento del salario mínimo. El crecimiento se recuperó en parte por la llamada devaluación interna, que es la reducción de costos laborales, y en parte por circunstancias fortuitas, como el fracaso de la Primavera Árabe, que expulsó turistas del norte de África y los derivó a los países mediterráneos de Europa. No hubo plan de desarrollo”, analizó.

Lo cierto es que el gobierno de Alberto Fernández toma como modelo la experiencia portuguesa y asegura que busca firmar un acuerdo con el FMI que le permita recuperar el crecimiento sin afectar los ingresos de los argentinos ni agravar un cuadro social donde casi el 45% de la población está en la pobreza, lo cual se ve agravado por la pandemia.