¿Por qué no debería subir el dólar, si desde que se inició la corrida cambiaria, en el pasado mes de abril, el gobierno nacional no ha hecho nada para corregir los desequilibrios que generaron la profunda desconfianza de los agentes económicos? La sorpresa de esta nueva escalada de la divisa es sólo para quienes no han sabido o, mejor dicho, no han querido advertir la inconsistencia de la política económica impulsada desde el primer día por el actual gobierno y defendida ciegamente por todo el arco oficialista.

Lo más preocupante es que el presidente Mauricio Macri y sus principales ministros siguen afirmando que la crisis que atraviesa la Argentina ya está quedando atrás y que el rumbo económico definido por su gobierno no se va a cambiar, ya que lo dan por único y correcto. A esta posición se le han sumado algunos economistas y empresarios que, en línea con las estimaciones del Fondo Monetario Internacional, vienen apoyando el abordaje de la crisis con la ultra oficialista idea de que “la turbulencia” ha pasado y que en los próximos meses se podría lograr una incipiente recuperación económica; algo parecido a lo que decía oficialmente el FMI a tan sólo tres meses de soltarle la mano al gobierno de De la Rua para empujarlo sutilmente al abismo del default.

Pero el mercado cambiario tiene un comportamiento más pragmático y no toma sus decisiones en base a lo que aparece en los medios o expresan los voceros de turno. Aunque algunos dicen que la novela de “los cuadernos” ha sido responsable de la volatilidad cambiaria de estos últimos días, para el mundo de los negocios a gran escala estas operaciones no son una novedad y el tránsito de algunas personalidades por los tribunales federales no altera las condiciones económicas relativas a la rentabilidad y seguridad de sus colocaciones.

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Lo concreto es que en plena vigencia de un modelo económico dispuesto para fugar las divisas, pero incapaz de promover alternativas de crecimiento y generación de riqueza fuera de la especulación financiera, la evolución de las principales variables macroeconómicas no deja de mostrar signos alarmantes de inviabilidad política, económica y social.

La receta del ajuste del gasto público, como parte de la idea de propinar una aguda recesión que aplaque la demanda de divisas, está resultando insuficiente, ya que la magnitud de los desequilibrios generados en el campo financiero es abrumadoramente superior al esfuerzo que pueda hacer el conjunto de los argentinos en el plano de la economía real.

La suma del déficit cuasifiscal provocado por la gravosa y fraudulenta política monetaria desarrollada por Federico Strurzenegger al frente del Banco Central, y del déficit fiscal generado por el acelerado incremento de los intereses de la deuda pública contraída por el ministro Luis Caputo, no se pueden ajustar tan fácilmente con una recesión económica o mediante un shock devaluatorio del 50% la moneda nacional. Esto no es una opinión, sino lo que está manifestando en estos días el mercado cambiario, que deja de sentirse atraído por las astronómicas tasas de interés que se pueden lograr manteniendo las colocaciones en pesos.

Sumado a ello, la menor oferta de dólares (de esos que prestó el FMI para aumentar la liquidez en el mercado cambiario y evitar que el tipo de cambio se deprecie aún más) generó una relativa escasez de divisas, habida cuenta de que el Banco Central se ató de manos como parte del acuerdo con el organismo internacional.

En rigor de verdad, el mercado descree de la capacidad de repago de la deuda pública, por eso aumenta el riesgo país y se le exige mayores tasas de retorno a las colocaciones, que sólo se logran a muy corto plazo y en moneda extranjera.

En paralelo, la economía se derrumba, y los efectos sobre el aparato productivo, el empleo y el entramado social se empiezan a vislumbrar con todo rigor. No hay actividad económica que resista mucho tiempo sin capital, sin precios de referencia y sin certidumbre respecto a lo que va a pasar.

La obsesión de Cambiemos de imponer su idea, está siendo confrontada por la realidad de un país que exige que el interés de la Patria sea puesto en primer lugar.

Esteban Guida- [email protected]