Por Guido Brunet

¿Cómo ve uno de los teóricos más importantes de la actualidad los estallidos alrededor del planeta? En un mundo convulsionado con protestas y estallidos sociales en diversos países, la visión de Pierre Rosanvallon muestra un punto de vista realista y complejo.

Rosanvallon es uno de los principales historiadores e intelectuales de Francia. Su obra refiere principalmente a la historia de la democracia, al modelo político francés, al papel del Estado y a la cuestión de la justicia social en las sociedades contemporáneas.

La mirada del autor galo sobre la democracia es una perspectiva exigente, que vuelve al desencanto un motor de transformación. Para el autor, la democracia no es un sistema estático, sino que evoluciona y necesita cambios permanentemente, adaptarse a las necesidades de los ciudadanos. En la actualidad a las personas no les basta con votar cada cuatro o cinco años, quieren formar parte de las decisiones de gobierno, para ello es necesaria la creación de mecanismos de participación y control de Estado mucho más aceitados.

Uno de los mayores conflictos de las sociedades actuales, que hace que el sistema implosione, no es más que la desigualdad para el teórico francés, concepto que aborda en su libro “La sociedad de los iguales”. Esto ayuda a comenzar a entender muchos de los estallidos sociales alrededor del mundo. «Estamos a la espera de una segunda revolución democrática», analiza. Aunque reconoce que «la revolución de la igualdad es muy difícil». Con respecto a la desigualdad abordó el concepto que aquí conocemos como meritocracia, que «justifica cualquier desigualdad».

Rosanvallon estuvo en Rosario invitado por la Embajada de Francia y el Gobierno de la Provincia de Santa Fe, marco en el cual dialogó con Conclusión.

-¿Cuál ve que son los principales desafíos de la democracia en la actualidad?

-El principal es la descomposición de las sociedades democráticas, ya que la democracia no es simplemente un conjunto de instituciones. Ni un tipo de régimen político, sino que es una forma de sociedad, y como tal está en peligro con la explosión de las desigualdades en todo el mundo. Si observamos la realidad latinoamericana estas desigualdades desde hace mucho tiempo son muy fuertes. Pero impactó que en países en donde se habían reducido estas desigualdes, han explotado. Entonces podemos decir que hay una especie de globalización de la inquietud sobre la democracia. El tejido social se está descomponiendo. Antes eran sociedades de iguales. Ahora hay quienes tienen todo y quienes tienen casi nada.

-¿Hay una falta de representatividad de los gobiernos y los partidos?

-Los ciudadanos están desencantados de la democracia porque cada cuatro o cinco años dan un permiso para gobernar. Pero no gobiernan como se esperaba, se refugian y ya no apelan más a los ciudadanos. Los ritmos de la democracia ya no corresponden a lo que espera el ciudadano. Una democracia en donde el ciudadano es activo cada cinco años se considera antigua. Hay que buscar formas de democracia más continuada. No es simplemente el voto también es la expresión de ideas, el control de los gobernantes, ver que los poderes rindan cuentas, poder vigilar aquellos que nos gobiernan. Se necesita desarrollar una democracia más igualitaria y más permanente, donde el ciudadano no solamente vote, este es un desafío muy difícil. Las instituciones democráticas no bastan, estamos a la espera de una segunda revolución democrática, la revolución de la igualdad es muy difícil.

No es simplemente el voto también es la expresión de ideas, el control de los gobernantes, ver que los poderes rindan cuentas, poder vigilar aquellos que nos gobiernan

-¿Qué papel cumple la cuestión de la desigualdad en esta crisis de los sistemas democráticos?

-Está el mundo de los ricos, de los pobres y de los muy pobres y están muy separados. Para cambiar eso los ingresos deben ser menos desiguales, para ello hay que considerar que hay principios de justicia con el mérito, con el mérito se justifica cualquier desigualdad. Si un futbolista es millonario piensa que se lo merece por su ‘pie de oro’, lo mismo pasa con el creador de Facebook, por ejemplo. La remuneración no puede basarse solamente en la capacidad de capturar los ingresos de un mercado a causa de su posición preminente. Responder al desencanto democrático supone todo un trabajo. Hay muchos ciudadanos que no votan porque les parece que no viven en la misma sociedad que los demás. No se sienten tan ciudadanos. También hay una necesidad de refundar la fiscalidad, y para que esto sea legítimo tiene que haber sensación de sociedad en común. El impuesto da solidaridad, una solidaridad débil, que los ciudadanos se sientan alejados unos de otros no dispone a un esfuerzo fiscal.

-Se están produciendo una serie de explosiones sociales a nivel global, que aunque cambien los gobierno parece que las demandas van a continuar. ¿Cree que hay un punto de contacto entre los diferentes conflictos en el mundo?

-Es deseable que hay un punto de contacto. Todos estos movimientos son de presión, impotencia, expectativa, exasperación, y también de esperanza. Hay que tomar a estos movimientos muy en serio. Son la indicación de todo el derrumbe silencioso que viven nuestras democracias. Estos movimientos sociales son señales de alerta. Son pedidos de auxilio para reparar nuestras democracias.

Son la indicación de todo el derrumbe silencioso que viven nuestras democracias

– En su país se da también un reclamo social muy fuerte, ¿en qué difieren o se parecen los chalecos amarillos del resto de los movimientos de protesta alrededor del mundo?

-Hay puntos en común. Ya sea los chalecos amarillos, las revueltas en el Líbano, Irak, Argelia, Chile, las protestas por el brexit. No son movimientos sociales tradicionales. Presentan vínculos en común. Se articulan en torno a reivindicaciones negociables que pueden estar inscritas en una estrategia de expresión, de constitución de relación de fuerzas, pero ante todo son movimientos de expresión, que no pretenden convertirse en movimientos que pudieran reducir su ambición a algunas reinvindicaciones limitadas sino que son movimientos sin fronteras y por eso es tan difícil discutir con ellos. Se puede negociar una reivindicación salarial, un problema fiscal, un aumento de servicios públicos, pero no con un malestar generalizado. Hay que ir a las raíces con un malestar generalizado.