Por David Narciso

El triunfo de Sergio Uñac en las elecciones internas de San Juan es la ratificación de un líder provincial posicionado fuera de la grieta kirchnerista-macrista, aun cuando a su triunfo contribuyó la unidad con el sector del peronismo vinculado al kirchnerismo que lidera el ex gobernador José Luis Gioja. San Juan se suma a Neuquén, provincia donde el gobernante MPM también ratificó su supremacía electoral por encima del candidato kirchnerista y el de Cambiemos. Dos datos que entusiasman a los que empujan una alternativa por fuera de la grieta, entre ellos el oficialismo santafesino.

Esa alternativa hoy lleva el nombre de Roberto Lavagna y si bien aún está en etapa de ensayo, la posible candidatura tuvo repercusiones y reacciones que no lograron otros que entraron en la carrera antes, como el salteño Juan Manuel Urtubey y Sergio Massa.

La reacción del gobierno nacional, por ejemplo. Mandar operadores políticos, ministros y legisladores a criticar a Lavagna es una señal inequívoca de que el nombre generó expectativas en una porción de la sociedad que mayormente votó por Cambiemos en 2015.

Desde la UCR también llegaron señales. Débiles esa señales, pero están ahí. La postergación, todavía sin fecha, de la convención partidaria que deberá ratificar o rectificar la pertenencia a la alianza Cambiemos no tiene otra explicación que ganar tiempo. Esa decisión se tomará sobre el filo de los plazos legales. Hay referentes que vienen avisando que el radicalismo se quedará en la puerta, que esta vez no está dispuesto a entrar al cementerio con el PRO si ese es el destino de este gobierno. Esos radicales ven a Lavagna como una salida de emergencia disponible, pero ¿puede irse la UCR de Cambiemos?

Sobre el filo de esas definiciones, el domingo 28 de abril, el país político seguirá con gran atención las elecciones primarias de Santa Fe. Primer paso de un proceso que tiene varios ejes de interés.

Primero, el desenvolvimiento del socialismo, no sólo porque es el oficialismo provincial sino también por ser activo promotor del espacio antigrieta y la candidatura de Roberto Lavagna.

En segundo lugar, se pone a prueba la decisión táctica de Cristina Fernández de Kirchner de bajar sus candidatos a gobernador para lograr listas unificadas con sectores peronistas que hasta hace poco la enfrentaban. Los resultados de Santa Fe, Córdoba o Entre Ríos serán un insumo útil para definir su estrategia nacional y eventualmente su futuro político.

Franquicia

El Frente Progresista tiene la franquicia local del ensayo antigrieta que se prepara en el país, a pesar de que ese espacio donde se inserta Lavagna es mayormente justicialista. Allí están el duhaldismo, los Gordos de la CGT, el massismo y gobernadores peronistas.

En ese sentido los socialistas coparon la parada entre los santafesinos. Estuvieron desde el inicio alimentando, específicamente desde la segunda mitad de 2018 cuando comenzaron a tejer charlas con distintos actores nacionales.

La paradoja es que cuando les preguntan a los Lavagna, Urtubey, Pichetto y les preguntan cuál es la pata santafesina de ese proyecto mencionan al socialismo y no al peronismo provincial y menos al senador nacional Omar Perotti. La explicación: durante todo 2018 Urtubey visitó al gobernador Lifschitz por lo menos en cuatro oportunidades; también hubo al menos dos encuentros con el sanjuanino Uñac; y otros con mucho condimento político con el entrerriano Bordet y el chaqueño Peppo. Qué decir de las conversaciones con el cordobés Juan Schiaretti: el PS será parte de la alianza electoral oficialista de esa provincia, hoy en proceso de reformulación tras la muerte de José de la Sota y con él la conducción bicéfala que durante años tuvo el PJ cordobés.

Los referentes nacionales de ese peronismo, cuyo perfil coincide más con el de Perotti que con Agustín Rossi o María Eugenia Bielsa, vienen a Santa Fe o reciben al gobernador Lifschitz. Van a los canales de Tv de Buenos Aires e invocan a los socialistas como aliados en el armado de la alternativa antigrieta.

Definitivamente estas situaciones no son cómodas para Perotti. La solución: concentrarse en la campaña provincial y abstraerse mientras pueda de los movimientos de piezas a nivel nacional. Se aferra a un discurso peronista-provincial y la mirada hacia adelante. Hacia atrás, el archivo está cargado de cortocircuitos con el kirchnerismo.

A diferencia de María Eugenia Bielsa, que en este sentido tiene las manos más sueltas, como senador nacional Perotti maniobró en la escena nacional con un ojo puesto en su proyección personal y la constante presión para estar de un lado o del otro de la grieta. Desde 2016 creyó que lo mejor era colaborar con Cambiemos para que Cristina sea pasado, quizás con la esperanza de que un kirchnerismo en retirada fortalecería su liderazgo en la provincia.

Los hechos no se sucedieron como imaginaba. Las grandes obras que en 2016 el gobierno nacional le prometió para la región Rafaela no están y CFK no sólo no fue desaforada en el Senado sino que su influencia política y electoral se fortaleció. Resultado: el armado de listas de febrero pasado lo encontró disputando con María Eugenia Bielsa los favores del kirchnerismo santafesino.

Escapar a la grieta

En tanto, el socialismo juega en la construcción del espacio antigrieta a nivel nacional. Es una de las coincidencias centrales de la siempre serpenteante relación entre Miguel Lifschitz y Antonio Bonfatti.

Ambos ven allí una salida para los serios aprietos en el que estuvieron sus liderazgos los últimos años y que resolvieron como pudieron. Haciendo equilibrio a veces, mirando para otro lado cuando tuvieron la oportunidad o teniendo que elegir entre la opción menos mala para sus intereses. No fue chiste, la grieta metió en serios problemas al Frente Progresista: como a muchas otras fuerzas políticas, puso en contradicción a dirigentes y cuadros y tensionó su base electoral.

El gobernador es un entusiasta partícipe de ese espacio alternativo. Tanto es así que su nombre figura, junto con Pichetto y Uñac, como potencial compañero de fórmula del ex ministro. Y Lavagna pareciera sentirse cómodo con él. Claro que corre de atrás. No será fácil que el peronismo y eventualmente parte del radicalismo cedan ese puesto a un partido cuya influencia está circunscripta a una provincia.

Más allá de las aspiraciones personales, la alternativa Lavagna le devuelve al Partido Socialista un lugar en la escena nacional. Cualquiera sea ese lugar es mejor que el actual, caracterizado por la desaparición de representantes en el Congreso y el aislamiento al que lo sometió Macri por esa misma razón y por no alinearse con las políticas nacionales.

Sin embargo, el socialismo no puede dormir tranquilo en la Argentina actual, más parecida a una montaña rusa que a un país donde las cosas marchan en un sentido previsible. Su apuesta al espacio antigrieta depende de variables que en parte dependen de él y en parte no.

Entre éstas últimas la candidatura de Lavagna. Hasta ahora el ex ministro no confirmó su precandidatura a presidente. Da señales en ese sentido, pero también dejó en claro que quiere ser el candidato del consenso, pretensión que contradice las intenciones de Urtubey, Massa y Schiaretti. Éste último, sin integrar el lote de presidenciables, banca la idea de una gran interna. Será todo un debate en el Frente Progresista si el candidato del espacio no es Lavagna.

Sin embargo, la variable central y más importante para el socialismo no pasa por Lavagna ni por el espacio antigrieta sino por revalidar títulos en Santa Fe. Si no es reelegido en la gobernación, entonces será como en Misión Imposible. Toda esta construcción se autodestruirá en cuestión de segundos.