Por Cristóbal Pérez*

Hace unos días el modelo neoliberal chileno de los Chicago Boys saltó por los aires: estudiantes, trabajadores y clase media tomaron las calle de Santiago. La suba de 30 centavos de dólar en el subte fue la gota que derramó el vaso.

“No son 30 centavos, son 30 años”, grita Pablo G., obrero de la poca industria que quedó en el cinturón del área metropolitana de la capital trasandina, trabajador precarizado que gana menos de 300 dólares al mes, vive endeudado; y no va a poder mandar a sus hijos a la Universidad.

A pesar de tener el PIB Per cápita más alto de Sudamérica, es también uno de los países más desiguales del mundo.

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“Por tu abuela y por la mía” reza el cartel de Javiera F., una pequeña comerciante de la zona de Ñuñoa. Su madre jubilada no llega a fin de mes con una pensión de 160 dólares, y un estado ausente en la salud.

En una sociedad donde hace más de 40 décadas los discípulos de Milton Friedman hicieron estragos en su incipiente industria (cualquier similitud con el modelo macrista en Argentina no es pura coincidencia) lograron mediante el shock de la dictadura pinochetista privatizar la mayoría de la educación, la salud y eliminar casi toda la incipiente industria chilena en muy poco tiempo.

Esto generó, aunque basado en el apoyo incondicional de Estados Unidos, un esquema en apariencias exitoso y usado por el FMI y varios economistas liberales como ejemplo.

Pero este modelo atado con alambres, ante una merma de la actividad económica global por la baja del comercio internacional, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, sumado a la profundización del ajuste por parte del gobierno chileno (suba de la energía, servicios en general y los combustibles estallando por los aires) terminó con Santiago en llamas, cuando Sebastián Piñera decidió aumentar el boleto de subte -principal medio de transporte en la capital- por segunda vez y dejando el costo como uno de los más altos del mundo.

Como contó a Conclusión Claudio D., ya no toma el subte ni “para comprarle los remedios” a su madre enferma. “Camino 50 cuadras de ida y otras 50 de vueltas a mi trabajo”, relató. Claudio trabaja de encargado en un hostal, la salud en Chile es cara y los remedios todavía más.

O camina o su madre se muere. El hartazgo del hombre trabajador y los estudiantes, como Tania S., que está estudiando medicina, y dijo a Conclusión: “Voy a estar pagando mi crédito estudiante por 15 años después que termine de estudiar y eso es sólo porque tengo notas más o menos buenas y no tengo que trabajar durante la misma para mantenerme por mi familia”.

A pesar de tener la cara visiblemente golpeada, agregó: “Por mí y por todos mis compañeros salgo a marchar. Por los muertos y los golpeados; mira como me han dejó la cara estos pacos cuando protestábamos pacíficamente”.

Los pacos, como explica Benjamín O., abogado laboralista y padre de familia, con su hija de la mano; son los carabineros, una fuerza represiva que tomó protagonismo en los tiempos de Pinochet y ahora está reprimiendo. Considera también que para él, Piñera tomo una decisión políticamente incorrecta en militarizar Santiago y que al no escuchar al pueblo, probablemente todo termine muy mal.

Algo para los demás

Hasta el momento las cifras oficiales, según el subsecretario del Interior de Chile, Rodrigo Ubilla, hasta este sábado 26 de octubre son 20 los muertos (de los cuales 12 fueron en la capital), a lo que se suman en todo el país cientos de heridos y miles de detenidos.

El pueblo está en la calle y Piñera dictó el toque de queda; las fuerzas de seguridad reprimen y, según las ONG, se vio a fuerzas de seguridad de civil deteniendo personas; la prensa es maltratada y hay el doble de muertos, detenidos y heridos.

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Se habla hasta de torturas y violaciones a los detenidos, como en los momentos más oscuros de la dictadura pinochetista. Incluso algunos testigos entrevistados por Conclusión quienes no quisieron ser citados ni por su primer nombre, dicen que hasta han aparecido estudiantes colgados en los parques.

Los jóvenes chilenos, principales factores de estas manifestaciones, sienten que no tienen un futuro digno; que a sus padres no le van a alcanzar las pensiones y que el modelo chileno que tanto intentan vender algunos economistas liberales en Argentina está agotado.

Las protestas se han extendido a varias ciudades, desde Valparaíso hasta Puerto Montt, en el sur, pasando por Concepción hasta Iquique, en el norte, también por la turística La Serena. Los mineros hacen un paro de advertencia y las centrales trabajadoras se preparan para una huelga general.

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La Primera Dama chilena, Cecilia Morel, en un audio filtrado dice que es como una invasión alienígena y que quizá deban resignar algunos de sus privilegios. Piñera aduce que va a dar marcha atrás con el aumento y que tomará algunas otras medidas para mejorar la vida de los chilenos. Aun así el toque de queda, las denuncias contras las fuerzas de seguridad y las protestas continúan.

Nueva baraja

Este viernes 25 de octubre se vio una de las marchas más multitudinarias de la historia chilena. Fue convocada para que el presidente Piñera tome medidas concretas para cambiar la situación de vida de los chilenos. Asistieron más de un millón de personas, según incluso los números del Gobierno.

Se manifestaron pacíficamente en Plaza Italia, un lugar icónico en la capital trasandina. Hasta allí llegaron hombres, mujeres y niños. Desde obreros, estudiantes, profesionales, comerciantes, comunidades indígenas y hasta familias enteras coparon la plaza.

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A pesar de esto hubo algunos mínimos incidentes con encapuchados, que muchos chilenos dicen provocados por el mismo Gobierno, por lo cual terminaron reprimiendo con camiones hidrantes y gases lacrimógenos, sobre la desconcentración, en el final de la manifestación.

Al día de hoy, sábado 16 de octubre, las consecuencias de la marcha son que Sebastián Piñera se vio obligado a barajar y dar de nuevo. Le pidió la renuncia a todo su gabinete de ministros y el ejército de Chile evalúa, y probablemente lo haga, levantar oficialmente el toque de queda en la región metropolitana de Santiago de Chile.

Al día de hoy, el pueblo avanza, Piñera retrocede y Santiago sigue en lucha.

*Escritor y analista, especial para Conclusión.