Por Federico Morel – 70/30

La música es un viaje místico que, en su recorrido, puede sorprendernos con diferentes presentes y con una magia humana que es muy difícil de expresar en palabras. Por eso mismo, existe ese lenguaje universal que se transcribe en canciones.

En ese camino, generalmente nos topamos con artistas que llegan a emocionarnos a tal punto que sentimos que siempre fueron parte de nuestra existencia y que, por sobre todo, poseen una facultad de alquimista que enamora nuestros sentidos.

Estos artistas, con el paso del tiempo y del estudio, desarrollan herramientas que sirven para que otros músicos puedan mejorar la calidad del “lenguaje” en sus interpretaciones. Y, esta actitud, sólo habla de la humildad que se incrementa en la medida que comparten los conocimientos que adquirieron con esfuerzo y tenacidad.

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A raíz de este concepto, podemos comenzar a hablar del rol que cumple un productor musical para una banda que quiere lograr un mejoramiento en la calidad de su sonido y de su expresión artística.

Juan Pablo Mariño, bajista de oficio y pasión, comprendió que su arte y conocimiento, además de ser plasmado en sus composiciones, debía ser compartido con esos músicos que necesitaban un puente para llegar a lograr su objetivos en lo que a estándares de calidad musical se refiere.

Foto: Damm

70/30 – ¿Cuándo nace tu amor por la música?

Mariño – Creo que se fue dando de a poco. Al principio era todo fascinante, los sonidos de los instrumentos me dejaban flasheando. El punto inflexivo donde nace este amor es a partir de que en la primaria de mi escuela tenía un profe de música re copado. Su nombre era Miguel Ángel Oliveros. Un día trajo todos sus instrumentos a una clase, allá por el 98′, y nos dio una explicación de cada instrumento y nos dejó tocar el que quisiéramos. A partir de ese momento quedé pegado a la música. Luego de transitar más de 20 años en ella, desempeñándome en distintas áreas y en distintas labores (que gracias a una búsqueda se me fueron revelando), fui tomando mayor conciencia del amor que le tenía y lo bien que me hace sentir. Al mismo tiempo que el amor nació una pasión: cuando algo te apasiona sentís amor por lo que haces.

– ¿Cómo fue tu experiencia de estudio del instrumento?

– Estudié desde los 11 años en un conservatorio de música en zona sur llamado «Chopin», con el profesor Oliveros. Con él aprendí mucho de música latinoamericana y gran parte del rock tanto nacional como internacional. Empecé con batería, luego guitarra y bajo, y este último, con el cual decidí perfeccionarme hasta la actualidad, hizo que dejara el conservatorio a los 14 para ir a la Escuela Municipal de Música Juan Bautista Massa con el profe de bajo Julio Fioretti, donde me abrió la cabeza con la música contemporánea, la improvisación y la labor del bajista en el ensamble. Después de eso estudié con bajistas como Gustavo Giles y Marcelo Torres en Buenos Aires, donde perfeccioné mi técnica y la improvisación. Por último, en 2007 logré ingresar a un seminario de bajistas de todo el mundo brindado por Victor Wooten, Steve Bailey y Mike Pope, entre otros. Allí me sentí súper afortunado de compartir música con músicos increíbles y me motivó a hoy en día mantener el curso de estudio de forma disciplinada y apasionada.

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– ¿Por qué decidiste ser productor musical?

– Fue sin querer. Me salía con esta intención de colaborar en el proceso musical sin estar como instrumentista en el proyecto. Así como un «colaborador musical». Siempre con mucho respeto por la música de mis colegas. Luego, la confianza que se me devolvía por las intervenciones hicieron que disfrute ese lugar donde me paraba para simplemente.escuchar y dar distintas órdenes al abanico de ideas. El por qué debe ser justamente porque me atrae esa posición en la que debo escuchar más de lo que debo tocar. Eso le dio otro orden a mi música y a la.música que compartía.

– ¿Cómo fue tu participación en la producción con Farolitos?

– Gracias a ellos y a su confianza es que me pude iniciar y construirme en esta hermosa labor. Imaginate que empezaron a preguntarme sobre cómo resolver algunas situaciones musicales, a tal punto que me terminaron dando toda su confianza para trabajar desde los inicios de canciones nuevas y hasta me dieron libertad de meter algunas ideas mías para renovar canciones viejas.
A partir de eso se formó un vínculo muy sólido, donde debatimos, escuchamos y compartimos mucha música. Los procesos de producción se generan en un clima muy familiar.

Foto: Facebook

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Foto de portada: Salvador Ríos