Una rápida comparación entre la pandemia del Covid-19 y otras “pestes” que asolaron al mundo demuestra que la actual está lejos de ser la más fulminante. Se anotan:

– Peste negra: 200 millones de muertes

– Viruela: 56 millones de muertes

– Gripe española: 50 millones de muertes

– VIH Sida: 25-35 millones de muertes

– Cólera: 1 millón de muertos

– Gripe Porcina: 200.000 muertes

– SARS: 770 muertes

Al momento de escribirse este artículo (las cifras varían constantemente), las muertes por coronavirus en el mundo rondan las 510 mil, lo que la ubica por detrás de la mayoría de las “pandemias” que la precedieron.

No se trata de minimizar las vidas que cesan, una constante que no se deja de lamentar. La reflexión, que surge a la vista, es por qué esta pandemia causa tanto escozor, al punto que no se hable de otra cosa y los gobiernos decidan autoinflingirse un daño económico que genera el escenario de la peor crisis de la historia.

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Claro está que esta pandemia continúa aún vigente y las cifras crecerán, algo que desde la Organización Mundial de la Salud nunca dejan de aclarar: lo peor está por venir. ¿Y cuándo no?

El papel de la entidad multilateral está en el ojo de la tormenta hoy en las mesas geopolíticas donde se toman decisiones, no por su papel en la detección y prevención de la pandemia, como se dice en los análisis periodísticos, sino por su papel a gran escala como agente que reafirmó y generó las condiciones de la crisis actual y para la cual aún sigue alertando, mientras se desarrolla.

Comparativa y más preguntas

Ahora bien, volviendo a las comparaciones, vale observar algunos de los casos más recordados en la historia.

La peste negra está considerada como una de las plagas más letales de la historia: entre los años 1.347 y 1.351 se cobró cerca de 200 millones de muertos.

Luego está el caso de la Viruela, una enfermedad desconocida en el continente americano, pero que llegó con la conquista europea. Fue introducida primero en lo que actualmente es México por los españoles y fue determinante en la caída del Imperio Azteca. Es considerada la segunda mayor pandemia de la historia, y hay estimaciones que indican que mató hasta al 90% de la población nativa americana.

Detectada en el año 1918, la gripe española, virus de la influenza A H1N1 (IAV), que parecía haber pasado de las aves a los humanos, infectó, en dos años, a unos 500 millones de personas y llegó a matar a 50 millones en todo el mundo.

Esta elevadísima tasa de mortalidad se debió a la virulencia del patógeno, las condiciones socio-económicas precarias y la higiene deficitaria. Además, el mundo estaba atravesando la Primera Guerra Mundial y la desnutrición era común en la población en general, lo que sumaba un importante factor de riesgo.

En tanto, a pesar del tiempo transcurrido y los avances médicos, en el ámbito científico el VIH aún es considerado pandemia. Desde sus orígenes, en el año 1981, ha matado a 32 millones de personas.

Queda claro que las condiciones hoy, en infraestructura y en variables macroeconómicas, son más sólidas que las existentes en todos esos casos (aún con los graves problemas de distribución que generan desigualdad). ¿Por qué entonces, si el mundo está mejor preparado y es un virus menos letal, la crisis económica será la peor de la historia?

La sola existencia de ese interrogante no habilita teorías conspirativas, pero sí vale preguntarse si la debacle económica, que como siempre permitirá acomodar las variables, es un medio o un fin.

Para un análisis profundo, quedará preguntarse por el verdadero mal de las sociedades del siglo XXI (sobre todo en Occidente), y que es la deriva espiritual. El temor a la muerte, la no aceptación de esa instancia de la vida, lleva a sacrificar casi todo para cuidarla. ¿Quedará vida para vivir después de semejante sacrificio?