La noche del debate  fue la confirmación del ascenso de Elizabeth Warren a la categoria de favorita en las primarias demócratas para conseguir la nominación a la presidencia de EE.UU. La senadora izquierdista comparecía al cuarto debate entre candidatos entre evidencias de su buen momento de forma: le ha tomado la delantera al hasta ahora único favorito, Joe Biden, en dos estados clave, de los que dan y quitan elecciones, Iowa y New Hampshire; está muy cerca del que fuera vicepresidente con Barack Obama en la media de encuestas que elabora RealClearPolitics; es la segunda candidata que más fondos ha recaudado en el último trimestre -24,6 millones de dólares, muy cerca de los 25,3 millones de Bernie Sanders y distanciada de Biden, con 15,2 millones-; y en la misma mañana del debate, un nuevo sondeo le daba diez puntos de diferencia con el candidato moderado.

Quienes de verdad la ungieron como favorita, sin embargo, fueron sus propios contrincantes: en el debate fueron a por ella sin miramientos, en la mejor demostración de que se ha convertido en el rival a batir.

Sobre todo, desde el sector moderado de los demócratas, y con especial atención a su propuesta más agresiva: el establecimiento de «Medicare for All» («Medicare para todos»), un sistema de cobertura sanitaria universal y pública que incluye acabar con los seguros privados. El problema de cara a las elecciones es explicar cómo se va a pagar. Sanders, que apoya la misma propuesta, reconoce que habrá que subir los impuestos a la clase media -con subidas mucho mayores a las rentas altas- aunque se compensará con un coste sanitario mucho menor.

Warren se volvió a negar este martes, hasta un punto histriónico, a reconocer que su plan incluye subida de impuestos, lo que aprovecharon sus rivales para atacarla.

«No firmaré una ley que suponga mayores costes para la clase media», se limitó a decir cuando le preguntaron si subirá o no los impuestos. «Una pregunta de »sí o no» que no recibe una respuesta de »sí o no»», protestó el joven candidato Pete Buttigieg. «Por eso la gente está frustrada».

Los dardos que importaban, sin embargo, eran los que pudieran llegar de su principal rival, Joe Biden, que encarna el sector opuesto, el moderado, del partido. El exvicepresidente parece desinflarse entre escándalos políticos -él y su hijo tienen un papel central en las presiones de Donald Trump a Ucrania- y desempeños grises en los debates. En este último volvió a equivocar cifras y referencias, y solo pudo acusar con acierto a Warren de «vaguedad» en sus propuestas.

Sanders, en su primera gran aparición pública desde su ataque cardiaco, tuvo una buena noche, pero no lo suficiente para compensar el ascenso de Warren, que compite por el electorado de izquierda que él despertó en las primarias de 2016.