Emmanuel Macron, recientemente electo presidente de Francia, está socialmente considerado como “el futuro de Europa”. Muchas esperanzas europeístas están depositadas en él como antídoto contra lo que algunos denominan “populismo”. Sin embargo, las primeras medidas que contempla su proyecto recuerdan más al pasado reciente que a un futuro prometedor.

Su gobierno inició el miércoles sus esfuerzos por rediseñar las normas laborales francesas, una de las promesas más importantes y divisivas de su campaña.

Abaratar el despido, diseñar un contrato laboral híbrido entre el fijo y el temporal y dar más poder a los jefes en las negociaciones laborales. Estas son algunas de las medidas que contempla la reforma laboral que Emmanuel Macron pretende dar luz verde durante este verano.

El Ejecutivo quiere dar prioridad a los acuerdos alcanzados dentro de las empresas entre propietarios y empleados, por encima de los acuerdos sectoriales. Esto dará mayor poder de control a los jefes sobre los trabajadores, que perderían la influencia de la unión.

Entre otras cosas, también incluye el permiso a las multinacionales para despedir a los trabajadores en una planta francesa que de pérdidas, incluso si la empresa matriz de origen extranjero es rentable.