-Por Marina Vidal. Fotos: Florencia Vizzi- 

El 2 de abril no es una fecha que pasa de largo en el almanaque. Hoy, a 34 años de la guerra de Malvinas, es el día para honrar la memoria de todos aquellos combatientes que dejaron su vida en el campo de batalla, para luchar por su patria y su bandera…la nuestra, la Argentina.

Conclusión, se reunió con dos soldados que lograron sobrevivir. Se trata de Claudino Chamorro y Raúl Gómez, quienes con 18 y 19 años, se enfrentaron a un monstruo con el que aún hoy tienen que luchar: la guerra.

Día de sol en Rosario, un parque, un Monumento, un micrófono y dos ex combatientes. En ese contexto comenzó la charla.  “A medida que pasan los años, el relato de las vivencias en Malvinas es el mismo, pero el discurso cambia por las cosas en el país”, comenzó a relatar Chamorro a lo que Gómez agregó: “Tenemos 14.000  historias resumidas  en un par de minutos de 74 días que duró la guerra y cada uno de nosotros vivió su propia guerra. Allí minutos duraban días…meses”.

“No alcanza el tiempo para contar todo lo que vivimos, hubo cosas buenas, malas, malísimas”

El comienzo

“Yo estaba haciendo el servicio militar en Río Grande, muy cerca de Malvinas, en Tierra del Fuego donde estaba el Batallón de Infantería cinco. Tenía 19 años. Creo que fue el 27 de marzo que llegó una orden al Batallón que indicaba que debíamos ir a custodiar la frontera con Chile, pero nosotros no sabíamos lo que pasaba, creíamos que el problema que había era con Chile, nunca nos imaginamos que era Malvinas. El 2 de abril nos desayunamos que el Batallón 1 de Infantería Marina con el Batallón 2, Comandos Argentinos habían desembarcado y tomado Malvinas. Hasta ahí nos parecía bien ya que éramos soldados y era nuestro deber”, contó Claudino.

Por su parte, Raúl, estaba haciendo el Servicio Militar Obligatorio en la Primer Brigada Aérea del Palomar y el 6 de abril, sin tener ninguna información, se enteraron que su próximo destino iba a ser Malvinas. Tenía 18 años. “Fue entonces que nos dieron racionamiento para siete días porque supuestamente íbamos por ensanchamiento y prolongación de la pista de aterrizaje, porque no podían operar los aviones de Malvinas. En realidad estos siete días, fueron los 74 que duró la guerra”, manifestó.

Durante la guerra, el rol de Chamorro era ser morterista. Llegó a Malvinas entre el 8 y 9 de abril, su Batallón tenía alrededor de 1200 soldados, pero en realidad sólo fueron 700. Ellos, no pudieron informarle a sus familias dónde iban, ni para qué; en esos años el único medio de comunicación era por carta y al estar en el sur, eran muchos los días que tardaba en llegar el correo. Fue recién el 17 de abril, cuando Claudino pudo contarle a sus seres queridos dónde estaba.

“De chiquito quise ser soldado, yo nunca había viajado en tren, ni en barco, ni en avión…haciendo la colimba me tocó hacer toda esa travesía. Siempre sentí, y siento orgullo de haber hecho el servicio militar y nunca me voy a arrepentir de haber ido a Malvinas, fui a defender algo que nos pertenecía, a defender nuestra bandera”, recordó Claudino.

Gómez agregó: “Nosotros fuimos con el uniforme de San Martín a defender la bandera de Belgrano. Sin embargo a esa guerra la hicieron dos personas que se conocen y nos matamos cientos que no nos conocíamos. No sé si hicimos mucho o poco, hicimos lo que pudimos con nada, no estábamos preparados militarmente para enfrentarnos a una guerra con la primer potencia y con sus aliados. Además estábamos en desigualdad de condiciones respecto a la instrucción militar y armamentista”.

La función de Raúl fue, en una primera instancia, aprovechamiento del terreno, al no poder aterrizar del avión, se tuvieron que tirar del mismo. El 9 de abril llegó a Malvinas donde se quedó hasta su fin. Tiraba granadas anti tanques y anti personal con el fusil Fal y cartuchos de propulsión. “Ellos tenían misiles anti personales que duplicaban el trayecto y la expansión; nosotros contábamos con miras telescópicas que ellos ya hacía veinte años que las habían desechado porque no servían”, describió con detalle.

Según Chamorro, se dieron cuenta de la realidad que iban a vivir, recién el primero de mayo cuando los ingleses atacan y bombardean el aeropuerto y el sentimiento fue unánime: los invadió el miedo. A partir de ese ataque los buques ingleses comienzan el bombardeo naval; todas las noches de los 44 días corridos sin parar hubo bombardeo.

La logística consistía en escuchar la primera detonación, correr a su posición, ponerse el casco y esperar. “Si uno de esos proyectiles caía en tu posición, sabíamos que no nos iba a salvar el casco. Por lo cual, pasados los primeros días ya no le dábamos importancia al casco porque no podías zafar”.

El 2 de mayo hunden el General Belgrano, con un saldo de 323 caídos. “Acá nos matan a todos, pensamos. A partir de ahí el objetivo era sobrevivir”, recordó Claudino.

Tener un arma en la mano…y tener que disparar

“La sensación de empuñar un arma a esa edad, siendo un adolescente, era ¿qué estoy haciendo?, una cosa es la instrucción militar, y otra muy distinta tener la posibilidad de matar a alguien, pero sabíamos que eras vos, o ellos. La guerra no deja nada bueno, es la peor miseria humana que deja heridas en el cuerpo y en el alma y que después tardas mucho tiempo en poder sanar, y lograr que el dolor, la bronca y el sufrimiento se conviertan en motor para hacer algo para ayudar”, contó Gómez.

Ambos resaltan la falta de instrucción que tenían en ese entonces, “nadie está preparado para una guerra”- aclaran- pero el poco adiestramiento  que habían aprendido les ayudó a sobrepasar días de guerra y sobrevivir.

“Nadie durmió de noche, se podía descansar de día, aprovechábamos para leer las cartas. Pero se escondía el sol y empezaba la lucha por no morir”, narró Chamorro, y Gómez amplió: “Ellos te trabajaban psicológicamente; venía el buque a la una con bombardeo naval, a las seis de la mañana el bombardeo era aéreo, a las nueve recién nos podíamos levantar a hacer el mantenimiento del pozo”.

“El pozo”, su lugar de combate, de resguardo, de espera. Los pozos tenían un diámetro en el que apenas entraban. Se llenaban de agua helada acompañada de los 15 grados bajo cero que marcaba el termómetro. El mantenimiento del mismo consistía en sacar el agua que se había acumulado para no congelarse.

“Ninguno pensamos que íbamos a salir con vida”

“Fueron 44 días de bombardeo continuo sin relevamiento. Hubo compañeros que fueron estaqueados por ir a buscar comida, porque estábamos muertos de hambre sin dormir por días y noches. Cuando caímos prisioneros hubo desnutrición severa y fue la causa de la muerte de muchos compañeros y no por una bala de un enemigo. Tuve alucinaciones a causa de esas condiciones. Yo fui a Malvinas con una remera y una camisa, el enemigo vino con una remera y un enterizo térmico que soportaba temperaturas bajo cero”, rememoró Raúl.

La charla continuó y Claudino comenzó a describir lo que realmente sucedió con la comida: “Teníamos que hacer dos kilómetros para buscar comida, cruzar un monte de bombardeo para poder comer algo…eso sí…si había comida. En los últimos veinte días ya no teníamos nada. Cuando caímos prisioneros había galpones inmensos llenos de comida que nunca llegó”.

Malvinas fue una improvisación, donde nunca existió la logística, cada fuerza peleó su guerra y nunca hubo sincronización de las tres fuerzas. Nuestros compañeros de Corrientes, Misiones, Chaco, acostumbrados a 40 grados de calor, se encontraron sin logística, con 15 grados y en alpargatas”, recordaron los ex combatientes.

Ante la pregunta si una experiencia como la que ellos vivieron se supera, ninguno de los dos soldados pudo dar la afirmativa. “Lo que nosotros vivimos no sé si se supera, pero se sobrelleva. No todos pudieron salir adelante, tenemos más del 150 por ciento de suicidios encubiertos (depresión, medicación, locura, alcoholismo) y 500 que se quitaron la vida”, explicó Gómez.

“Lo más duro que me tocó vivir fue la pérdida de mi compañero. El que me acompañó los 74 días en el mismo pozo y el último día cae herido de gravedad y lo perdemos. No sé si se supera…se asimila. La pos guerra fue la época más dura que vivenciamos; el olvido, el abandono y el rechazo por parte del Estado, la maldita desmalvinización, la falta de atención psicológica y médica, llevó a que tengamos que volver a luchar por nuestros derechos”, enfatizó Claudino antes de despedirse de Conclusión y compartir la carta que le envió a su hermana, diciendo que «tenían un poco de frío» y que lo único que quiere es «comer su torta casera». (Ver la carta en la galería de fotos).

«Nosotros podemos hablar hoy, pero nuestra mente está en Malvinas. No somos héroes, los héroes son los compañeros que quedaron allá y que perdieron su vida en Malvinas, y por más que hayamos vuelto, una gran parte nuestra quedó en esas islas».